miércoles, febrero 22, 2012

27 de febrero, año 2010

Vicente Herrera Márquez

La energía de la tierra por años contenida,
ya no cabía en sus entrañas, era tanta que pujaba.
Pujó, pujó y parió destrucción descontrolada,
por una brecha que abrió entre placas tectónicas
en el sur del mundo entre mar bravío y cordillera altiva.


Se liberó una vez más.
Sí, se liberó y se paseó por Chile como bestia reprimida.
Asolando la noche tranquila,
destruyendo voluntades y esperanzas,
arrasando en el campo las mieses que doraban
y en el mar tragando redes recolectoras del sustento diario.

Se liberó otra vez.
Sí, se liberó y recorrió caminos conocidos,
destruyendo estructuras viejas de adobes y maderos
carcomidos por los años y el tiempo de la historia,
que había olvidado derribar en su pretérita visita,
y también inclinando torres de cemento, sudor y acero
erigidas desafiando al cielo cual débiles Babel.
Luego se envolvió en manto de oscuridad para segar vidas
con implacable guadaña destructora.

Y la tierra se sacudió.
Y la noche con luna creciente, casi llena,
fue cómplice de las fuerzas desatadas
que arrasaron implacables con el fruto
de cuerpos cansados que dormían,
y las ilusiones pintadas con colores futuristas
de inquietos espíritus nuevos que soñaban.
Desde más allá de los límites marcados por los ríos,
Mapocho por el norte y Biobío por el sur,
en madrugada sabatina de 27 de febrero,
mes aún vestido con ropas veraniegas y color de vacaciones,
se sintió el ondular crepitante de la tierra
y la furia irascible de las olas.

Y el mar se encabritó.
Y la aguas recogidas se alzaron en olas destructoras,
hambrientas de pueblos costeros
que se reponían del sueño interrumpido por las sacudidas
que produjo el iracundo enojo de la tierra.
Y ávidas cual gárgolas coléricas se esparcieron por las playas
cobrando el tributo por la pesca y el trabajo de una vida.
Engullendo casas, lanchas, botes, redes,
fábricas, usinas, plazas, parques y años de construir hogares.
Y como hydra iracunda, de mil cabezas,
arrastrando a sus entrañas cuerpos plenos de vigor.

Y la naturaleza se enojó.
Se enojó y siguió sacudiendo campos y ciudades,
asolando todo con saña desatada.
Derrumbando escuelas y jardines infantiles.
No respetó iglesias ni hospitales.
Arrastró, ciega, autos caros y pobres carretas;
mansiones con jardines y viviendas proletarias.
No discriminó, fue democrática. ¿Acaso fue justa?
Se ensaño y le quitó al rico y al pobre por igual.

 
Y brotaron alimañas.
Sí, de entre los escombros y lamentos brotaron alimañas,
que al igual que buitres hambrientos se regocijaron
en la destruida propiedad ajena
y como vampiros sedientos bebieron
de la sangre magullada del hermano.
Brotaron de las grietas de la tierra y de las rendijas sociales,
cubriendo con una mancha de tinta oscura
las blancas páginas escritas por un pueblo sufrido y laborioso.

Y renació la esperanza.
Sí, renació la esperanza, y pronta renació la esperanza.
Desde los extremos geográficos del largo país
y desde los extremos sociales y políticos del angosto país,
surgió un grito de unión y un llamado solidario.
Todos olvidaron diferencias, todos cooperaron y todos trabajaron.
Y al unísono con el temblar de la tierra latieron corazones.
Y hoy la destrucción deja pasos a cimientos más firmes
y estructuras tejidas con buen acero y normas respetadas,
que puedan resistir, en dos o tres décadas más,
el próximo aborto de la furia que contengan las entrañas de la tierra.

lunes, febrero 20, 2012

Traía caminos en sus pies cansados

Vicente Herrera Márquez

Traía escritos de historias vividas
y huella de tiempo marcada en el rostro.
En sus ojos había sol de otrora veranos
y lluvia de inviernos pasados.
Su voz era melodía de primavera dormida
y letanía de otoño de ayer.
Sus manos urdían tejidos humildes
con hilos de caricias teñidos de olvido.
Tenía un andar cansino,
llevaba los pies envueltos en caminos perdidos.
En su barba manchada con nieve de inviernos
escondía sonrisas y muecas de hastío.
Traía en su mochila libros virtuales
repletos con versos de romances antiguos.
Traía un viejo teclado con letras gastadas
en muchos te quiero de amores vividos.

Traía la caricia de la brisa adolescente
y la furia del viento iracundo de la madurez.
Traía en su maleta pergaminos amarillos
y cuadernos ajados repletos de palabras.
Traía tiempos de laureles y aplausos,
también momentos de desprecio y rechifla.
Traía historia con verbos conjugados
y poemas paridos en horas de angustia.
Traía geografía en sus pies cansados
y senderos abiertos con brazos prestados.
Traía su tiempo, su espacio, sus hijos,
sus mujeres, sus logros y también fracasos.
Traía un camino con meta cumplida,
pero aún así unas cuantas valijas vacías.
En mil poemas, en cien novelas,
traía centurias de días vividos
Y en pocas palabras… traía un ensayo vida.

Banderas

Vicente Herrera Márquez


Bandera = Símbolo de país, estado, pueblo, patria y nación

La bandera de un país o estado debe contener en ella todas las banderas  de las naciones  y patrias de los pueblos que habitan dentro de sus fronteras e incluso de aquellos que las circunstancias los obligaron a emigrar.

©Derechos Reservados.

La pluma y el teclado

Vicente Herrera Márquez


Mi pluma se durmió en laureles pasajeros y se olvidó de buscar eternidad.
Se embriagó con ambrosía efímera y no quiere espantar la borrachera.
Se vistió de halagos temporales creyéndolos atuendos propios y perpetuos.
Se hundió en la locura producida por aplausos de ocasión en ferias de la vida
y se perdió en largos  periodos sabáticos, dejándole las letras al teclado.

Mi  pluma es un apéndice de mi mano e instrumento de mi cerebro,
es compendio de mis sentidos e intérprete deslenguada de mi espíritu,
pero se olvidó que quienes me dieron el lenguaje la pusieron en mis manos para escribir.
El teclado solo escribe lo que dicta mi conciencia, en cambio la pluma hurga en mi inconsciencia
e inventa palabras y conceptos que no están en diccionarios ni en memorias virtuales.
El teclado es obediente como un perro, que ante un estímulo o una orden  repite lo enseñado,
al contrario la pluma tiene la independencia,  la libertad y la insolencia de un gato callejero.
El teclado tiene cien formas de letras, estilos, tamaños y colores en un disco y nada más,
en cambio la pluma garrapatea los impulsos de mi mano, según lo dicte mi razón o mi locura.
El teclado queda inerte si el viento corta los cables o la pila consumió su carga,
también si no he pagado la cuenta de electricidad, lo cual muchas veces suele ocurrir,
mientras la pluma solo depende de mi voluntad  o mi propia y eventual borrachera.
Mi pluma por momentos fue bolígrafo, un lapicero, un lápiz de grafito o una pluma de avestruz
y  siempre aunque yo estuviera borracho, enamorado o despechado, escribía cuanto yo quería,
en cambio hoy se cree más importante que yo y hoy, ebria, se declaró en huelga indefinida.
Por lo tanto desde hoy tendré que usar el teclado y tratar de pensar como mi pluma.

 ©Derechos Reservados.

¿Por qué escribo?

Vicente Herrera Márquez



7Escribo porque de niño aprendí a hacerlo y creo saber escribir.
Escribo porque siento la necesidad de hacerlo.
Escribo porque al hablar se me enredan y olvidan las palabras.
Escribo porque pienso que las palabras se las lleva el viento.
Escribo porque con ello rindo tributo a quienes me enseñaron a escribir.
Escribo para contar y  decir a mis nietos lo que nunca les conté y dije a mis hijos.
Escribo porque las palabras escritas tienen alas y llegan a confines remotos y escondidos.
Escribo porque quiero decir en forma escrita lo que omití decir con palabras desde una tribuna.
Escribo para pedir perdón a quienes no me atrevo a enfrentar y  pedirlo mirándolos a los ojos.
Escribo porque quiero decirle a una mujer que la quiero y la amo con todo lo que tengo y puedo.
Escribo porque afortunadamente dispongo del medio como hacerlo: papel, lápiz y un teclado.
Escribo porque al tiempo le robo tiempo y también,  él, me regala minutos para hacerlo.
Escribo porque puedo.
Escribo porque quiero.
Escribo porque siento.
Escribo porque vivo.
Escribo porque estoy.
Escribo porque creo que aunque yo no esté mis letras aún estarán y alguien las leerá.
Y por último, sinceramente pienso que solo escribo,  para vivir algunos años más que mi voz,
o mejor dicho y sin tapujos digo la verdad: yo busco la fama y mi otro yo la eternidad .

