Amor de momentos,
sin ayer, sin
recuerdos, sin mañana.
Sólo ahora, sólo
instantes sucesivos,
que se van
diluyendo en un sendero invisible
y ni siquiera son
segundos que se aferran a una historia.
Amor que nació
entre las palabras silentes de un verso
y muere a cada
instante cubierto por mortajas de silencio.
Somos seres
condenados a vivir en los escondites sin ruido
donde se soslaya
el sonido persistente que lacera los oídos
y construye el
precipicio que va distanciando
mi semen de tu
último óvulo fecundable.
Si del silencio
llegamos
no lo rompamos
con un adiós,
dejemos que sea
el silencio el que medie entre los dos,
hasta que se
acabe ese ruido que anula el deseo.
Aunque para ese
tiempo, ni mi semen, ni tu óvulo,
ya no engendren
descendencia.
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