jueves, diciembre 30, 2010

El último poema

Vicente Herrera Márquez

El último poema lo voy a escribir mañana
por la tarde.
Poco antes que se esconda el sol y sienta frío en
los dedos.
Después que tomemos té y repita una vez más cuanto
te quiero.
Después que tañan las campanas de la última misa
del día.
Minutos después que pase el tren que nos indica que termina
la tarde.
Antes que oscurezca, cuando estén cerrando la farmacia
de la esquina.
A los pocos minutos que el vecino llegue
del trabajo.
Después que llamen los nietos para preguntar
como estamos.
Después que den el noticiario que vemos
todas las tardes.
Después de mirarte a los ojos, darte un beso y acariciar
tu bello rostro.
Y un poco antes de cerrar los ojos cansados y dar
el último suspiro.

Partidas, distancias y caminos

Vicente Herrera Márquez

Las partidas son bandadas de pañuelos,
en el viento, agitando despedidas.
Son boletos de ida con fecha conocida
que no llevan impreso el minuto del regreso.
Son vivencias, sensaciones, arraigos, desarraigos
y a veces huidas sigilosas,
que se escriben con letras indelebles
en la bitácora que registra nuestros actos.

Las distancias del espacio son pasajes,
que se guardan en bolsillos olvidados.
Son estaciones que van quedando atrás,
unidas por un hilo delgado de memoria.
Son infinitas y se alargan tanto
como duren los latidos del finito ser en su existir.
Son tiempos desechados, praderas arrasadas,
bosques talados y huertos cultivados.

Los caminos son arterias que entramados
cubren el cuerpo sinuoso del espacio.
Son un viaje por carriles ignorados,
tendidos al arbitrio sin sentido del destino.
Son travesías de valles y desiertos
que esperan el hollar y pasar de nuestros pasos.
Son una maraña de rumbos que se cruzan
y entrelazan como tela de una araña.

Las partidas, las distancias, los caminos,
son porciones de la torta de la vida.
Son cantidades abstractas que no aceptan
lógica, razón ni factores matemáticos.
Simplemente son instancias,
accidentes, casualidades o simples consecuencias.
Son ilusiones, esperanzas, mitos, creencias,
promesas, realidades y mentiras.

Concierto de guitarra en Ouro Preto

Vicente Herrera Márquez

Te observo con mirada delirante,
como envuelta en tules de seda
vas corriendo vaporosa y en subida,
un sendero que se eleva hasta Ouro Preto.
Te veo mariposa de colores
que revoloteando entre flores tropicales
me invitas a buscar el oro que escondes
bajo las sábanas que cubren esas formas
tentadoras de guitarra apasionada.

Percibo el perfume de piel blanca
pincelada de acuarelas color de carnaval,
que se pierde a la vuelta de una esquina
en la altura más alta de Ouro Preto.
Siento tu jadeo y respirar entrecortado
que me incita a darte con mi boca el aire
de montañas nevadas que traigo para ti.
Y así templar las cuerdas de tu cuerpo
para que vibren cual guitarra apasionada.

Oigo tu voz melodiosa, pausada y cantarina
con notas que combinan fado y bossa-nova,
que traen al presente de los tiempos
esplendor, tradición y pasado de Ouro Preto.
Oigo una melodía entonada con amor
que con voz suave inunda de paz las calles,
habla de romances de pieles blancas y morenas
e incita a beber miel y placer de labios rojos,
que musitan arpegios de guitarra apasionada.

Sueño en distancia de tiempo que separa
con tu mirada sensual y enamorada,
con tu manantial de aromas almizclados,
con el sudor esclavo del oro de Ouro Preto,
con la humedad que exuda tu sexo liberado,
con el arco tentador de tus caderas,
con el sabor a sal de vida y azúcar de tus labios,
con la danza sensual ondulante de tu cuerpo,
y con tu vibratto excitante de guitarra apasionada.

Humo, vino, manjares y amor

Vicente Herrera Márquez

El humo en volutas, de cigarrillos fumados
se eleva en espirales con forma de alvéolos pulmonares,
lleva en ellas mi inspiración, mi expiración,
muchos suspiros con nombres y apellidos,
pero me dejan las palabras que aún quiero escribir.

El vapor espirituoso de las uvas de los viñedos del Maule
acompaña los sabores que nacen de mi tierra,
sean estos vegetales, con plumas, con cuero o tal vez caparazón,
preparados en olla de barro, en horno, rescoldo, parrilla o asador,
los que gusté, degusté y los que faltan consumir.