 ©Derechos Reservados.

La edad de los años

Vicente Herrera Márquez


¿Importa de algo que pasen los años?
¿Pesan?
¿Estorban?
¿Fueron malos ratos?
¿O acaso fue tiempo perdido?
¿Importa?
Para nada importa si los sabes llevar.
¿Y cómo llevarlos?
Muy fácil:
Que no sean carga, sino incentivo.
Que no sean estorbo, sino memorias.
Que no sean malos ratos, sino vivencias.
Que no sean tiempo perdido, sino experiencia.
Que no sean cien letras dispersas, sino un poema.
Que no sean mil palabras vanas, sino un gran libro.
Que no sea una suma de años, sino un tiempo de vida.

 ©Derechos Reservados.

¿Por qué yo, por qué todo?

Vicente Herrera Márquez


¿Porqué
la lluvia,
la nieve,
la escarcha y el viento?
¿Y por qué el arcoíris y la aurora boreal?
¿Porqué
el fuego,
el terremoto,
el maremoto y el volcán?
¿Y por qué la brisa tibia y el sol que da vida?
¿Porqué
el rio,
el mar,
la tempestad y el tornado?
¿Y por qué la calma apacible y la mar en calma?
¿Porqué
la insolencia,
la indolencia,
la desidia y la impaciencia?
¿Y por qué la paciencia que soporta y aguanta?
¿Porqué
la codicia,
la avaricia,
la soberbia, y la violencia?
¿Y por qué la venda en los ojos de la Señora Justicia?
¿Por qué yo, tú, el, nosotros, ustedes y ellos?
¿Por qué?
¿Por algo, por todo, por nada?
¿Por qué?

©Derechos Reservados.

viernes, febrero 17, 2012

Tiempo de retorno

Vicente Herrera Márquez

Te fuiste una mañana clara de septiembre,
cegada por el brillo atrayente de la aurora.
Batiste tus alas sedientas de otros cielos
y enfilaste tu juventud directo a las alturas.
No te importaron, ni escuchaste los llamados,
de aquellas aves con mas vuelos en sus alas.
No pensaste en raíces, en lazos ancestrales,
ni siquiera lamentaste el abandono del regazo.

El tiempo y muchas cartas ya han pasado,
imagino que tu nido ya rebasa de cansancio.
Cuando sientas cerca el invierno tempranero;
cuando el peso pliegue tus alas escarchadas
y el brillo de tus plumas no sea como ayer;
no lo pienses y comienza el vuelo de volver.
No importa como vengas, tampoco lo que traigas,
no te preocupes de discursos ni presentes,
no pongas lamentos ni clemencia en tus palabras,
en la vida no hay culpables ni dueños de verdad.
Solo ven con tu tesoro: el pasado y tus pichones,
el nido materno conserva el espacio que dejaste
cegada por el brillo atrayente de una aurora.
Hoy son menos las caricias que te van a recibir
solo son dos brazos y manos de hombre viejo,
pero que tienen el calor que tu madre te dejó.

martes, febrero 14, 2012

¿Te acuerdas de mí?

Vicente Herrera Márquez

Soy aquel que te encontró leyendo poesías en un banco de la plaza.
Soy aquel que te acompaño a buscar letras por avenidas de internet
y quizás fui tu poeta en algunas noches sin luna, en noches de soledad .
Sí, soy aquel que te escribió versos sinceros pero llenos de amor.

¿Te acuerdas de mí? ¿Aún no?
Soy aquel que temeroso te preguntó si podía caminar por tu sendero.
Soy aquel que le tomaste la mano cuando la noche fue un manto negro,
y un tropel de fantasmas invadió el espacio de tus palabras y letras.
Sí, soy aquel que te acompañó en la travesía del desierto de sal y ausencia.

Soy aquel que llegó en una brisa y fue ventarrón caliente en tu vida.
Soy aquel que te dijo: me gusta tu mirada y me embriaga tu sonrisa.
Soy aquel que durmió y soñó en tu sala y luego vivió en tu cama.
Sí, soy aquel que contigo aprendió las letras y te escribió un libro de poemas.

¿No te puedes acordar?
Soy aquel que dejaste olvidado en una estación de trenes,
cuando fuiste tras un poeta pintor que tapizó un sendero de letras para ti.
Soy aquel que dejaste sediento de besos en un parador olvidado.
Sí, soy aquel que aún espera que vuelvas en el mismo tren que te alejó.

¿Si me acuerdo de ti?
Sí, me acuerdo muy bien, eres la muchacha hermosa que encontré leyendo poesías en un banco de la plaza.

Navidad

Vicente Herrera Márquez

 
Todo niño, rico o pobre, blanco, negro o de otro color, distante o cercano,
en algún lugar del mundo, en su verano o en su invierno espera la Navidad.
La Navidad es la fiesta de los niños y es el regocijo de sus padres.
Es la esperanza de los jóvenes y es el corolario de los viejos.
Es la reunión de la familia y la conjunción de sentimientos.
Es el abrazo de los esposos y el encuentro de los amantes.
Es el inicio del andar y el cruce de los caminos.
Es el balance de un año andado y el proyecto del por venir.
Es el recuerdo y es la esperanza.
Es la partida y es el reencuentro.
Es la promesa y el nunca olvido.
Es el cariño y es el amor.

No solo el niño espera el juguete en el árbol o en el zapato en la ventana.
El joven, el no tan joven y el adulto también esperan:
una sonrisa, una palabra, una caricia, una mirada,
e incluso un juguete para ese niño que todos esconden dentro.

¿Y sabes?
También habemos viejos incrédulos, pero soñadores,
que siempre esperamos algo lindo por Navidad.
 
diciembre 2011

Cuando el olvido

Vicente Herrera Márquez

Cuando el olvido…
Estarán las paredes desnudas
y las páginas escritas quedarán en blanco.

Cuando el olvido…
Las copas estarán vacías
y las palabras dichas no tendrán sentido.

Cuando el olvido…
Los rincones queridos vestirán telarañas
y las ventanas sin vidrios, estarán tapiadas.

Cuando el olvido…
Será insípido el vino y salobre el agua,
estará distante la luna con su luz mortecina,
y será una estela tu aroma extraviado en la noche negra.

Cuando el olvido…
Mi canto será huérfano de encanto,
mis caricias no tendrán destino
y el camino en la distancia se perderá sin rumbo.

Cuando el olvido…
Seré paria del viento que fue mi amigo,
seré recuerdo sin letras de algún romance efímero
y seré rastro borrado en tu camino olvidado.

Sí, es cierto

Vicente Herrera Márquez
 

Si alguien te cuenta que morí en la guerra
u otros te digan que de un infarto me fui,
que morí en una colisión de trenes, en un avión que cayó
o simplemente te digan que no desperté de un sueño.
No lo dudes. Es cierto.
Fue en aquel momento que perdí el camino,
cuando vagaba sin rumbo, perdido, en un bosque de espinos.
Cuando mudo sin letras ni palabras tropecé con un libro vacío.
Cuando el peso de los años quebró la espalda del hombre fuerte de otrora.
Cuando la vida no cumplió las expectativas.
Cuando el camino se borró y se perdieron los rumbos.
Cuando las circunstancias lo estimaron conveniente.
Cuando la vida se mostró como un simple camino a la muerte.
En ese momento morí.
Cómo morí o dónde están mis restos, la verdad no lo sé, pero morí.
Por eso si lo escuchas, lo lees, te lo cuentan
créelo, es cierto, morí.

Caminando

Vicente Herrera Márquez

En la inmensidad de la nada
escribo historia sin tiempo
y en el tiempo de la historia
voy dibujando la vida.
Por los caminos del mundo
voy dejando huellas marcadas
y en las huellas de lo andado
voy encontrando caminos perdidos,
que extravié en el pasado,
cuando impaciente buscaba futuro.

