Mi sangre ya corre como lava ardiente.
Mi mirada se pierde en el rubor de
tu piel.
Frenéticamente respiro a tu ritmo,
mientras de mis poros brota a gotas
el deseo
con la urgencia del placer contenido.
Al compás de tus gemidos, susurro:
Te deseo amor
y mi aliento caliente te hace vibrar.
También, torpes, mis manos se llenan de ti
y se sienten pequeñas para contener tu hermosura.
Nuestro abrazo es confluencia de ríos calientes,
es abrazo en conjunción de piernas y brazos,
es erupción de cuerpos ardiendo,
es un caudal de besos y lengua intrusa que corre impaciente
acortando la extensión de tu piel,
buscando ese punto cardinal en tu loca geografía
que produzca temblores, quejidos, suspiros y gritos de placer.
Mientras mi boca nerviosa, con
palabras muy firmes te dice:
Te esperaba, amor, te esperaba…
Después de esta noche no selles tu cama ni cierres la puerta
No ahogues las llamas ni apagues las brasas
Porque tu fuego en mi piel, mañana lo quiero, quemando otra vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario