jueves, noviembre 17, 2011

Tiempo de piano

Vicente Herrera Márquez 

En las notas del piano oigo silencios, 
y en lo acordes mido distancias. 
La melodía me envuelve furiosa 
en nuestra locura de ayer. 
Y el compás marca y suma 
los besos que el viento se llevó. 
Los dedos firmes del pianista 
acarician con seguridad las teclas, 
mientras los míos, temblorosos, 
procuran mantener el licor en la copa, 
dibujando un pentagrama en el cristal 
para escribir notas de soledad. 
Parece que ese piano guarda en letras 
la extensa historia de mi vida 
y el pianista cómplice las hace música
una, otra y mil veces más. 
No se si al oírlas lastiman el ego 
o traen al presente el placer 
de aquellos tiempos de amor. 
Tiempo de piano en el bar. 
Tiempo de piano en el alma.

martes, noviembre 15, 2011

Tiempos de adobe

Vicente Herrera Márquez

Había tierra,
pronto cayo una lluvia,
el polvo y el agua copularon
y de allí nació el barro.

Luego vino un ave trayendo paja
y al mezclarla con ese barro
inventó el material para su nido.
Cuando llegó el hombre
con ese mismo material
imitando al pájaro construyó su casa.

Después de algún tiempo
la tierra se enojó con el hombre
y con fuerza destruyo su hogar,
volviendo al polvo del inicio
las paredes de casa y nido.

Pero muy pronto cayó otra lluvia
el polvo en barro otra vez se convirtió
el ave volvió a construir su nido
y el hombre otra vez fabricó adobes
para nuevamente recomenzar.

Y después de algún tiempo
la tierra se volvió a enojar….

viernes, noviembre 04, 2011

Poeta enamorado

Vicente Herrera Márquez

Los poetas del amor lo buscamos en los abismos de la vida.
Somos de amores, en apariencia simples,
pero complicados en los estamentos del hombre.
Nos gusta el peligro y desafiamos los códigos morales,
nos perdemos en los laberintos del subconciente
y nos dejamos llevar por los impulsos sin medirlos.
Somos pasionales, obsesivos y juguetes de caprichos,
no pensamos en consecuencias ni lamentos
y enredamos sentimientos en las redes de la intriga.
Los poetas somos simples marionetas del destino
que amamos y jugamos con las letras,
buscando la entrega de mujer en cuerpo y alma,
sin pensar si tiene dueño, compromiso o algún lazo.
Pues pensamos que el amor es libre, sin fronteras,
sin papeles y sin amarras impuestas por amantes despechados,
o por falsos personajes disfrazados de intachables.
Somos juglares libres que no distinguimos límites terrenos
y no respetamos sintaxis ni prosodia del idioma
buscando palabras u oraciones que resalten la pasión.
Inventamos verbos y adjetivos para engrandecer el amor.
Los poetas somos seres del mundo que se esconde y se camufla
en los senderos que disimulan los setos limitantes sin sentido,
que establecen los pacatos enemigos del amor.
Soy un simple poeta del amor, así lo creo,
y no me canso de escribir romance y pasión a la mujer que amo,
desafiando los códigos morales y las normas ciegas de la ley.
Soy un loco poeta enamorado.

viernes, octubre 21, 2011

La niña de la luna

Vicente Herrera Márquez

Ayer, niña pequeña, jugaba con la luna,
le mostraba sus juegos, la invitaba a su cuarto.
Cuando crecía la contemplaba extasiada,
le susurraba poemas, le contaba sus romances.
Ahora, niña grande, la luna es el espejo en que se mira,
hoy es su confidente, su amiga y compañera.
Por las noches cantan, ríen, lloran y discuten de la vida,
hablan de los hombres, también filosofía.
Beben caipiriñas y danzan con velos color noche,
ríen con chismes y tonteras, también lloran por amor.
Cuando ríen, a carcajadas, hacen coro las estrellas
junto a todas las voces que se esconden en la noche.
Cuando cantan, con ellas, canta el viento con voz de tenor,
mientras las luciérnagas titilan poniendo ritmo a la canción.

Y cuando lloran…
¡Ayyy cuando lloran!
Cuando lloran las cubren nubes de tormenta,
que al mezclarse con lágrimas de niña y luna
caen en diluvio por los campos y se hacen torrentes
que riegan el trigo y arrasan riberas con las penas de la niña.

domingo, octubre 09, 2011

Pequeñeces

Vicente Herrera Márquez


Pocas palabras que no alcanzaron para un poema

Lo que quedó

Tus labios y mis labios quedaron
sedientos
de los tuyos y los míos.
Tus manos y mis manos quedaron
vacías
de tus contornos y los míos.
Tu mirada y mi mirada ciegas quedaron
sin el reflejo
de tu imagen y la mía.
Tu libro y mi libro de memorias quedaron
con páginas en blanco
y algunas
con versos inconclusos.