Hoy te quiero contar

Vicente Herrera Márquez

Hoy, aunque haya pasado tiempo, te quiero contar…
¡Tantas cosas te quiero contar!
Contarte que la vida no ha cambiado, sigue siendo la vida.
Por ejemplo, decirte que el norte sigue estando en el norte
y en los mapas se sigue dibujando arriba del sur.
Que la noche sigue llegando después de cada día
y la luna, aún, no muestra esa cara que un día nos mostró a los dos.
Que la lluvia germina praderas y cada tanto da vida al desierto,
y otras veces desborda los ríos destruyendo poblados y sueños.
Que la brisa siempre es brisa y el huracán… huracán,
una acaricia y el otro arrasa los campos de trigo, al igual que ayer.
La cruz del sur está en el mismo lugar en que la vimos aquella noche
y sigue siendo la brújula de los aventureros románticos y errantes.
El calendario sigue trayendo doce meses, lo que cambia es el dígito del año
y tan veloz cambia, que hace tiempo ya es la centuria que juntos soñamos.
Que las rosas rojas de nuestro jardín siempre hablan de amor
y las de otros colores, también habladoras, igual preguntan por ti.
Que aquella plaza verde extraña tu mirada, tu andar distraído
y esa manía tuya de cortar las flores del jacarandá.
Las palomas que buscaban las migas del pan de tu delgadez,
preguntando por tu ausencia piden el alimento que hoy engrosa mi cintura
y el gorrión trina una sinfonía triste con notas de melancolía.

También te tengo que contar que en estos días del ahora de hoy,
los estudiantes, dirigidos por una mujer tan hermosa como tú,
se tomaron universidades, liceos, colegios, avenidas y calles,
buscando aprender lo que el maestro olvidó de enseñar,
abolir el lucro que ensucia la libertad de saber,
y cambiar sistemas caducos que no van con los tiempos de hoy.
Que las minorías ocupan espacios por tiempo negados,
por las cúpulas que solapadas gobiernan y no dejan vivir.
Que la guerra del indio y el huinca persiste en Arauco,
y seguirá sumando batallas y quizás otra centuria de lucha.

Que los países más ricos y con años de historia,
hoy se ahogan en riqueza falsa y gloria olvidada.
Que la diosa blanca y su séquito cautivan jóvenes, perdidos, sin rumbo,
que el sistema desecha y son reclutados por las huestes del dinero sucio.
Que los pobres son cada día más pobres y los ricos más ricos,
porque el pobre tiene sangre viva y el rico la chupa igual que vampiro.
También te cuento que en el parque de nuestro barrio,
un grupo, una tribu o jauría, de muchachos rapados, mataron un ave.
No pude saber de qué color era, pero si se, que era una paloma.

Y te cuento que a pesar de los años del tiempo, alejados,
del espacio que se alarga de tanto andar, sin querer, olvidando;
del ruido moderno que ahoga el murmullo de las esperanzas,
y sin importar el cansancio, la historia, los sistemas y sus consecuencias,
ni tampoco la barba del tiempo, que habita en la cara, el espejo y el alma;
siempre espero el día que vuelvas… porque… porque…
¡Porque nunca te olvido y a pesar de la vida, te sigo queriendo!

Tiempo y distancia

Vicente Herrera Márquez


Estás a la distancia de mi boca,
pero besas otros labios.
Estás en la onda de mis palabras,
pero escuchas otra voz.
Estás en el verso de mi cuaderno,
pero lees lo que escribe otro poeta.
Estás en el torbellino de mis pensamientos,
pero te dejas llevar por el soplo de otro viento.
Estás allí, en el umbral, exquisita manzana tentadora,
abriendo de par en par la puerta para aquél que hoy ronda tu morada.
Estás allí abriendo tus brazos y ofreciendo tus labios,
sin pensar que los míos se entumecen y resecan con el frío.
Estás allí trazando con tu mirada el sendero que lleva hasta tu cuerpo,
Y borrando el camino donde se esfuma mi figura que hace tiempo viene andando.
Estás allí extendiendo la llanura de tu piel a la caricia de otras manos,
olvidando al iluso poeta que en la vieja estación te está esperando.
Estás a la distancia pequeña de un abrazo,
pero el tiempo entre mis manos y tu cintura tiene la distancia del olvido.

Quizás alguna vez te acuerdes

Vicente Herrera Márquez
 
Cuando aprendas a amar sabrás que te amé.
Cuando rememores los hitos del camino,
te acordarás que los marcaste conmigo.
Cuando en la noche callada veas la cara triste de la luna,
llegará a tu memoria la cara risueña que nos mostró una noche.
Y cuando pienses en  mis caricias y en mis besos,
quizás sientas calor en tu piel y fuego en tus labios.
Cuando evoques  momentos de amor
es posible que te acuerdes de mí.
Cuando no puedas dormir te acordaras de esa luna
que risueña alumbró nuestra noche deseada,
en aquella playa del tiempo olvidado,
en aquel remanso del sendero  extraviado,
en el tibio nido que nos prestó el camino,
en la ardiente pausa de placer escondido,
en esa escapada de la realidad presente,
en nuestra única noche de amor y pasión.

Algo de ayer

Vicente Herrera Márquez

Compadezco a la mujer hermosa
que hoy esté conmigo.
Ella no lo sabrá,
pero en mi mente tendrá otro nombre,
en mis pupilas será otro rostro,
en mis labios sabrá a otra miel,
en mis oídos entonará otro canto,
y en mi cama…
y en mi cama será otra piel.
Será susurro, será viento caliente,
sentirá placer de hoy y ahora.
Pero para mí…
Para mi, será un sublime orgasmo de ayer.

Suplentes de una ausencia

Vicente Herrera Márquez

Tu ausencia duele y me arroja en abismos silenciosos,
trato de engañar a mis torpes sentidos con presencias.

Una es ilusión y esperanza lejana de mi ser adolescente,
que se embriaga recorriendo en pensamientos de colores
las turgencias tentadoras de un continente juvenil,
que aparece en pinceladas de contornos seductores,
que mi mente las transforma en caricias de tu piel.

Otra es deseo exuberante y cuerpo sediento de pasión,
con tiempos y rastros que se acercan a los míos
y me brinda presencia, cariño, tango y compañía,
que no merezco, pues mis deseos y caricias están lejos.
Cuando está conmigo, mis manos sienten otro cuerpo,
mis labios buscan en su boca azúcar de manzana madura.
Luego sus susurros y quejidos son un viento huracanado
que me arrastra a los confines de un valle en otro extremo,
trastocando el sentido del espacio y trastornando mi razón
y te veo en el telón interior de mis parpados cerrados,
con tus pupilas desplegadas buscando ansiosas mi mirada.

Y otra es la que por momentos llena las páginas vírgenes
que quedaron sin dibujos de oraciones rimantes y alejadas,
de los versos que prometiste, un día, me ibas a escribir.
Cuando leo las soledades que ella escribe en sus distancias,
te imagino a ti recordándome en un desierto de silencio
donde me esperas escribiendo a la sombra de un árbol solitario.
Cuando leo las páginas que derrama la pluma cercana,
imagino que ya se imprime en un libro la novela de tu vida

Todas son presencias de tu ausencia,
que engañan y sosiegan mis sentidos,

El ego herido

Vicente Herrera Márquez

Por la mañana garabateo frases dispersas,
en la tarde las corrijo y las transcribo,
en horas de la noche les doy forma parecida a poemas,
y ya de madrugada los publico en mi libro virtual de poesía.
A la mañana siguiente la estadística me dice
que fue leído allende fronteras y mares,
en Brasil, Méjico, Argentina, España y Portugal,
y el correo corrobora que fue leído con sentimiento
y sentido por almas de mujeres,
que agradecen las palabras escritas al amor.
Mi ego palpita gracias a ti, bendito espacio virtual.

