martes, julio 11, 2006

Rieles

Vicente Herrera Márquez

Amigos de antaño, pequeños ilusos,
en mi viaje los revivo y los recuerdo.
Bandada de purretes, hermanos del viento,
entre flores de cardo y espinas de calafate.
Trepando fardos de lana, soñando horizontes,
jugando en los patios de la estación.
Recuerdo que un día con calor de enero,
ayudando a ovejeros a embarcar animales,
nacieron las ansias de querer viajar.
Con cien remolinos de polvo en el aire,
agitando un pañuelo y un beso a María,
como las ovejas, en tren, me fui por los rieles,
a beber distancias y andar esperanzas,
a sembrar letras e hilar palabras,
para que los años las pongan en versos.
Los tiempos pasaron, los trenes se fueron.
Transpiré caminos, derramé semillas.
La herrumbre implacable corroyó el acero.
Caminé las sendas que anduvo Neruda.
La nieve y la escarcha degradaron durmientes.
Coseché amor y amistad, prolongué mi apellido.
Pagué con cariño, amargura y olvido también...

Andenes y estaciones se los llevó el viento.
Extinguí mi fuego con cuerpos candentes.
La sierpe de acero agoniza en las pampas.

Amigos de antaño, románticos viejos,
de cerviz doblada desafiando al viento.
Después de beber el zumo de todas las vides
y libar el néctar de muchas Marías
busco en la maraña de rutas del mundo
la vía de hierro que, al pago, me lleve otra vez..
Con mi valija repleta de puros poemas, y
las manos abiertas, gastadas, vacías,
por la misma senda brillante de acero,
un día, cualquiera, a Las Heras quisiera volver.
Y con calor de enero o lluvia de abril,
en un andén remozado, abrazar a René,
a Vicente, al Caco, a la Lyla, y al turco Chaín.
También en un patio de la vieja estación,
festejar con asado al palo y vino en porrón.
Y que estén con nosotros los niños de hoy,
agitando pañuelos, saludando la vuelta del tren.

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