Pasaje para el olvido

En esta valija enorme me llevo el tiempo,
el tiempo que tú me diste y no quiero devolver.
Pero antes que te vayas te doy gracias.
¡Gracias! Gracias por el pasaje para viajar al olvido.


El día que yo muera

Recoge mis páginas dispersas por el mundo,
que por años de mis cuadernos arranqué.
Ojalá las logres juntar y si las unes en versos,
recién te darás cuenta que el tiempo pasó y murió
y nunca te diste cuenta de cuánto te amaba yo.


Flor de almendro

A mediados del invierno se hizo flor el almendro,
se acordó que año tras año hay un mes que viste blanco
y aunque este viejo no olvida que tiene que florecer.
En cambio los hombres no somos como el almendro,
con solo pasar el invierno ya olvidamos que fue otoño.


El amor debe seguir

Aunque la distancia lo marchite.
Aunque muchos se rían de él.
Aunque muchos nieguen su existir.
Aunque los poetas lo maldigan.
Aunque cause guerras y destierros.
Aunque victimas de él vivan enclaustrados.
Aunque en su nombre asesine el hombre.
Aunque por él los amantes se suiciden.
Y aunque tú y yo sin querer o queriendo lo matemos,
en el gran teatro de la vida, el amor debe seguir.

miércoles, septiembre 14, 2011

Quiero parir poesía

Vicente Herrera Márquez

Quiero dejar de ser embrión y romper la cáscara del huevo,
quiero nacer en el lenguaje y empaparme de los verbos,
nutrirme con prosodia y sintaxis del idioma,
y vestir traje sencillo confeccionado con material de abecedario.

Quiero crecer aprendiendo a construir puentes con palabras,
a elevar castillos abstractos y reales con madera del árbol de poemas,
a ser bandera con signos de paz en el campo de la guerra,
a ser mies en la pradera, pan en la mesa, arrullo de ternura
y a impregnar de sentimientos oraciones por la tierra y por la vida.

Y cuando crezca y aprenda quiero engendrar letras
en óvulos sensibles de las poetisas más grandes de la vida,
con esperma literaria de este aprendiz descendiente de Neruda.
Para con esfuerzo y dolor parir palabras en nueva poesía,
dolor de parto por dar vida o dolor impreso en la memoria
de los genes de las letras engendradas.
Hoy quiero ser escribiente libre y no escritor atrapado en una red
que se ruboriza si una mujer le llama poeta por correo
y eleva sus versos al sitial de vates consagrados.
Hoy quiero sentir la sensación y la emoción de ser poeta
y quiero hacerlo pariendo poesía.

lunes, julio 11, 2011

No llamen a mi puerta

Vicente Herrera Márquez

No me interrumpan, estoy escribiendo.
No llamen a mi puerta, no pulsen los números del teléfono.
No pregunten por mí a los vecinos, ellos no saben si estoy o no estoy.
No averigüen si me encierro en la casa o ando por el mundo vagando.
Olviden por un tiempo que existo y que vivo.
¿Por qué?
¡Porque hoy volvió!
¡Sí! ¡Ella volvió!
Y no quiero que al abrir la puerta el viento la tome y la lleve otra vez.
Ahora la quiero aquí, conmigo, pues aquí debe estar.
Estuvo alejada algún tiempo después que sin avisar se esfumó.
Hoy volvió, cuando ya la espera tocaba a su fin.
Por eso pido, déjenme a solas con ella para conversar el tiempo alejado
y después con calma, con furia y con rabia la quiero abrazar.
La voy a aprovechar mientras pueda retenerla y quiera quedarse,
no la dejaré descansar, la disfrutaré, la querré tener noche y día
y aunque quiera dormir en mi pecho, mi ímpetu retenido no la dejara.
Con fuerzas inhumanas le voy a estrujar el goce del tiempo perdido
y además mientras yo pueda será mi mujer aunque tenga que violarla.
Si la situación lo requiere la encerraré en una jaula,
la ataré desnuda a mi cama, la tendré prisionera aunque clame libertad.
Por eso aseguro, esta vez no huirá y aunque lo intente, escapar no podrá,
pues el tiempo que lejos anduvo fui un paria sin razón,
fui analfabeto vagabundo sin sendero ni meta que alcanzar,
fui un bohemio que la buscaba como loco entre quimeras y alcohol,
fui guitarra sin cuerdas y canción de silencios
y fui prosista de estrofas inconclusas asiduo huésped del canasto de papeles.
Hoy la tengo prisionera, hoy es mi cautiva, y hoy la haré mi esclava.
Hoy es la hembra deseada que en algún momento me olvidó.
¡Hoy es mía, mía, mía, mía, solo mía y para siempre mía!
Hasta que me dé su última palabra o hasta cuando yo exhale el último suspiro.
En ese momento libre será, de par en par tendrá la puerta abierta,
en el camino siempre habrá brazos abiertos que la querrán cobijar.
Pero hoy, mañana y hasta que dure mi mañana se queda conmigo,
amarrada a mi pluma, sujeta a mi teclado e impresa en mi cuaderno,
atrapada en la memoria de mi computador y en mi alma de poeta.
Por eso les pido no me interrumpan, estoy escribiendo.
Hoy es mía, solo mía... mía, mía, la esquiva inspiración.