Llega otra mañana, otra tarde, otra noche,
ya de madrugada la espera se hace eterna.
Muere la mañana, muere la tarde, muere otro día.
La estadística insensible muestra las visitas que llegan,
de cerca, de lejos, de extremos cardinales, de lugares ignorados.
El correo sigue llegando hasta con flores en palabras,
que alimentan el ego al darme categoría de poeta.
Y sonrío, si no lo soy, simplemente junto palabras,
que al mezclarlas con mis sentimientos parecen poesía,
que escribo para todos, pero solo son versos para ti.
Palabras que leen en otras orillas ojos ajenos y lejanos,
pero tu que eres el origen y razón de mi escritura
y estando al alcance de un discado las ignoras,
marchitas la pluma que escribe y matas la sed de vivir.
Las estadísticas y el correo me dicen y repiten
que aun siendo para ti, tu nunca lees mis palabras.
Que importa si me leen mujeres tan distantes
en Nicaragua , Colombia, Hawai y Paraguay.
Dígame alguien de allende los mares:
¿Vale la pena seguir escribiendo

El tiempo de la tierra y de la luna

Vicente Herrera Márquez

Cuando la tierra libere su rabia guardada por los minerales robados,
con los que construimos el “progreso” y las ojivas destructoras.
Cuando el océano no soporte el peso de la inmundicia que le devolvemos,
como retribución por su aporte de ruta, solaz, vida y sustento.
Cuando nos cueste dinero y esfuerzo adquirir el oxigeno de vida,
y el escaso aire respirable sea solo producto de filtros desechables…
Cuando la luna ingrese en su cuarto menguante final.
Cuando ya no sea espejo de bohemios o la pálida musa de poetas.
Cuando haya dejado de ser la página de timidos y enamorados.
Cuando ya no sirva como destino de artefactos y astronautas.
Cuando se despoje del disfraz de nubes con que la vestimos,
en los tiempos de nuestras rondas infantiles llenas de sueños.
Cuando se olvide que es vigilante nocturna de huestes de fantasmas.
Cuando solo sea roca inerte y pantalla reflectora de rayos mortales.
Y cuando solo ilumine tu piel desnuda y guie tus pasos a mis brazos,
recién cumplirá la razón de su periplo por el espacio sideral,
la de ser el fanal de tenue luz en la sublime conjunción de dos cuerpos ardientes,
que se consumen de pasión carnal y fuego arrasador por falta del ozono protector,
cuando sobre colchón de musgo seco rodeado de campo estéril hagamos el amor
y muramos abrazados en el último estertor del tiempo de la tierra.

Con Dios y con el Diablo

Vicente Herrera Márquez
 
Mañana temprano despertaré,
una ducha fría para espantar el sueño y desafiar al día.
Tomaré los mates que hace tiempo me quitó el café,
encenderé ese cigarrillo que por un infarto me prohibió el doctor,
con un beso y un hasta luego me despediré de mi amante  la Soledad.
Y saldré dispuesto a pelearle al día y si puedo a matar el sol.
Invitaré al Señor Dios y al Señor Diablo a caminar y correr por tierra y asfalto,
para mostrarles como es el mundo, como es la vida, como es el hombre, como es todo,
y que vean como se nace, como se estudia, como se trabaja, como se lucha,
como se miente, como se roba, como se muere y como se mata para vivir.
Para que escuchen ese murmullo que brota de la opresión
y poco a poco va creciendo hasta transformarse en trueno de libertad.
Para que vean a esos profesionales titulados de políticos y representantes,
que por unos votos y algunos pesos nada les cuesta ponerse el traje de camaleón.
Para que conozcan a esos señores de enormes autos y chequeras cargadas de ceros,
que altivos van por la vida siempre mirando por encima de los demás.
Para que sepan de los Consorcios, Grandes Empresas y Bancos, con arcas llenas,
que con leyes, ofertas, contratos y letra chica se hinchan y lucran del pobre pueblo.
Para que aprendan como el Dios Buen Hombre y el Diablo Vil Dinero manejan el mundo,
amparados en doctrinas, estatutos, falsas promesas, libre mercado y globalización.
Para que conozcan a falsos profetas que predican resignación y viajan en jet.
Para que compartan con defensores de la naturaleza que lucran con idealismos.
Para que se vistan y abriguen con los harapos de los mendigos.
Para que llenen sus platos y se harten con el hambre de los abandonados.
Para que beban el vino amargo de los enfermos carentes de previsión.
Para que sientan el dolor de los inmigrantes y la rabia escondida de los marginados.
Para que se den cuenta que Dios y Diablo son solo testigos creados a imagen nuestra,
para que los pocos que tienen y los muchos que no, hagan más sana la situación.
Para que se pregunten si ellos son productos negociables de los muchos o de los pocos.
Y para que piensen que para salvar este mundo no son necesarios dioses, diablos o falsos profetas.
Para seguir solo se requiere de hombres y mujeres de buena voluntad dispuestos a trabajar.
Sí, solo trabajar, por ti, por mí, por los demás, por los que estamos y los que vendrán,
Por los que viven y los que mueren, incluso por dioses, diablos y falsos salvadores.

Mañana temprano despertaré,
mañana temprano saldré a la calle,
mañana temprano al Señor Dios y al Señor Diablo
por la mansión de cada uno pasaré a buscar.
Para mostrarles y aprendan del mundo y de la vida
y entre todos discutir el hoy, el mañana, el acaso, el quizás y el por si acaso.
Mañana temprano invocando a Cristo, también a Mahoma,
seré Gandhi, seré Luther King, seré Teresa…
Seré todos aquellos que alguna vez lucharon por el hombre y su integridad.
Pero esta noche… pero esta noche...
lo más probable... es que alguien me matará.

Cuando me vuelvas a matar

Vicente Herrera Márquez

Cuando me mates otra vez,
no abandones mi cuerpo al arbitrio del tiempo,
ni lo olvides en la escarcha del invierno.
Cúbrelo con hojarasca de mil otoños
y hojas del cuaderno de mis últimos poemas.
Rellena la tumba con tierra de tu jardín
y de los caminos que juntos recorrimos.
Con nieve de lo más alto del Ande milenario
y algas alimenticias de nuestro mar bravío.
Con arena caliente del desierto atacameño,
y tierra gélida de la estepa del austro patagónico.
Con polvo de carbón de las minas de Arauco
revuelto con greda de Pomaire y Quinchamali.
Esparce una mezcla de chuchoca y harina tostada,
con coirón de las pampas y yerba de mate cebado.
Esparce sobre ella copihues de la tierra araucana,
y también rojas flores de ceibo de tierras argentinas.
Planta alrededor flores silvestres de todos los colores,
riégalas con el vino que toma el pueblo de América del sur
y con el sudor de los trabajadores de esta tierra fecunda.
También derrama sobre ella una lágrima tuya,
y aunque no lo sientas, haz un esfuerzo y mirando las nubes
que sin rumbo ni destino va arreando mi amigo viento,
regálame un beso y susurra un: “Te quise mucho”
y así con todo eso, definitivamente, tranquilo y contento,
al polvo volveré.

El frío, la lluvia, el viento y la noche

Vicente Herrera Márquez

El frío se confabula
con el viento para llamar a la lluvia
y en contubernio de madrugada,
en un escalón del tiempo,
establecen un acuerdo para entorpecer
el andar del cansado caminante.
El frío entumecerá los músculos
y enfriará el agua del mate,
el viento hará retroceder un paso
por cada dos que se avance,
además levantará polvaredas
que entorpezcan la visión
y la lluvia arrastrará piedras,
que con barro hará abrupto el camino,
para que resbale, tropiece y caiga el caminante.
A la vez que en caudal iracundo
derribará árboles y cortará los puentes,
transformando así en enorme distancia
el camino que ayer era tan corto,
que con solo cruzar el puente
y esquivando algunos fantasmas,
mis nudillos impacientes podían tocar tu puerta.
La que cuando se abría tus brazos eran nido
y mis brazos calor, ansiedad y abrigo.
Tu casa era techo y hogar caliente,
el café humeante preludio de amor
y tu cama blanca jardín de pasión.
Pero hoy el clima y los fantasmas de la noche
se confabulan para matar el amor.

De repente no pienso en ti

Vicente Herrera Márquez
 
De repente no pienso en ti
y me doy cuenta la largura del tiempo que ha pasado.
Me doy cuenta que ya hace rato que terminó ayer
y ya estamos pisando el umbral de la mitad de mañana.

De repente no pienso en ti
y me encuentro perdido divagando en tiempo actual.
Supongo que el reloj ha corrido y del calendario volaron los meses.
Veo que esta nevando en Santiago y en La Alameda se reúnen miles de paraguas.

De repente no pienso en ti
y veo como marchan estudiantes y trabajadores por las calles.
Veo políticos que corren como camaleón entre la muchedumbre
Buscando acomodarse para no perder su envestidura.

De repente no pienso en ti
y leo en el periódico que en el mundo hay crisis, huelgas y guerras.
También leo que hay terremotos, tsunamis inundaciones y huracanes
y me acongoja saber que hay países donde los pobres mueren de hambre.

De repente no pienso en ti
y me acuerdo que hay obligaciones que tengo que cumplir.
Que tengo que ver al médico por ese dolor persistente de la espalda
y que tengo que dedicarle más atención al trabajo, si no, me van a despedir.

De repente no pienso en ti
y me doy cuenta que si quiero estar al día
debo ver el noticiero, leer la presa, escuchar al vecino,
abrir los correos, contestarlos y leer los blogs de los amigos.
De repente no pienso en ti
y siento que debo seguir el tiempo del reloj.
Ocupar el calendario en vivir sus días, saber del mundo y de mi entorno
saber qué pasa, qué no pasa, trabajar, sentarme en la plaza y mirar.

