jueves, abril 19, 2007

El camino y el molino

Vicente Herrera Márquez

¿Qué hay más difícil que un sendero de piedras?

¿Qué más hiriente que un camino con espinas?
¿Qué hay más mortal que una calle asfaltada?
¿Y qué puede ser más latoso que carretera sin fin?
Los prefiero antes que un camino en las nubes,
dibujado con aire en planos de ensueños
y cubierto de espuma y blanco algodón.
En las nubes me hundo, me ahogo, me pierdo;
también me hieren, me matan el hielo y el sol,
y el viento me arrastra como gotas de niebla
que el granizo transforma en granos de sal.
En cambio las piedras prueban mis fuerzas,
aunque tropiece y me caiga cien veces.
Las espinas rasgan mi ropa y laceran mi vanidad,
esas heridas son las que van educando el orgullo,
van dando historia a mi vida y van curtiendo la piel.
Las calles de asfalto en invierno son frías,
en verano parrillas que achicharran los pies,
pero en ellas con fuerza y rostro sin trapos
puedo exponer, reclamar y gritar libertad.
Y en esa cinta infinita de carretera sin fin,
imaginando puedo trazar mil desvíos
y en ellos soñar, buscar y elegir mi destino;
fundar paradas, descansos y albergues
hasta llegar, aunque cansado, a la meta final.
En las nubes puedo erigir castillos hermosos,
pero etéreos que pronto como el vapor se diluyen.
En cambio en la vera de la calle de mi pueblo
fundaré los cimientos de la morada de tus sueños.
El camino de espinas hirientes y resecas
lo transformaré en avenida de rosas rojas para ti.
Con las piedras que entorpecen el andar por el sendero,
mis manos serán artífices de un molino y un canal.
El canal que traerá el agua para regar el trigo y el maíz,
las vides, el forraje, la huerta y las rosas del jardín.
Y en el molino haremos del grano blanca harina,
para alimento del vecino, del amigo, de los hijos
y de los hijos de los hijos que vendrán.

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