El retorno de las letras

Vicente Herrera Márquez

Las letras llegan cuando ella se va,
vienen escondidas en humo de tabaco y vapor de ron.
Algunas piden calma, otras quieren gritar,
no faltan las que me culpan,
mientras algunas que no entienden quieren cantar.

Letras difusas y veleidosas que se dispersan cuando las busco,
para atiborrar carillas con palabras que digan cuanto la quiero,
para pedir perdón si en algo me equivoqué,
para rogar furioso que no se vaya,
para escribir un verso con su nombre y una caricia,
para garabatear con llanto el retraso de su partida,
para hacer creer a otros que si lloro es por Navidad,
por un recuerdo o porque un año viene y otro se va.

Hoy aparecen cuando no las quiero.
Pero llegaron, no era el momento, pero llegaron,
vengan, vengan letras que vienen cuando ella se va.
Cuando las quise no se asomaron, ni siquiera la o se mostró redonda.
Hoy llegan, algo voy a escribir, ya vendrá el momento del decir distinto
pero hoy todas tendrán que mostrar dolor.
Escribiré mil y una o más palabras aunque algunas nunca podré,
sé escribir amor, sé escribir te quiero, pero no he logrado aprender,
y tampoco quiero, escribir adiós.

domingo, mayo 29, 2011

Pequeñas y simples palabras

Vicente Herrera Márquez

Me estas llamando página del cuaderno olvidado.
Me incitas de día, interrumpes mi sueño en la noche.
Apareces en el recuerdo y te asomas en la esperanza.
Quieres que siga escribiendo esas páginas que faltan,
quieres que agregue letras al alfabeto ya escrito,
como lo hacía ayer, en junio, en abril o el año pasado.
Pero dime página insistente ¿Qué quieres que escriba?
¿Un poema trivial? ¿Una crónica rosa? ¿O un tratado de vida?
¿Una oda al desgano? ¿Un reto al destino? ¿O un lamento de amor?
No sé qué escribir. No sé.
No encuentro motivo, pretexto o razón,
y sin embargo los hay, y vaya que los hay.
De todo podría con versos y prosa llenar calendarios.
Pero…
Las palabras que vienen enredan las letras con hilos de olvido.
Son oraciones que pujan pero no las pare una pluma sin tinta.
Son versos con humo y café, que se ahogan en vino de hoy y besos de ayer.
Son preguntas que quieren respuestas.
Son te quiero que ansían destino.
Son lamentos que quieren consuelo.
Son susurros que precisan oídos que los atrapen antes que el viento.
Son gritos ahogados que emergen y se encuentran con labios cerrados.
Son solo palabras, pequeñas y simples palabras.
¿Para qué las voy a escribir?
Si tan solo son… sencillas palabras de amor.

sábado, mayo 07, 2011

Flor prematura

Vicente Herrera Márquez

Fue un soplo de vida,
un soplo que duró un instante.
Fue relámpago de vida y trueno milagroso.
Fue flor que se abrió antes del tiempo de florecer.
Fue una Violeta milagrosa que unió corazones en plegaria,
y con su presencia corta hizo latir vidas y conjugar esperanzas.

La vida se presiente, la vida se palpa, la vida se siente,
hasta se puede pintar y también ponerle sabor.
Y ahora pregunto:
¿La vida se ve?
Díganme que no, que no se ve y con rabia les respondo:
¡No les creo! Pues yo además de sentirla y palparla, la vi.
Sí, la vi y me sobrecogió, me sentí pequeño, muy pequeño.
Me sentí polvo del aire, solo fui suspiro y lamento.
¡Pero vi la vida!

Allí en el vientre artificial vi la vida pequeña y grande
y vi las ganas de vivirla.
Vi la fuerza grande de una pequeña
y vi la fuerza inmensa de una madre.
Pero ni la grande, ni la inmensa fuerza, fueron suficientes,
los diminutos pulmones no fueron capaces,
el pequeño corazón no pudo vencer los caprichos del destino.
Las plegarias no alcanzaron a doblegar los designios de lo desconocido.
El Dios de los creyentes, de entre la multitud que pide,
no alcanzó a oír a tiempo los ruegos de una madre y los reclamos de un padre.
Tampoco la ciencia sabia y los doctores pudieron completar lo que la naturaleza no quiso.

