jueves, abril 19, 2007

Mujer en letras

Vicente Herrera Márquez

Estoy pensando en ti,

te imagino escribiendo tu historia,
corrigiendo algún cuento de niños,
narrando los hechos de un pueblo,
estampando en un libro senderos andados
o agregando una coma a un poema de amor.

Vuelo y pienso en palabras,
que brotan cantando de una pluma sutil
y las vas transformando en estrofas
de lindas vivencias que quieren volar,
mientras el viento espera en tu puerta
mil cientos de páginas repletas de amor.

Te veo cumpliendo un sueño,
hilando oraciones que tramas en versos,
recordando secuencias de horas vividas,
con dulces promesas y amargas mentiras
o metas cumplidas, romances y fruto de amor.

Te pienso y te veo escribiendo,
narrando pasados y soñando esperanzas,
poniendo en letras pasajes de vida y dolor,
inventando la historia de un árbol solitario,
entretejiendo un mundo de magos y amantes
o poniendo fin a un poema de amor.

Desnuda de luna

Vicente Herrera Márquez


Llegas noche a noche
con trajes distintos,
pero siempre vestida de luna.
Si ella es menguante
cada día que pasa
tu falda se alarga.
Cuando llega a nueva
vienes misteriosa,
vestida de gala y cubierta de negro,
con sedas y encajes para noche larga.
En tanto va creciendo
tu falda se acorta, se acorta,
mientras que tus piernas
se alargan, se alargan.
Y cuando ella es plena,
¡Aaay! Cuando ella esta llena
vienes hermosa,
corriendo desnuda,
ofreciendo a mis manos
la piel de la luna.

El camino y el molino

Vicente Herrera Márquez

¿Qué hay más difícil que un sendero de piedras?

¿Qué más hiriente que un camino con espinas?
¿Qué hay más mortal que una calle asfaltada?
¿Y qué puede ser más latoso que carretera sin fin?
Los prefiero antes que un camino en las nubes,
dibujado con aire en planos de ensueños
y cubierto de espuma y blanco algodón.
En las nubes me hundo, me ahogo, me pierdo;
también me hieren, me matan el hielo y el sol,
y el viento me arrastra como gotas de niebla
que el granizo transforma en granos de sal.
En cambio las piedras prueban mis fuerzas,
aunque tropiece y me caiga cien veces.
Las espinas rasgan mi ropa y laceran mi vanidad,
esas heridas son las que van educando el orgullo,
van dando historia a mi vida y van curtiendo la piel.
Las calles de asfalto en invierno son frías,
en verano parrillas que achicharran los pies,
pero en ellas con fuerza y rostro sin trapos
puedo exponer, reclamar y gritar libertad.
Y en esa cinta infinita de carretera sin fin,
imaginando puedo trazar mil desvíos
y en ellos soñar, buscar y elegir mi destino;
fundar paradas, descansos y albergues
hasta llegar, aunque cansado, a la meta final.
En las nubes puedo erigir castillos hermosos,
pero etéreos que pronto como el vapor se diluyen.
En cambio en la vera de la calle de mi pueblo
fundaré los cimientos de la morada de tus sueños.
El camino de espinas hirientes y resecas
lo transformaré en avenida de rosas rojas para ti.
Con las piedras que entorpecen el andar por el sendero,
mis manos serán artífices de un molino y un canal.
El canal que traerá el agua para regar el trigo y el maíz,
las vides, el forraje, la huerta y las rosas del jardín.
Y en el molino haremos del grano blanca harina,
para alimento del vecino, del amigo, de los hijos
y de los hijos de los hijos que vendrán.

Pasajero del tiempo

Vicente Herrera Márquez

Busco en las palabras de tu prosa de recuerdos

de que puntos cardinales brotaron las corrientes,
que a tu abecedario le enseñaron letras de dolor
y a tus esperanzas las vistieron con tristezas.
Quiero adivinar de que dimensión del tiempo
llegaron señores con disfraz de enamorados,
que robaron el amor guardado en tus entrañas
y dejaron tu alma en solitario bebiendo soledad.

Quiero ser el cazador que pueda abrir la jaula
que te tiene prisionera en esa cárcel de lamentos,
o también el pasajero al que llames de tu reja
para darle la clave tatuada en un pliegue de tu piel,
la que abre esa celda que forjó tu orgullo herido
y escondes en un rincón cubierta de negra oscuridad.
La que pudiendo te niegas a abrir por propia voluntad
creyendo que todo terminó al igual que aquel amor.