De repente no pienso en ti
y al pasar la mano por mi rostro ésta palpa las huellas del camino
y los dedos se enredan en la barba que ha crecido como el trigo.
Por eso creo que no debo vivir pensando tanto en ti.

Hojeando viejos cuadernos

Vicente Herrera Márquez

Hojeando viejos cuadernos y estrujando la memoria,
encontré primeras letras y balbuceos de versos.
Encontré esperanzas de niño y romances juveniles.
Encontré dibujos del viento derramados en sus hojas.
Los cuadernos me regresaron por un camino de tiempo
y me dejaron en un rincón alejado de mis lugares de hoy.

Y en ese rincón alejado…
Te encontré camioncito de madera,
con ruedas desvencijadas y el acoplado quebrado,
aún cargado con mil fardos de ilusiones.
Allí estás en un rincón pelota de mis gambetas,
pinchada, desinflada, con grietas de tiempo, goma quemada
y con todos los goles de cien partidos jugados.
No te escondas, ni cubras tu cuerpo tubular,
pues, en ti estoy viendo como ayer un sinfín de figuras,
de formas multicolores, calidoscopio del sueño azul.

Te estoy reviviendo rinconcito de mis ratos de tristeza,
confidente de mis cuitas, pañuelo de lágrimas escondidas,
abrigo del viento frío y compañero fiel en horas de soledad.
Mira quien está ahí, sinceramente me había olvidado de ti,
corazón de cartulina roja que dibujé y recorté,
cuando a los once me enamoré de un par de ojos color de miel.
¿Qué es ese papel arrugado que está bajo el camión?
Ahora recuerdo, en él están escritos versos de Martí,
aquellos que dicen:
“Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo, cultivo una rosa blanca”
que escribí despechado, a otro amor fugaz que llegó,
después del romance platónico con los ojos color de miel.

¡Cuántas cosas y cuantos recuerdos estoy encontrando!
De mi escuela veo dibujados la huerta y el jardín de flores,
la cancha donde la pelota de trapo dibujó fintas en la tierra,
el libro “Corazón” que me regaló la maestra de cuarto grado,
y el títere que le di voz y movimiento en Kapipe, el teatro infantil.
En otro cuaderno encuentro, en sepia, la foto de mis padres,
esa que perdí en el tiempo y solo conservo en un retrato mental.

Allí está colgado con un piolín, en un rincón en penumbras,
el avión de madera balsa que me costó diseñar y armar,
en la clase de aeromodelismo que dictaba el profe Bernal.
También encuentro, un dominó, un juego de damas y el intrincado ajedrez
Que jugaba con la Juana, la Rebeca, la Matilde, el chico Barría y el Bardón.
Hay una paleta de madera, una pelota de goma que compré donde Garriga,
que en tardes solitarias me acompañaban en el frontón del Deportivo Las Heras.
Hay retazos de vivencias con Los Leuquén, Los Burgos, Los Muñoz
También está en el recuerdo algún reto del famoso Perico Franco,
que en algún tiempo, por encargo del maestro Bernal, ayudó a cuidar de mí.

Aquellos viejos cuadernos, que para hacer espacio en la memoria del tiempo,
quise quemarlos, pero que por fortuna se me ocurrió abrirlos y leerlos,
allí se quedarán y no serán llamas ni serán humo disperso en el viento,
serán retazos de mi tiempo, y solo serán cenizas cuando se quemen mis huesos.





Pido perdón por que en mis escritos pongo nombres verdaderos, pero creo que n0 tiene sentido ni razón hacer recuerdos abstractos, olvidando los verdaderos nombres de las personas que tejieron ese hermoso tiempo sin tiempo que vivimos en nuestra niñez.

Siempre algo queda

Vicente Herrera Márquez

El tiempo pasa…
Sí, el tiempo pasa y sigue pasando.
El tiempo pasa y los años quedan.
Sí, quedan en las sienes, quedan en la piel
y quedan en el alma.
Los años quedan…
Quedan con sonrisas, con risas, con llantos
y quedan con heridas.
Quedan alegrías, quedan dolores.
Quedan hijos, quedan esperanzas, quedan sinsabores.
Queda un bife que se quema mientras escribo
Y queda un martini que se seca más de lo debido.
Queda todo, queda nada, quedan rescoldos.
Quedan recuerdos y caminos olvidados.
Quedan proyectos en itinerarios truncados.
Pero al final también quedan alegrías,
alegrías reflejadas en pequeñas e inocentes sonrisas
y a veces en un guiño solapado en la parada de autobús.
Y quedan…
Quedan vítores por vallas superadas,
laureles en metas alcanzadas,
diplomas de hijos triunfadores,
y recuerdos de travesías realizadas.
También queda la palmada en la espalda y la aleve zancadilla.
Siempre queda el dolor o la alegría de una copa consumida.
Al igual que el exquisito sabor del manjar humilde
que alguien sin esperar nada te brindó en una mesa del camino.
¿Qué más queda?
Quedan los anuarios de los años vividos
y aún… y aún queda tiempo por vivir.

A escondidas del viento

Vicente Herrera Márquez

Mis mejores poemas en mis páginas no están,
no tenía con que escribir cuando llegaron a mí.
Con un dedo los escribí en el agua quieta de la laguna,
con una pluma de ave los tracé en las nubes del aire,
con una rama seca de espino los dibujé en la arena húmeda,
para volver con un lápiz, mi cuaderno y guardarlos en papel.
Cuando llegué, temprano al otro día, nada encontré.
No estaban, y bien sé que no fue un sueño o una visión.
Traté de encontrar aquellos versos únicos y hermosos,
los más sublimes y sentidos que pude haber escrito para ti.
Busqué palabras en el agua, busqué letras en la arena,
escudriñé los cielos hurgando entre nubes y no las encontré.
¿Qué pasó?
Bueno, pasó… simplemente pasó lo que pasó.
¡Mi amigo el viento del sur me ganó en llegar!
Y como no es poeta , no leyó mis versos y arrasó el lugar.
Traté de recordar palabras, frases u oraciones,
aunque fuera un sustantivo, un adjetivo, un verbo.
Recorrí la playa, pateé la arena, maldije las olas,
descargué mi furia a las nubes oscuras,
grité al viento “amigo”, pero respuesta ninguna encontré.
Entonces, desde aquel momento solo pude escribir,
los pocos y sencillos versos que hoy puedes leer.
No busques mis poemas bellos, no están, los borró el viento,
ese huracán frío que, insensible, asola las pampas del sur.

Susurros, gritos y silencios

Vicente Herrera Márquez

 
En el preludio son susurros vestidos de impaciencia,
luego quejidos que despojan apurados fibra y algodón.
En el clímax son gritos desnudos de placer compartido.
Y el orgasmo es sublime conjunción de luna y sol,
en primavera seguida de silencio y ansiedad.
Ansiedad de más susurros, más gritos, más silencios…
Y desde el silencio, nuevamente brotan susurros agitados,
que se esparcen como viento tibio por el cuarto.
Luego pasión sin freno y como torrente desbordada,
que rebasa las riberas más lejanas de la cama.
En el climax son gritos de liberación de esclavitud,
de huida del encierro en cárcel convencional oscura y fría.
Y el orgasmo es sinfonía de violines, es concierto de guitarra
retumbe de timbales y tronar furioso de cañones…

Luego un cigarrillo, una copa de ron y silencio satisfecho…
Un roce, una mirada, nuevamente susurros impacientes,
y un viento caliente que inunda el valle de tus sábanas,
preludiando otra danza ardiente entre violines y cañones.

Quieras o no quieras

Vicente Herrera Márquez

Quieras tú, lo quiera yo,
o no lo quieras ni tu ni yo.
Sea como sea eres parte de mi.
Tu vida no es indiferente a mi vida.
Tus latidos están en mis latidos.
Tu sentir está en mi sentir.
Tú estás en mi y no lo puedo evitar.
Te adueñaste de mi ser,
te enquistaste en mi alma,
te hiciste berma de mi camino
y candil de mi oscuridad.
Motivo de mi prosa y musa de mis poemas.
Agua para mi sed y alimento para mis músculos.
Fuente de mis delirios y cuna de mis sueños.
Sal de mi vida y condimento de mi existencia.
Fuiste piedra de mi camino y remanso de mi destino.
Te hiciste torrente de sangre en mi carne.
Y aunque sin engendrar fruto, fuiste cáliz de mi semen.