Faltaban tres meses de vientre materno,
tres meses de desarrollo natural ,
tres meses para gestarse en flor,
aún así nació, y era una muñequita,
era una hermosa flor,
que a todos les trajo algo y a todos les dejó mucho.
¡Dejó tanto! En una semana larga, llena de esperanza.
¡Dejó tanto! En la semana corta que vivió en un vientre artificial.

Y a mí, simple mortal, abuelo e insignificante poeta,
esa flor, Violeta pequeñita, me mostró el misterio de la vida.

martes, mayo 03, 2011

Largo e interminable abril

Vicente Herrera Márquez

Y se fue abril...
y mayo también.
Y se fue el otoño.
Y se fue el invierno buscando primavera
dejando atrás el frío esperando que volvieras.

No son sólo meses y estaciones que se han ido.
Se está yendo el tiempo del tiempo que me queda.
Se está yendo la vida entre las rendijas de la espera.
También se va tu risa, se va tu llanto, se va tu canto.
¿Que queda? Nada queda, solo ecos, solo huellas
en el sendero que el tiempo va borrando.

Cambié el cristal que estaba roto en la ventana,
colgué los cuadros que estaban arrumbados,
borré páginas de versos inconclusos sin sentido,
archivé aquellas tuyas que tenían un te quiero,
y guardé las sabanas que atraparon tu perfume
esperando que pasara el largo abril.

Y mientras, sin saber si es verano, abril o primavera
lloro y grito tu ausencia a las paredes insensibles,
pregunto con rabia a tu rostro atrapado en el retrato
esperando como niño una respuesta,
esperando como enamorado una mentira
y como hombre herido esperando la verdad.

sábado, abril 23, 2011

Del tiempo de las cartas

Vicente Herrera Márquez

Han pasado muchos meses
desde el tiempo de las cartas.
Han crecido y decrecido muchas lunas.
Han germinado, florecido y fenecido las plantas temporales.
Se han marchitado las flores que adornaban el balcón.
Se ha muerto la mariposa que volaba entre azucenas y alelíes.
Se durmieron las cuerdas de la guitarra
que vibró apasionada en noche de luna ausente.
Se secaron los surcos de sudor que recorrían la piel sedienta.
Se acallaron en sueño aletargado los suspiros del deseo.

¡Ay amor! ¡Ha pasado tanto tiempo!
Desde el día que juntamos nuestros labios,
desde el día que fundimos nuestros cuerpos
en un abrazo de amor enloquecido,
aquella noche de lluvia, truenos, quejidos y susurros
en un hostal escondido en las colinas de Ouro Preto.

Balcón Andaluz

Vicente Herrera Márquez

Una voz de mujer en la altura me llama
desde las penumbras de un balcón enrejado,
que se encarama en la falda de una blanca pared.
No está en el camino de los pueblos blancos
en la ibérica península de allende el océano.
Está en una calle de una ciudad muy al sur,
esta en un barrio a los pies de montes andinos nevados,
esta en mi tierra fecundada por mezcla de razas.
Es una postal escondida entre moles de frío cemento,
que pintó en otro siglo algún olvidado inmigrante español
que ancló y murió en una esquina cercana al Pacífico mar.
Hay adoquines de negra piedra brillantes y mojados,
por la garúa que cae rayando la luz de un solitario farol,
que ilumina el portal que invita a entrar en esa postal.
Atravieso una puerta con reja de arabesco fierro forjado
y un ¡Olé! de mujer, me transporta a un rincón andaluz.
Un rincón de cante, de palmas sonoras y baile,
de guitarras, tacones y castañuelas que cantan.
Su mano toma la mía, siento calor de estirpe morisca
que corre y se mezcla con savia, con sangre
de poeta bohemio, hijo del hasta hoy indómito Arauco.
Me conduce al balcón del cual me llegó su llamada incitante,
donde oscuras cortinas nos dejan a la sombra de luna escondida.
Mis ojos preguntan, un dedo en sus labios me dice: Silencio
y luego con calma su boca responde con besos muy rojos.
Mis labios tiritan, su mirada es un dardo de fuego
que quema la piel y tensa las cuerdas del cuerpo impaciente.
Fuego que se hace sed para el vino y espanta el frío de otoño.
Es el preludio de romance, de juegos calientes y cena de amor,
con zumo de mi tierra generosa y hoguera de hembra andaluza,
que vibra en guitarra y tiembla con ritmo de punzante tacón,
hiere la piel e incita a emerger el deseo latente del macho del sur.
La noche es cómplice, las guitarras sonoras compinches,
las castañuelas comparsa incitante y el vino sangre de vida.
El frío se aleja, la penumbra se quiebra, la luna aparece.
La piel española muy blanca excita y encanta al sureño varón.
y el músculo moreno sin doblegar impone su estirpe araucana.
Es una noche de lucha y amor, también de guerra y pasión,
sin ganador ni vencido, ambos triunfantes con rabo y oreja,
en ese campo de lid enclavado en una calle de Santiago del Sur,
distante de España y muy lejos de Córdoba, Sevilla o Granada.
El amor con luz, caricias y guiños de luna, en un chileno balcón andaluz.

