—Hermano ¿Ves esa silla que mece el viento?
— ¿Esa silla vieja y vacía? Sí la
veo, hermano.
—Es vieja, pero no está vacía.
—Sí, está vacía hermano.
—No hermano, no está vacía.
— ¿Pero, acaso no ves que en ella no hay nada?
—La veo y no la veo vacía.
—Pues, en ella nada veo, veo sólo
una silla vacía.
—No, no lo está, mira, mira, pero
mira bien.
—Miro y miro y nada de nada veo en
ella.
— ¿Estás ciego hermano o no
quieres ver?
—Ni lo uno, ni lo otro, solo que
nada veo.
—Y yo te aseguro que mis ojos si
ven.
—Entonces dime: ¿Qué es lo que ven
tus ojos?
—Allí, muy nítido ven que hay
recuerdos y ausencia.
— Pero… ¿Qué recuerdos… y qué
ausencia, hermano?
—¡Los recuerdos del ayer y la
ausencia de nuestros padres!
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