Por otro camino

Vicente Herrera Márquez

Llegaste de lejos un día,
por octubre o por noviembre, no recuerdo muy bien.
En tus ojos traías verde de otras tierras
y caricias de Atlántico tranquilo.
En tus palabras música con sentimiento,
y en un libro historia de ciudad y tiempo.
Tus pies y caderas eran samba y bossa nova,
y tu boca un beso rojo con sabor a café.
Trajiste un abrazo amigo, de Gimaraes cantares,
y en voces hermosas canciones de tu país.
Llegaste a mi tierra un día de sol radiante,
volando sobre cordillera nevada conociste mi primavera.
Te miraste en mis ojos y yo me reflejé en los tuyos,
juntos caminamos calles de Santiago y hablamos de la vida…
……………………………………………..
Caminamos y hablamos de la vida
y no sé qué pasó, al poco andar y en mucho mirar,
te enredaste en otros ojos y te fuiste por otro camino,
con alguien que te mostró otra cara de mi país.
Perdona, si puedes, a este poeta viejo
que no supo conjugar tus verbos de juventud,
ni escribir un poema joven con inquietud actual.
No te preocupes, los años me dan sosiego,
mi camino cansado sabe que hay senderos nuevos
que para un alma joven, sensual e inquieta
son más placenteros de andar y recorrer.
¡Anda recorre senderos nuevos! ¡Ve sin mirar atrás!
Conoce nuestras costumbres y tradiciones,
vístete con trajes de valles, montaña y mar,
embriágate con perfume de flores y uvas espirituosas,
degusta platos sencillos sazonados con amistad,
escucha el canto de niños y baila con nuestra juventud,
lee poemas de Neruda, Huidobro y la Mistral
y cuando te vayas llévate un verso de este poeta viejo
que quiso ser tu guía, tu comparsa y quizás tu amante.
No importa que hayas recorrido mis caminos aferrada a otra mano,
igual conociste lo que encierran las fronteras de mi país.
No te preocupes, yo ya no estoy, me perdí en un rincón del olvido.
Pero igual, de vez en cuando, encontraras letras para ti.

¿Qué pasa amigo?

Vicente Herrera Márquez
 
Me está haciendo mal.
Sí, el vino que antes era mi amigo,
el que fue mi fiel confidente,
el que acompañó aquellas noches en que juntos engendramos versos,
el que buscó las palabras y conceptos para construir metáforas
y el corrector de los versos mal escritos en madrugada,
hoy me está haciendo muy mal.

No me explico por qué hoy conmigo se ensaña.
Pues, cada vez que lo bebo, y lo bebo todos los días,
de mi garganta, en lugar de palabras, brota llanto callado,
de mis ojos escurren fríos arroyuelos de agua salada
y mi pluma solo escribe incoherencias,
en el papel que se mancha con el vino que derramo,
tras cada oración, sin sentido, que escriben mis dedos torpes.

Desde que te fuiste siempre él está conmigo.
Me acompaña, me escucha, me reta, me insulta
y a cada rato repite, que si te fuiste es mi culpa.
Cuando ve que lloro parece querer consolarme,
pero su consuelo es yesca que hace explotar mi aturdimiento
y aun que él quiera alegrarme, su intento es vano.
Trata de hacerme reír, pero siempre me hace llorar.

Donde se juntan, cruzan y apartan los caminos

Vicente Herrera Márquez

He recorrido todos los caminos,
desde el sendero de sueños que me alejó de mi terruño,
hasta el que me condujo a tu pueblo,
aquél que termina donde crece un árbol solitario.
Desde el que pasa por el lugar donde tomas una copa amistosa,
hasta el intricado laberinto donde lloras soledad.
Desde el sendero de tus versos desgarrados,
hasta el que recorre el taxi que de madrugada te deja en tu morada.
Desde el cotidiano que conoce los tacones de lunes a viernes,
hasta el del fin de semana donde corren tus zapatillas deportivas.
Desde los pasillos que caminas en tu casa y la oficina,
hasta ese que en la noche de viernes te acerca a la música que bailas sin parar.
He recorrido desandando el camino hasta el lugar de nuestro encuentro,
para intentar reparar el pavimento roto y las bermas destruidas.
He llegando hasta el hito donde se bifurcó nuestro destino,
allí, las piedras me han dicho que es imposible reparar la calle recorrida
las grietas del alma son igual que las grietas reparadas del pavimento
al poco andar o a la primera tormenta vuelven a aparecer.
y que tampoco es bueno vivir y revivir lo bueno y lo malo de lo andado,
que es mejor trazar nuevas rutas, aun con errores cometidos,
y esperar tiempo y caminar, quién dice que en un cruce del destino…
con más años, más experiencia, más vivencias y más fracasos,
la casualidad vuelve a encontrar y cruzar nuestros caminos.

Anónimo

Vicente Herrera Márquez

¿Anónimo, es solo ser un simple desconocido?
¿Ser anónimo es ser marginal, quizás insignificante?
¿Es ser un personaje ignorado, olvidado y segregado?
¿Es alguien o algo escondido en el rincón de los recuerdos?
Quizás, puede ser, pero…
Pero ese anónimo piensa, siente y quiere como el que más.
De repente aflora en el tiempo después de agosto,
renace en primavera como flor de almendro
y como clavel del aire viaja sin pasaje por el viento.
Navega sin rumbo en la inmensidad de megabytes,
buscando una entrada escondida en algún disco virtual.
Vaga buscando respuestas por senderos conocidos
y no las encuentra ni en las pampas, ni en los desiertos,
ni en los bosques, los mares , el tiempo y las tormentas.
Relee poemas olvidados y reescribe historias difusas,
hurgando en cartas guardadas en un viejo baúl de suvenires,
en páginas dispersas en la red y en rincones de olvidos,
en algún blog de estrofas adornadas con rosas marchitas,
y en los recuerdos de amantes que fueron y se fueron.

Quiero ser poeta

Vicente Herrera Márquez

¿Saben?
Quiero y necesito algo para sentirme mejor,
para poder caminar por el asfalto caliente y por el sendero escarchado,
para sentir el sol corriendo en mi cara y la noche iluminando mi mirada.
¿Saben?
Quiero sentirme poeta.
Poeta en el viento y en los bancos de las plazas,
en miles de salas de clases y en los parlantes de las radios.
Quiero sentirme poeta en mil libros de velador,
en el pensamiento de una mujer y en el conversar cotidiano.
Desde niño quise ser poeta, cuando a los once me enamoré
y ahora con una mochila repleta de años y amores ¡Quiero ser poeta!
Quiero alcanzar a vivir y quiero morir escribiendo poesía.
Pero para eso les pido que lean mis letras en verso
y después de leerlas si ellas les dicen algo o impresionan sus sentidos,
quizás ustedes quieran bautizarme de escritor o trovador.
Bueno, pero si no me leen, no importa, hay cosas más importantes,
pero nunca sabré si alcancé el merecimiento de ser leído.
Entendiendo que no se es poeta porque solo se escribe,
porque un funcionario burócrata dicta un decreto,
ni porque el rey de la comarca quiere que lo ensalcen
o porque al tirano de turno hay que vestir de alabanzas.
Tampoco por partidismo, por esnobismo, o por moda.
Se es poeta cuando las letras aún teniendo lemas y banderas
pueden romper fronteras, traspasar cortinas oscuras,
romper barreras insanas, cantarle al amor y la vida
y llegar a la universidad, a la calle y al más humilde de los hogares.
Por eso, solo el lector libre puede darle a un juglar categoría de poeta

Los olmos de Mostazal

Vicente Herrera Márquez

En esa otrora calle verde, hoy domina el color marrón.
En esa avenida de olmeda fronda que juntos nos ve pasar,
hoy, sigilosa y disfrazada, está llegando la muerte.
No viene montada en potro alazán ni en yegua chúcara,
se mueve por las copas y las raíces de los olmos añosos,
solapada y a horcajadas en torpes y sigilosos escarabajos.
También se instala silente entre nuestros encuentros furtivos,
en la esquina de los olmos que junta y bifurca nuestros caminos.
Al igual que los olmos de mostazal está muriendo el amor,
que fue fronda de pasión entre carretera veloz y avenida pueblerina.
Se mueren los árboles porque los hongos obstruyen sus venas,
se enfría la pasión porque el tiempo lento va consumiendo el fuego.
Se mueren los olmos que daban sombra en la avenida,
se apagan las brasas que daban calor a dos almas pueblerinas.
Sí señoras, sí señores, en esa avenida esta rondando la muerte,
y muy pronto olmos y amor van a morir, en la calle Luco de Mostazal.



En febrero de 2012 comenzaron a talar los añosos y moribundos olmos de la calle Luco de Mostazal, para dar paso a una nueva avenida.
De ese amor no se sabe que pasará ¿Definitivamente morirá con los olmos o renacerá con los nuevos árboles?
 