domingo, abril 03, 2011

El peso de los elementos

Vicente Herrera Márquez

Hoy pesa
el aire que respiro.
Hoy pesa
el fuego que encendimos.
Hoy pesa
el agua que del cántaro bebimos.
Hoy pesa
la tierra que pisaron nuestros pies.
Hoy pesan
las caricias que fueron y se fueron.

Igual pesa el sendero
que recorro buscando tus huellas.
También pesan los hitos
que dejamos a la vera del camino.
Pesa la historia,
pesa la distancia,
pesa el silencio,
pesa el ruido,
pesan los recuerdos...
y pesa el olvido.

viernes, abril 01, 2011

Para llegar

Vicente Herrera Márquez

Allá al final de la vía
voy divisando a mi pueblo.
Ayer ansiaba abrazarlo,
hoy me esta doliendo llegar.
De un siglo a otro,
por senderos me fui alejando,
que me llevaron muy lejos
por los parajes del tiempo.
Y te cuento pueblo mío
que después de correr distancias,
sentir el calor de amores,
embriagarme con dulce vino
y también beber sinsabores,
en un recodo del tiempo
tropecé y comencé a volver.

Alguien de allá sin quererlo
tendió una unión virtual.
Me encaramé en ese puente,
sentí la fuerza del viento
y por él me dejé llevar.
De a poco me fui acercando
y reconociendo el lugar,
mas faltando muy poco
para llegar hasta allí
y sin saber el porqué,
el puente se derrumbó,
y el viento perdió su rumbo.
Le pregunté a la distancia
si la meta lograría alcanzar,
mas no supo que responder
y se encogió y alargó
como tango en bandoneón.
Por eso, aunque es mi meta,
me esta doliendo llegar.

jueves, marzo 10, 2011

A ti. Sí, a ti

Todos los dias, al tiempo, al mundo y al viento, con toda mi fuerza, grito y repito:
Te quiero, te quiero

Plus-pluscuanperfecto

Vicente Herrera Márquez

Y fuimos novios… en pretérito imperfecto.
Vivimos apurando los punteros del reloj,
sin aprender a conjugar cabalmente el verbo amar,
tú con horas robabas a códigos legales,
yo con tiempo prestado del banco de la vida.

El poco tiempo que estuvimos juntos
igual se hizo memoria
y lo grabé en el recuerdo
como gran historia de amor.

Todo lo que escribí en aquellos momentos pasados,
hoy, sin cambiar una coma, lo puedo volver a escribir.
Porque aquello que sentí en nuestro tiempo imperfecto
nunca lo he olvidado y hasta puedo asegurar
que en este momento lo siento tan fuerte como ayer.
Y ahora, hoy, quiero volver a conjugar aquel verbo
en presente prolongado, hasta llegar a un futuro perfecto.

Arreando nostalgias

Vicente Herrera Márquez

Llanura inmensa de soledad,
recuerdos que rasgan la cerrazón,
nieve de años bajo el chambergo,
nostalgias dulces de mate amargo.
Arreo de encuentros y desencuentros
y como norte la cruz del sur.

En el pilchero van los recuerdos.
¡Cuantos años carga en su grupa!
tantos que muchos se esconden
y otros tantos se van olvidando,
para que no cargue la pobre bestia
con el pesado pasado ajeno.

Entre el arreo y los pensamientos
se escucha ladrar los perros
buscando un animal que escapa,
al igual que esa mirada esquiva
que al recuerdo no quiere entrar.
El viento arrecia arreando nubes,
la polvareda esconde ojos de ayer

Dos vértices tiene el arreo:
En uno hay rancho, mate y hogar,
muchachos, mujer, tranquilidad.
En la otra punta unos labios rojos
y el brillo de una mirada ansiosa.
El arreo de ovejas va por la pampa,
el piño de nostalgias corre en el alma.

jueves, febrero 17, 2011

27 de febrero, año 2010

Vicente Herrera Márquez

La energía de la tierra por años contenida,
ya no cabía en sus entrañas, era tanta que pujaba.
Pujó, pujó y parió destrucción descontrolada,
por una brecha que abrió entre placas tectónicas
en el sur del mundo entre mar bravío y cordillera altiva.

