martes, febrero 14, 2012

Entre piernas

Vicente Herrera Márquez

En la mesa pan amasado hecho en el horno de la casa.
Para untar salsa de ajo embebida en la virgen del olivo.
Una botella de vino ya descorchada sintiendo 18 grados
y copas de vidrio transparente muy parecido a cristal.
También en la mesa un plato sencillo y amplio, una chaira,
un cuchillo corto y firme y uno largo y flexible,
un atril de madera y en el posada esta una hermosa pierna,
envuelta en piel color tostado, misteriosa y tentadora.
El anfitrión, que soy yo, torpemente esgrime el cuchillo corto
separando la piel morena de la rosada carne
y luego con el largo corta finas lonjas de esa pierna,
mientras un comensal llena copas con uva espiritual…

¡Esa pierna! ¡Esa pierna! ¡Esa pierna es sublime¡
Es mi primera pierna serrana
curada en sal mediterránea,
pero muy lejos de España en una bodega chilena
y que poco a poco después de unos cuantos meses
se hace tentadora a la vista y deseable al paladar…

Me siento como un rey agasajando a mis amigos
con las finas lonjas de ese apetecible jamón,
rodajas de pan de ajo y buen cabernet souvignon.
Es tan sabrosa esa pierna que produce jugo en la boca,
inunda de campo los ojos y llena de elogios al puerco.
Pero aunque sea alimento y manjar de dioses serranos,
no se puede comparar con la esbeltez, suavidad y hermosura
de las piernas de esa morena que hace rato me esta mirando.

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