Quiero ser el tiempo que conoce tus desdichas,
para encontrar la entrada al laberinto de tu mente
a descifrar el misterio que te embarga y te corroe;
para recorrer los caminos que corriste enamorada
cuando algun señor errante conquistó tu corazón;
para vagar los desiertos regados por tus lágrimas
derramadas llamando a aquel que un dia se alejó;
para hundirme en el océano buscando tu velero
y rescatar de él las páginas que tienen la verdad.

lunes, abril 02, 2007

Andenes olvidados

Vicente Herrera Márquez

Veo códigos que se imprimen,

oigo murmullos de madrugada,
leo letras sin remitente,
que adornan alguna página…
En las carillas que escribo versos,
descifro todo a mi manera,
pero quiero saber que dicen…

Desde un andén centenario
escribo todos los días
esperando que se aleje
el oscuro tren del silencio,
para que se lleve tristezas
y deje libre los rieles.
por donde espero que llegue
la que están llamando mis letras,
en ese tren que viene volviendo
de un largo viaje de ausencia.
Por eso soy guardavías que vive
cuidando que la estación no muera,
y también haciendo esfuerzos
para que no se oxiden los rieles
esperando que envejezca el tiempo.

En un anden olvidado
sigo escribiendo memorias,
tratando de descifrar
y poder entender tus códigos,
queriendo que llegue el día
que te regrese de ausencias,
hasta este andén de la espera
que muere entre tiempo y viento,
estirando la esperanza incierta
de que se asome algún tren.

Búscala en la estación

Vicente Herrera Márquez

Tu que temprano lees mis letras,

te pido que memorices una oración muy corta,
que es solo de un nombre más dos palabras
y luego salgas a buscarla y se las digas a ella.
Por favor, corre avenidas y calles del pueblo,
búscala en todas las plazas y el parque,
puede estar en su casa o esperando colectivo;
en una oficina, en la escuela o en cualquier lugar;
puede ser en el correo o en la vereda del frente;
por un CAMINO, también en todas las RUTAS.
Si no la encuentras ve a la vieja estación,
súbete en el anden y grita fuerte su nombre,
es posible que desde allí, ella te pueda oír,
transmítele mi frase de tres palabras
y dile que en ese andén hoy y mañana la esperaré.

Puede ser en primavera

Vicente Herrera Márquez


Puede ser en primavera, puede ser,
mientras escribas un verso,
estés tarareando la vida
o reordenando pasados.
Un dia de octubre nublado,
con sentimientos latentes,
con ilusiones truncadas
o con ansias de renacer.
Puede ser en primavera, puede ser,
después que pase el otoño,
haya transcurrido el invierno
y derretido la escarcha.
Un dia cualquiera de octubre
el uno, el dos, el tres o el seis
con añoranzas pasadas
o con esperanzas y sueños.
Puede ser en primavera, puede ser,
cuando germinen mil semillas,
cuando nazcan cien pichones
o cuando irrumpa una flor.
Un dia de octubre con sol,
con brisa tibia del norte,
con soplo fresco del sur
o con viento tronador.
Puede ser en primavera, puede ser,
¡Pero falta! ¡Pero falta tanta espera!

Mi silencio por tu voz

Vicente Herrera Márquez

Querría que mi pluma tuviera la fuerza de un portento,

que pudiera escribir las justas palabras necesarias,
para que rompieran aunque sea por instantes
esa fría, injusta y alienante barrera de silencio.
Daría los mejores días de la vida que me queda
tan solo por sentir que tus dedos rozaran mis mejillas,
por que tu mirada se detenga por segundos en la mía,
y ver en tus labios dibujadas las letras de mi nombre.
Soplaría mi aliento en contra del viento persistente,
para que sus remolinos no enredaran tu cabello
y lo mecieran suavemente como las rubias espigas
que cubren ondulantes las praderas araucanas.
Querría que mi pluma pudiera romper la indiferencia
que hace lentas e insípidas las horas del reloj
transformando esta espera en ráfagas silentes,
portadoras de soplos de olvido y tormentas de agonía.
Ya no se si es hoy, es mañana o aún estoy en el ayer,
mi visión esta nublada pero la razón se niega a la locura.
Sería capaz de recorrer con mis lerdos pies cansados
la distancia que prolongas con el mutismo de tu voz.
Estoy dispuesto a silenciar la insistencia de mis letras,
a enmudecer y borrar los lamentos de mi pluma
y olvidar que la vida me enseñó a decir con la escritura,
si tan solo pronunciaras mil y una palabras para mi.