Se liberó una vez más.
Sí, se liberó y se paseó por Chile como bestia reprimida.
Asolando la noche tranquila,
destruyendo voluntades y esperanzas,
arrasando en el campo las mieses que doraban
y en el mar tragando redes recolectoras del sustento diario.

Se liberó otra vez.
Sí, se liberó y recorrió caminos conocidos,
destruyendo estructuras viejas de adobes y maderos
carcomidos por los años y el tiempo de la historia,
que había olvidado derribar en su pretérita visita,
y también inclinando torres de cemento, sudor y acero
erigidas desafiando al cielo cual débiles Babel.
Luego se envolvió en manto de oscuridad para segar vidas
con implacable guadaña destructora.

Y la tierra se sacudió.
Y la noche con luna creciente, casi llena,
fue cómplice de las fuerzas desatadas
que arrasaron implacables con el fruto
de cuerpos cansados que dormían,
y las ilusiones pintadas con colores futuristas
de inquietos espíritus nuevos que soñaban.
Desde más allá de los límites marcados por los ríos,
Mapocho por el norte y Biobío por el sur,
en madrugada sabatina de 27 de febrero,
mes aún vestido con ropas veraniegas y color de vacaciones,
se sintió el ondular crepitante de la tierra
y la furia irascible de las olas.

Y el mar se encabritó.
Y la aguas recogidas se alzaron en olas destructoras,
hambrientas de pueblos costeros
que se reponían del sueño interrumpido por las sacudidas
que produjo el iracundo enojo de la tierra.
Y ávidas cual gárgolas coléricas se esparcieron por las playas
cobrando el tributo por la pesca y el trabajo de una vida.
Engullendo casas, lanchas, botes, redes,
fábricas, usinas, plazas, parques y años de construir hogares.
Y como hydra iracunda, de mil cabezas,
arrastrando a sus entrañas cuerpos plenos de vigor.

Y la naturaleza se enojó.
Se enojó y siguió sacudiendo campos y ciudades,
asolando todo con saña desatada.
Derrumbando escuelas y jardines infantiles.
No respetó iglesias ni hospitales.
Arrastró, ciega, autos caros y pobres carretas;
mansiones con jardines y viviendas proletarias.
No discriminó, fue democrática. ¿Acaso fue justa?
Se ensaño y le quitó al rico y al pobre por igual

Y brotaron alimañas.
Sí, de entre los escombros y lamentos brotaron alimañas,
que al igual que buitres hambrientos se regocijaron
en la destruida propiedad ajena
y como vampiros sedientos bebieron
de la sangre magullada del hermano.
Brotaron de las grietas de la tierra y de las rendijas sociales,
cubriendo con una mancha de tinta oscura
las blancas páginas escritas por un pueblo sufrido y laborioso.

Y renació la esperanza.
Sí, renació la esperanza, y pronta renació la esperanza.
Desde los extremos geográficos del largo país
y desde los extremos sociales y políticos del angosto país,
surgió un grito de unión y un llamado solidario.
Todos olvidaron diferencias, todos cooperaron y todos trabajaron.
Y al unísono con el temblar de la tierra latieron corazones.
Y hoy la destrucción deja pasos a cimientos más firmes
y estructuras tejidas con buen acero y normas respetadas,
que puedan resistir, en dos o tres décadas más,
el próximo aborto de la furia que contengan las entrañas de la tierra.

sábado, febrero 12, 2011

Que no se apague el fuego

Vicente Herrera Márquez

Ponle leña al fuego, no lo dejes apagar.
Mientras las brasas crepitan
los recuerdos se van hilando
y en los telares del tiempo el pasado van tejiendo.

Ponle leña al fuego, que no se apague la luz.
Ayuda a las llamas, que rasguen la oscuridad,
que rompan las penumbras e iluminen los senderos,
y no tropiecen los fantasmas que vienen del ayer.

Ponle leña al fuego que no se extinga el calor,
para que aquel que llegue con la noche fría
desentuma la memoria, se acuerde de recordar
y nos cuente con ardor las vivencias de su andar.

Ponle leña al fuego que dure hasta el amanecer
que no se apaguen los leños ni las brasas del pasado,
que no se hagan cenizas ni tizones del rescoldo,
que se mantengan ardiendo para iluminar el presente.