Los besos, las caricias, los momentos de placer,
se graban y tatúan en mi mente y en mi piel,
son poemas e historias impresos en papel,
y vivencias que guardo en la memoria,
aunque es posible que falten algunas por vivir

Fumé hasta que el corazón sintió el primer infarto.
Gustaré de manjares hasta que el segundo se presente.
Libaré vino tinto mientras no me visite el tercero.
Escribiré mientras pueda palpar el teclado.
Seguiré volando como niño, en el sueño y en vigilia.
Y te amaré mientras viva, hasta el último infarto.


El camino del poeta

Vicente Herrera Márquez

El camino del poeta
es una senda de letras dispersas,
que pone el destino en su vida
para que conjugue en versos
la simpleza del lenguaje.
El poeta en su camino
va sembrando sentimientos
en surcos que llenan páginas,
que luego riega con tinta y rima
para entregar al lector
sangre y alma en poesía.
El camino del poeta
es el trayecto del hombre
dándole sentido a esas letras,
que como juglar eterno
va escribiendo y cantando:
de triunfos y fracasos,
de amores y desamores,
de ilusiones y desengaños,
de partidas y regresos,
de exilios y reencuentros,
del abecedario completo,
de todo lo que da la vida,
hasta que llega la muerte.

miércoles, noviembre 10, 2010

La vida en el espejo

Vicente Herrera Márquez

¿Quién será ese señor viejito que me mira en el espejo?
¿Será mi fantasma de ayer?
¿Será mi otro yo del futuro?
Me parece cara conocida, debe ser un familiar,
si hasta se parece a mi papá poco antes que muriera.
Tiene su misma mirada y poco pelo en la testera.
Luce muy blancos los dientes casi igual que los míos,
a pesar de nicotina y miles de cigarros consumidos.
Lleva barba color invierno de más de cuatro días,
podría afeitarse conmigo, por eso estoy frente al espejo.
Le hago una mueca y el responde con una casi igual.
Esbozo una sonrisa y también el me regala su sonrisa.
Lo miro bien, escudriño las arrugas de su frente,
parecen surcos arados a lo largo y ancho de una vida.
Me interno en las huellas de años que nacen de sus ojos,
y recorro cauces secos de riadas de antiguas tormentas.
Observo esos labios que tiritan imitando mi sonrisa,
con un rictus cómplice que parece quisieran sentir
el color y el fuego del vino tinto y de labios de mujer.
Efectivamente esa imagen se parece al viejo Herrera
y también encuentro que se asemeja mucho a mí.
Debe ser su fantasma que me viene a visitar.
Debe ser mi recuerdo de años que se acercan al presente.
Y pienso la razón y la verdad de los refranes,
es cierto aquello que dice: de tal palo tal astilla.
Me parezco a mi viejo y el se parece a su hijo.
Ahora me voy a rasurar para la cita que me espera,
con un brindis de buen vino y un beso ardiente de mujer.
Y luego si el romance deja un espacio y el tiempo lo permite,
iré a ver a mi doctor, pues estoy sintiendo achaques de vejez.

Cuando las rosas hablaban

Vicente Herrera Márquez

Hubo un tiempo ya olvidado,
en el que las flores hablaban.
Cuando una rosa decía: te quiero,
aunque lo dijera en silencio,
tu te detenías a oírla
y si no la escuchabas,
ella en tus oídos gritaba.
¿Será que las flores hoy no hablan?
¿Estarán hablando otro idioma?
¿Están las rosas calladas?
¿O no las quieres oír?

Sinoriente

Vicente Herrera Márquez

Voy errante caminado
entre rastrojos y hojarasca.
Siento que cruje el sendero
por el peso de nostalgias
guardadas apretadas en las alforjas
que soportan mi equipaje.
Transitando los senderos que vienen del ayer,
voy vagando sin un rumbo definido,
siguiendo surcos labrados con promesas
que se han ido diluyendo con el tiempo.
Estoy rendido en el cruce de los vientos,
no hay indicios de rutas con destino
y el camino de regreso se ha perdido.
No hay una veleta que indique puntos definidos,
o tenga en su cruz una flecha cardinal
que me diga cual es el sendero mejor para seguir.
Y sin norte, sur u oriente estoy perdido,
a merced del viento, las nostalgias y el olvido.

sábado, agosto 28, 2010

Palabra perdida

Vicente Herrera Márquez

Por que escucho que dices lo que yo quiero escuchar,
y tú crees que dices lo que no quieres decir.