Dulce mate y amargo

Vicente Herrera Márquez

Muy de madrugada,
tomo un mate
y despierto
con un beso…

En
el amargo
del mate encuentro
tu beso dulce,
ese que me diste
el día que llegaste.
Pero en
el dulzor del mate dulce,
encuentro tu beso amargo,
ese que me diste
el día que te fuiste.

El mate puede ser amargo
y también puede ser dulce.
El amor puede ser amargo
y también puede ser dulce.
La vida puede ser amarga
y también puede ser dulce.

Luna de turrón

Vicente Herrera Márquez

Dice y pregunta el niño pequeño,
señalando hacia la ventana antes de dormir.
¡Hermano mira la luna, parece turrón!
¡Y las estrellas bolitas de dulce que con ella quieren jugar!
Hermano, mira la luna, dime:
¿Es algodón de azúcar?
¿Es chocolate blanco?
¿O es una torta de mazapán?

Si hermano, responde el mayor
Es de lo que más te guste ¿Qué quieres hoy?
Hoy quiero chocolate, no, mejor prefiero turrón.
Entonces cierra los ojos, duerme hermano
y sueña que es de turrón.
Y él también se duerme mirando la luna,
pensando: ojalá tan solo fuera de pan.

El polvo en el aire

Vicente Herrera Márquez

¿Para qué sacudir el polvo que cae en los muebles?
¿Para qué limpiar los vidrios de la ventana?
¿Para qué?
Si después de ensuciar el aire
y activar la alergia volverá a caer.
¿Para qué?
Si en ese polvo podemos cada día del año
dibujar nuestra historia de ayer,
y al día siguiente podremos sobre el mismo polvo
más el que sigue cayendo,
dibujar la historia de hoy.
Y después de un tiempo será nuestro libro,
escrito en el polvo de la mesa y la ventana
y solo el viento sabrá si allí queda, o se va.

La novia del viento del sur

Vicente Herrera Márquez

Son los vientos los amos del mundo,
su gran amante es el viento del sur,
con él se acuesta y con él se despierta.

Nació en un valle muy verde,
acunada por brisas suaves, templadas.
Flanqueaba su espalda la montaña con nieve
y en reflejos de mar se mirada.
Recorrió, alegre, en cuerpo pequeño,
praderas, ríos, senderos, sauzales.
También niña, lloró la partida
de blanca paloma que al infinito voló.
Maldiciendo al destino lloró
y abrazando la vida le dijo adiós a mamá.
Cerró los ojos, pensó en sus hermanos
y en su mente una imagen grabó:
Era linda mamá, con tacos muy altos,
hermoso peinado y vestida de luz...
Ella sería igual.

Son los vientos los amos del mundo,
su gran amante es el viento del sur,
con él se acuesta y con él se despierta.

Siguió creciendo, cruzó fronteras,
a otro suelo llegó traspasando montañas,
corriendo distancias, buscando futuros.
Bebiendo amarguras, escondió sus pesares
tras su figura de esplendor juvenil.
Llegó a la tierra del viento iracundo
buscando cariño y persiguiendo promesas.
Las promesas fueron tan solo mentiras
que el viento de un soplo al mar arrojó.
Vivió momentos de amor e ilusión,
trabajó con ahínco y amó con pasión,
regaló tiempo y vida y vida engendró,
se empapó de historia e historia creó.
Por eso el gran viento, como su amante, la eligió.
Y aunque ella no es viento, igual a él se entregó.

Son los vientos los amos del mundo,
su gran amante es el viento del sur,
con él se acuesta y con él se despierta.

En un tiempo un brujo ingenuo y osado
que en noche oscura de brisa suave llegó disfrazado
le dijo palabras muy bellas en días que su novio,
el gran viento, por otros parajes andaba asolando.
Y en las noches cuando, aquél, la pampa arrasaba
el brujo intruso la excitaba con versos de amor.
Pero una mañana al despertar la bella mujer
se acordó que era novia del gigante del sur
y con otro viento que andaba perdido en aquel lugar
al brujo del norte lo arrojó de allí.
Un día cualquiera a comienzos de un otoño actual,
ella trepó en un viento viajero y cruzó las montañas,
queriendo encontrar aquel viajero ingenuo,
que algún día invadió sus comarcas.
No encontró al intruso que hace tiempo le llevo una rosa,
no lo busco, puede que algún aire nuevo le regaló otra flor
o quizás se acordó del viento que la espera en el sur.

Son los vientos los amos del mundo,
su gran amante es el viento del sur,
con él se acuesta y con él se despierta
y solo con él, vive el amor.

Esa triste soledad...

Vicente Herrera Márquez

¡Qué tiempo arrastrado y largo!
Que tiempo sin horas y aun repleto de tiempo,
es aquel en que el reloj avanza cansino y lento.

¡Qué espacio profundo y ancho!
Es ese espacio vacío colmado de todo y nada,
ese que no tiene noche, ese que no tiene día.

¡Qué oscura es la casa con ventanas cerradas!
Es callada la vida con palabras dormidas
y es incierto el destino sin estaciones ni vías.

¡Qué lugar inhóspito y oscuro!
Tan solo un lugar con preguntas al aire
es aquel en el que se vive amasando soledad.

Esa triste soledad que acompaña el sin amor,
no es tan dura si nadie hay por venir,
pero es cruel cuando hay alguien que se fue.

¡Ayyy, que triste soledad!

En el espacio de tu abrazo

Vicente Herrera Márquez

Suéñame…
rasgando la penumbra de tu alcoba
en noche negra de luna nueva.
Suéñame…
deslizando las cortinas de tu sueño
y entrando en tu cama blanca.
Suéñame…
en la suavidad de tus sábanas
y en el fuego de tu piel morena.
Suéñame…
y siente mis dedos escribiendo en tu horizonte
e impacientes ejecutando la canción del deseo.
Suéñame…
esculpiendo con besos y modelando
los contornos de tu cuerpo.
Suéñame…
llenando el espacio de tu abrazo
Suéñame…
haciéndote el amor.

Cerrar, borrar, olvidar...

Vicente Herrera Márquez

Estoy borrando…
estoy borrando miles de palabras escritas
y las rosas que dibujé en tus manos.

Estoy cerrando…
estoy cerrando los senderos que abrí para que llegaras
y las ventanas por donde entraba tu presencia.

Estoy olvidando…
estoy olvidando momentos de calor y piel
y las horas cortas de un tiempo de amor.

¿Estoy borrando?
No, no puedo ni quiero borrar los versos que escribí para ti,
ni las marcas que dejaron tus labios.

¿Estoy cerrando?
No, no puedo ni quiero cerrar puertas y ventanas,
no puedo cerrar todo aquello que tiene el peso de una vida.

¿Estoy olvidando?
No, no puedo, cuesta mucho hacerlo y no lo quiero intentar,
el tiempo es más corto hasta la muerte que para lograr el olvido.

Si te acuerdas

Vicente Herrera Márquez

Si algún día te acuerdas de mi, házmelo saber.
Con letras disfrazadas en el titular de un diario,
con palabras calladas en el bullicio de la calle.
En el trino de un ave o en el cuaderno de un niño.
En los letreros del transito con un hola en lugar de un stop.
En la propaganda del metro y en las ofertas del súper.
En una demanda por plagio o en una infracción del tránsito.
En una tarjeta real o virtual el día de mi cumpleaños.
No importa que sean palabras cifradas, pues algo dirán.
Escríbelo en cualquier parte donde haya lápiz y papel.
En el correo, en la oficina de partes o en el registro civil.
En tu escritorio o en el lugar que haya un computador,
pulsando las letras del teclado entre sorbos de café.
También puede ser con un gesto o un beso que lances al aire,
tu sabes que el viento es mi amigo y el sabrá donde estoy.
Puedes contárselo al muchacho que reparte el diario,
a la florista del mercado o a las chicas del café.
Si quieres cuéntaselo al pastor que predica en la esquina
y al periodista que ojo avizor busca noticias en la calle.
No importa donde lo dejes o a quien se lo digas,
ni donde lo escribas con letras pequeñas o grandes,
azules o blancas, pocas, muchas o tan solo dos.
Mis sentidos cansados, torpes, dormidos, sabrán encontrar
y lograran traducir lo que tú me quieras decir.

Tiempos diferentes

Vicente Herrera Márquez

Se enredan las horas en las manecillas del reloj
y mientras me doy cuenta que mi tiempo no es tu tiempo,
revuelvo los minutos, los amaso y con rabia los estrujo,
logrando solo obtener un zumo de momentos imposibles,
amargo y desabrido, en una copa de tiempo vacio.