Ponle leña al fuego, que se haga verano el invierno
que las nieves de las sienes se hagan ríos de recuerdos
y no permitan que el frío congele las vivencias,
que en estos tiempos viejos nos renuevan la juventud.

jueves, febrero 03, 2011

Extraños y extranjeros

Vicente Herrera Márquez
Me nombras con rabia extranjero.
¿Por qué?
¿Será que mi piel es de matices más claros u oscuros,
distintos al color de tus ojos y la ropa que vistes?
¿Por qué te devuelves con desprecio a mirarme?
¿Por qué me mides de arriba hasta el suelo?
¿Acaso medimos distinto?
¿O tu piso está más alto que el mío?
¿Será porque hago el trabajo que a ti te denigra?
¿Será porque vivo más allá del margen de tu ciudad?
¿Será mi acento, mi ropa sencilla?
¿Será mi olor, mi vergüenza, mi forma de hablar?
¿Serán mis creencias, a veces a las tuyas iguales?
¿Será que temes al misterio que traigo de tierras remotas?
¿O será que piensas que soy más que tú?

Te cuento.
¿Quieres que te cuente?
Te cuento:
Mi país no es peor que el tuyo,
tampoco es mejor,
es distinto.
Yo no soy menos que tú,
tú no eres más que yo,
somos distintos.
Es cierto, hay distancias.
Entre lo negro y lo blanco, hay grises.
Entre conocimiento e ignorancia, hay voluntades.
Entre opulencia y carencia, hay dinero.
Entre ser y querer ser, hay esperanzas y sueños.
Eso también nos hace distintos.
Así es, no somos iguales, pero en el fondo
y no tan al fondo, todos somos casi iguales.
Porque la verdad sea dicha y me duele decirlo,
en mi tierra lejana, ni peor ni mejor, pero distinta a la tuya,
si un día cualquiera tú llegas a ella,
también con rabia te dirán extranjero.
Ya lo ves, no eres tú, no soy yo.
¿La verdad?
Todos somos extraños y extranjeros.

sábado, enero 29, 2011

El peso de los elementos

Vicente Herrera Márquez

Hoy pesa
el aire que respiro.
Hoy pesa
el fuego que encendimos.
Hoy pesa
el agua que del cántaro bebimos.
Hoy pesa
la tierra que pisaron nuestros pies.
Hoy pesan
las caricias que fueron y se fueron.

Igual pesa el sendero
que recorro buscando tus huellas
También pesan los hitos
que dejamos a la vera del camino.
Pesa la historia,
pesa la distancia,
pesa el silencio,
pesa el ruido,
pesan los recuerdos...
y pesa el olvido.

Quiero bailar con vós

Letra para Tango de: Vicente Herrera Márquez

Aunque triste esta mi alma,
con compás y cadencia tanguera,
quiero bailar este tango,
pero bailarlo con vós.
Quiero sentir alegría
apretando tu mano en la mía,
en mi espalda sentir tu caricia
y en las vueltas del baile,
mirarme en tus ojos mi amor.
Quiero sentirte en mis brazos,
decirte un sonoro te quiero,
rozar con la mirada tus labios
y danzar en un cuerpo al compás.
No pensés, vení bailá conmigo,
oí la invitación de la orquesta,
no le hagás caso a miradas,
olvidáte de esos temores
y dejá que mande el corazón.
Quiero que haciendo un ruedo,
todos digan al vernos bailar:
Aprendan, así se baila el tango
y así se vive el amor.

Amorviento

Vicente Herrera Márquez

Nací en el viento y este me alimentó,
curtió mi piel, me enseño a rodar y caer.
También me regaló fuerzas para pararme,
y me dio abecedario para traducir su idioma.
Para el largo viaje me dio un calendario,
con días rojos de calma y otros negros de furia.
En el docenas de fechas marcadas.
Hay lunes de gloria y los hay de dolor.
Martes ciñendo laureles, otros espinas.
Miércoles de billetes y otros juntando centavos.
Jueves de luces brillantes y ¡Cuántos de oscuridad!
Viernes prometedores y viernes de perdedor.
Sábados de descanso y otros agotadores.
Domingos de desazón y cientos con mucho amor.
El almanaque en el trayecto se cumplió,
lo bueno, lo malo, lo dulce y lo amargo se fue dando.
No aprendí lo que es derrota, tampoco lo que es triunfo.
En el camino solo aprendí a vivir, gozar, sufrir y amar.
Viví tropezando y cayendo, pero viví.
Gocé de lo bueno, no lo tuve todo, pero gocé.
Sufrí con dolor del alma y el cuerpo, pero seguí.
Y amé.
Sí, amé.
Con cuerpo, con alma, con esto, aquello, con todo.
Amé.
Pero hay una fecha marcada que no sé lo que es.
Hay una marca que indica meta final.
No la entiendo, pues dice volver al principio.
Sí, volver al principio, volver a empezar,
y asegura que allí en esa remota estación
unos ojos muy claros me van a esperar,
unas manos tiernas me darán todo el calor,
unas palabras suaves me enseñaran más letras
y unos labios dulces, muy dulces, aplacaran mi sed.
¿Serás tu viento furioso quien me esperará,
disfrazado con traje de apacible brisa?
¿Serán mis ancestros de raza y color,
con atuendos antiguos y paisajes de ayer?
¿Será la postrera musa que inspire el verso final,
vestida con sedas, harapos y letras de amor?
¿Será aquella señora que todos pintan negra
y que siempre espera en el tramo final?
¿O será mi espíritu que se sintió engañado
y vuelve gastado y cansado al punto de origen,
buscando encontrar un nuevo calendario?

miércoles, enero 12, 2011

A veces...

