Estos días de sol estival camina el jardín por
la mañana, imagínate en vuelo igual que una libélula; en raid rasante viaja a
través de la hierba, elévate y pósate en la verde copa del roble, y recordaras
tu niñez.
Continua batiendo las alas en vuelo imaginario,
detente en las rosas multicolores y en las florecillas de la enredadera y los almendros;
embriágate con su aroma y vendrán a ti perfumes de juventud.
Sigue volando libélula y descansa en esa hoja
en blanco que está en el escritorio; anota en ella el nombre de cada una de las
flores y de los árboles del jardín, y veras en esa hoja danzar los romances de
tu vida.
Vuela, vuela libélula, hasta alcanzar el atril
donde te está esperando el bastidor con tela, para que en ella derrames los
colores de las rosas, el verde del roble y de la hierba; con esos matices te
darás cuenta que estas pintando los momentos de tu vida actual.
Y ahora libélula vuelve a ser mujer, entona una
canción de tu tierra madre y baila, baila una ronda de esperanza, disfruta el
sol de hoy y mirando al este, te aseguro que verás también el sol de mañana y
el de todos los veranos que vendrán.
Suma y te darás cuenta que la vida no es tan
mala, vale la pena hacer esfuerzos y vivirla con todos los colores del
espectro: los fijos y los variables, los opacos y los brillantes, los fríos y
los cálidos y sobre todo aquellos que te den tranquilidad y esperanzas bellas.
Y si a eso le sumas una porción de amor, tendrás en tu cielo un arcoíris.
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