Puedes estar cerca en la distancia de un “te quiero”
pero te siento tan lejos como un “te llamo cuando pueda”.
Son tiempos en relojes que se atrasan o adelantan,
que en algún momento de la vida acordaron una hora,
sin medir distancias ni distinguir calendarios diferentes.

Tu tiempo quizás corra en otro reloj de enamorado
mientras el mío transcurre en un accidente del camino.
Hoy tu pelo debe enredarse en el soplo de otra brisa,
tus oídos dejarse llevar por la asonancia de otros versos
y tu cuerpo puede ser nido de gorrión en otra primavera.

Solo tiempos distintos de apetitos encontrados
en la búsqueda de la letra para llenar la música del tic tac.
Tiempos que marcaron la hora final de un día cualquiera
y corrieron juntos engañando el espacio de una noche,
solo hasta alcanzar la sublime amanecida de un orgasmo.

Lee y escucha corazón: (2011-1942) = ¡69!

Vicente Herrera Márquez

¿Sientes corazón? ¿Siento yo?
Sí, sentimos que nuestra tierra larga angosta sigue temblando,
que a lo ancho del mundo reclama con furia la tierra también,
que se rebela con ímpetu el océano buscando el cauce milenario,
que se libera la energía del iracundo átomo indomable,
que mujeres y hombres oprimidos reclaman libertad,
que tiranos enquistados con tanques y aviones cercenan esperanzas,
que individuos ávidos de dinero envenenan destruyendo juventud
y con todo aquello que no podemos dejar de ver y sentir,
yo aún te siento corazón como sigues martillando en mi pecho.


Te propongo corazón, que con el recuerdo de años no lloremos,
que por los vaivenes temporales no desesperemos,
el tiempo, el clima y el amor, en algún giro estarán de nuestro lado.
Y también te pido, que sin desconocer los avatares del presente
que truncan derroteros, causan dolor y producen sinsabores,
nosotros, los dos camaradas de vida, tu y yo, sonriamos corazón.
Miremos la vida, por la cara y la cruz, por el anverso y el reverso,
de un lado y del otro, desde arriba y también desde abajo.
Veamos lo bueno y lo malo y no busquemos culpables.
Caminemos juntos por los senderos claroscuros de la vida.
Transitemos este año, optimistas, viviendo la pasión de la existencia.
Multipliquemos por doce el número sesenta y nueve.
Y así será posible que alcancemos y vivamos otros marzos,
con la fuerza que obtengamos de gozar ambos lados del 69.
Hoy es el giro de nuestra vida, ya fuimos, ahora volvamos.
Desandemos tantos años como tantos hemos andado.
Este número es la esquina de nuestro itinerario,
ya caminamos a la muerte, ahora nos toca caminar hacia la vida.

¿Te acuerdas corazón que de niño tomábamos mate,
que luego por cambio de fronteras dejamos de hacerlo?
Hoy a esta edad ya no sentimos que nos dividen o separan fronteras,
al igual que nuestro numero dan una vuelta y se acomodan al camino.
Por eso nuevamente y sin importar la latitud, otra vez tomemos mate.
Pero no reclames corazón, adivino tu inquietud, también es la mía.
Sí, sí corazón seguiremos bebiendo las lágrimas tintas y rosadas
de las uvas que producen todo los valles de la tierra sin fronteras
y seguiremos libando de labios rojos esencia de vida, esencia sin fronteras.
Sí, ¡Esencia de mujer!

Corazón de cereza

Vicente Herrera Márquez

Te busqué, te llamé.
No me escuchaste, estabas en el cerezal.
Quería saber si podíamos conversar,
saber como estabas, que me contaras de ti,
y ojalá no fuera con quien.
Preguntarte si me habías escrito,
o si te había llegado esa carta que te envié.
Quería que me contaras
cosas de aparente sin sentido,
pero, con la intención de buscar
respuestas a mis desvelos.
Quería saber si estás sola,
si tu abrazo está vacio,
si en tu mesa falta alguien
y si tu cama está fría.
Tan solo eso quería saber de ti.
Te busqué, te llamé,
no me escuchaste, estabas en el cerezal,
buscando una cereza con forma de corazón.

Te espero algún mes del año, en cualquier lugar de América del Sur

Vicente Herrera Márquez

Cuando vengas trae brisa tibia de primavera,
trae ráfagas ardientes de tus veranos,
también el frío de aquellos inviernos que congelan la soledad.
Trae un puñado de tierra de los senderos viejos,
también de los nuevos, para aspirar el polvo de caminos de hoy.
Si puedes róbale al viento y trae los sueños que el me robó,
también quiero un remolino de esos que elevan el suelo al cielo,
ojalá que fuera ese mismo que hace cien años un barrilete me arrebató.
Tráeme cartas de los amigos que aún transiten viejos caminos
y que quieran compartir recuerdos con este ingrato que no volvió.
En tus labios trae la sonrisa rosado pálido de compañeras de mi niñez.
Siempre he creído que mi madre al morir en calandria se convirtió,
por eso te pido graba para mi el trino de esa que canta en tu ventanal,
puede ser ella, que anda buscando alguna pluma de sus pichones.
Anda a los cerros que aún no tengan la herida del progreso actual,
llena tus pulmones de aire con aroma de pastos y flores silvestres
y tráeme ese aliento para que le de días extras a mi almanaque.
Trae en tus ojos, en panorámica, todo el paisaje de aquel lugar,
trae en tu pelo enredado los vientos de calma y de tempestad,
trae en tu boca todos los sabores que recuerdan mi paladar
y trae en tus manos lluvia y nieve envuelta en frío del sur.
No olvides traer en dibujo la fronda de aquel árbol solitario
que en largas noches virtuales de la escarcha nos cobijó.
Trae historias de romances, de esperanzas y sacrificios
de aquella gente que desafía al viento, el frío y la soledad.
No olvides ni un capitulo, ni una palabra, ni una letra
que hayas escrito en días felices o en horas amargas de tu vivir.
Si lo encuentras, en un estante olvidado entre otras cosas,
trae mi libro viejo, tu libro nuevo y una historia por escribir.

Hoy y mañana serán ayer

Vicente Herrera Márquez

Por los caminos que he pasado, he marcado piedras,
he dejado rastros, y sin cerrar, ventanas y puertas.
En las estaciones que me cobijaron en el tiempo,
en algunas he plantado un árbol,
en otras he sembrado trigo, he plantado rosas
y muchas las cubrí de ortiga.
En muchos labios dulces dejé estampado un beso,
y en miradas tristes una imagen mía.
Más de un te quiero derramé en la brisa y en los vientos fuertes.
En rostros infantiles bellos, ingenuos, míos,
dibujé caricias y signos paternos.
En cuerpos ardientes dejé el sudor de mis manos tibias.
En páginas blancas y en otras rayadas escribí mi historia.
En la historia relaté mis sueños, mis despertares,
muchos bosquejos y borradores e inicios sin sus finales.

Algunos caminos, se pavimentaron con otros rastros
y otros los cubrió la maleza del olvido.
Las piedras las lavó la lluvia, las puertas las cerró el viento.
Del árbol quedará el tronco añoso y retorcido
con ilusiones talladas en corazones que no son míos.
De las siembras no se si aún hay frutos o semillas que germinen.
Los labios estarán marchitos y mustias las miradas.
Los te quiero serán tan solo murmullos enredados.
Aquellos bellos rostros quizás tengan mi imagen y algún recuerdo.
Y aquellos cuerpos creo y espero me hayan olvidado.
De las páginas muchas se borraron, muchas están perdidas
y en otras hoy sigo escribiendo para que mañana sean ayer.

Las letras ausentes volvieron

Vicente Herrera Márquez
 

Estaban lejos y calladas,
quizás dormían el letargo del olvido
o caminaban perdidas en calles oscuras.
Andaban buscando respuestas reales
o quedaron enredadas en sábanas frías.
Pero un día de verano ardiente,
en que la espera era tormenta
y la esperanza ilusión vana,
las letras ausentes volvieron,
las letras silentes gritaron.
Las letras dispersas se unieron en verso,
en verso desgarrado por tempestades,
en canción de eterna soledad,
en rasguño a la indiferencia,
en búsqueda de comprensión,
en sentimientos heridos,
en tiempo de recuerdos,
en tiempo de regresos,
en tiempo de esperanzas,
en tiempo de poesía,
y en tiempo de verbo actual.
Estoy leyendo esas letras
que hablan y gritan
y creo descifrar palabras
que rodeadas de silencios
aún se acuerdan de mi.