Vicente Herrera Márquez

A veces fui sabio y a veces ignorante
A veces omnipotente y otras insignificante
A veces conquisté imposibles y a veces perdí certezas
A veces fui intrépido y muchas pusilánime
A veces esperé días largos y desesperé noches sin fin.
A veces tus besos quemaban
A veces tu piel era abrigo de invierno
A veces tus palabras eran mi aliento
A veces mi casa era tu refugio
A veces mi cama era tu nido
A veces...

El tiempo no dirá nada

Vicente Herrera Márquez

No tengo la fuerza para desafiar a alguien,
tan solo tengo palabras que escribo y las digo.
No tengo las letras para retar a un poeta,
unas pocas palabras que torpes dicen: Te quiero.
No tengo los puños del hombre de acero,
sí, poseo dos manos gastadas que entregan caricias.
Mi baraja la juego como un tahúr de la vida,
pero entre sus cartas no llevo ninguna marcada.
Solo transito, a la suerte, buscando un destino.
Toco puertas que se abren y pronto se cierran,
escondiendo los ojos que quiero encontrar.
Cuando alguna de tantas permanece entreabierta
arrojo una carta por si alguien la quiere leer.
Después que la leen la puerta se vuelve a cerrar,
dejando un mensaje diciendo que el tiempo dirá.

Vida, no esperes que el tiempo hable.
El tiempo nunca dirá nada, es tan solo un testigo
mudo, ciego, insensible, sin reloj ni calendario.
Los sentimientos los dicta el alma,
el corazón sin pensarlo en dos por tres los redacta
y antes que salga el sol, al viento lo gritan los labios.
Por eso vida no digas: dejemos que el tiempo diga.
Pueden terminar los días y el tiempo no dirá nada.

No soy poeta, solo hablo de amor

Vicente Herrera Márquez

Quizás tengas razón,
y en mis versos no haya rima, poesía ni color.
Para ti no soy maestro, ni poeta, tampoco arquitecto de sintaxis.
Es posible que así sea y de acuerdo contigo puedo estar.
Yo solo se que en mis palabras siempre pongo el corazón.
Y aunque digas que es destemplada mi asonancia,
se muy bien que todo lo que hago y lo que digo, lo escribo para ti.
Para escribirte a ti mujer no requiero ser poeta de renombre,
haber escrito libros o mostrar impreso un curriculum de escritor,
ni estar en letras dibujado en marquesinas de los teatros de la vida.
Solo necesito soñar, pensar, sentir, decir y de ti estar enamorado.

Ayer estuve leyendo desde la a hasta la zeta el libro que te he escrito
y es cierto me doy cuenta, reconozco, tienes toda la razón,
de verdad no hay poesía, no, en apariencia no la hay.
Pero tú lo sabes y todo el que los lea cuenta se dará
que esos versos simples y sencillos solo te hablan de mi amor.

¿Hablar o escribir?

Vicente Herrera Márquez

Mozo ponga una botella y traiga dos o tres copas para ver si alguien quiere conversar.
Pensando un poco mejor y dejando el vino de lado, puede ser que aquellos
con quienes podía, podría, pude o puedo hablar ya no están, están lejos, o yo los alejé.
Algunos por que se han muerto, como mi hermano Humberto y mi amigo Hugo.
Otros por que están distantes, el tiempo los alejó o el sistema puso barreras.
Compañeros de etapas de la vida que tomaron otros caminos, caminos a otro lugar.
Muchos que avanzaron a otras etapas y otros que en alguna se quedaron.
Amigos de circunstancias que se alejan, quizás, obligados por circunstancias.
Novias de juventud, unas quedan en el recuerdo y otras se fueron con la juventud.
Amantes que me quisieron, pero hoy están con amantes que supieron amarlas más.
Compañeros de trabajo, con los cuales la amistad parece que no la trabajé muy bien.
Esposas que no supe comprender, aunque yo digo, que el incomprendido fui yo.
Hijos que abandone en una esquina importante del camino y sin volver seguí el camino.
Hijas que no son hijas y que la vida aleja, hijas que me quieren y no las supe querer.
Ni las voces de internet me quieren acompañar tan solo me voy enredando en la red.
O sea con vino o sin vino aunque quiera yo hablar, interlocutor no voy a encontrar.
Por lo tanto no me queda otra que escribir y eso voy a hacer, escribiré para hablar.