Palabra
¿Dónde estás?
Te busqué en el abecedario,
y no estás.
Te busqué en cientos de idiomas,
te busqué en todos los dialectos,
también en las lenguas muertas,
y no estás.
Le pregunté a Dante y Cervantes,
a Neruda y la Mistral,
te busqué en el pentagrama, en La Biblia,
El Kamasutra y El Corán,
busqué en “El arte de amar”
y no te pude encontrar.
La palabra que busco, en ninguna parte esta.
Es posible que en Babel ella se perdiera.
Alguien la borró de pergaminos,
y Gutenberg la olvidó.
Hurgué en miles de libros,
y no, no estás.
Quemé pestañas en tratados de lógica,
en arcanos testamentos, en novelas de amor,
en trovas de enamorados
y no te pude encontrar
Al final, con voz grave, me dijo un anciano,
La palabra que buscas nunca en la vida existió.
Por lo tanto, amada mía, la vamos a inventar.
Y para que nunca se pierda la encerraremos en un arca
que solo dos podrán abrir: tu y yo.
Para mayor seguridad nunca la vamos a pronunciar.
Si un día el arca se rompe, el encanto se perderá.
Y la palabra en el viento será susurro que morirá.
Mientras tu seguirás cantando y yo seguiré escribiendo.

Vivo soñando

Vicente Herrera Márquez

Sueño que correré distancias para alcanzar la partida
que deje un día de enero para volver en abril.
Sueño que algún día como cenizas libres
seré pasajero del viento y huésped del ancho mar.
Sueño que tu mirada será horizonte del tiempo,
y en el me veras como tu estrella de madrugada.
Sueño que veré cielos azules y transparentes,
libres de humos oscuros, partículas y aerosoles,
tal como los vieron los ancestros de mis abuelos.
Sueño con ríos limpios sin cloacas contaminantes,
que lleven aguas puras para regar campos de pan
y que la corriente clara de su cauce en mi boca aplaque la sed.
Sueño que las fronteras solo serán hilos de plata,
para suturar heridas que causó el hombre insensato,
ávido de poder y castrado de libertad.
Sueño que algún día a mano alzada elijamos quien nos dirija
y que el juez dicte el castigo justo, para el que diga yo fui señor.
Sueño que las banderas con estrellas, barras y lunas
formen un manto-iris que cobije al hombre en pluralidad,
Sueño que un parlamento de niños y ancianos elabore leyes
que inutilicen la metralla, el átomo bélico y el fusil.
Sueño que mis amigos vivan cien años de plenitud,
cultivando el trigo de todos y no el del que paga más.
Sueño que femenino y masculino sean iguales ante la ley
y que el macho reconozca en su hembra un ser igual.
Sueño que cada niño tenga su escuela y un camino para seguir,
que tenga una cuna, un juguete, leche, abrigo y una ilusión.
Sueño que mis sueños, algún día, serán la vida real,
pero aún así, quiero que siempre haya un motivo para soñar.

Vengan a mí

Vicente Herrera Márquez


Vengan a mí.
En tropel, como potros iracundos, los recuerdos de tiempo vivido.
Vivencias que en mi memoria quedaron grabadas con tinta perenne.
Sueños que llenaron de viajes, aventuras y destinos mi alma infantil.
Castillos que poblaron caminos que mi mente joven algún día recorrió.
Palabras que no escuché y como brisas ignoradas se perdieron en el aire.
Los sueños de niño prodigio y los fracasos de hombre normal.

Vengan a mi.
Noches de miedo acurrucado y escondido de las sombras que se mueven.
Conjuros incubados en momentos de esperanzas que luego se truncaron.
Risas y miradas pequeñas, pretéritas, que en el tiempo deje olvidadas.
Sollozos, llantos y lamentos que no escuché cuando di vuelta y partí.
Lagrimas vertidas después de despedidas por romances que murieron.
Las manos amigas que en el camino me dieron pan, cariño, calor y amistad.

Vengan a mi.
Alabanzas, vítores, aplausos y vivas que alguna vez nutrieron mi ego.
Insultos y desdenes ganados en las batallas que luché, gané y perdí.
Caricias de manos que un día en mi piel se posaron y marcas dejaron.
Hijos y nietos que aunque tengan distinto apellido son míos igual.
Los poemas escritos con nombres reales y también las rimas perdidas.
Los vuelos solitarios que de niño me elevaron más alto que Los Andes.

Vengan a mi
Ecos de palabras perdidas y tracen en mis labios susurros de amor.
Versos de poetas románticos y denle a mi pluma la fuerza para escribir.
Trovas de juglares lejanos y tomen mi voz para contar historias de amor.
Pinceles de pintores de antaño y pinten con mis manos arco-iris de hoy.
Humos de cigarros fumados y dibujen en el aire espirales voladoras.
Los vapores de alcohol de orgías de ron trayendo bohemia a mi noche actual.

Vengan, vengan a mi
Senderos del mundo por los que hoy escucho mis versos que se leen.
Miradas de lectoras que recorren párrafos que escribí con nombres de mujer.
Voces corales de niños cantores entonando melodías de allende mi horizonte.
Vientos de latitudes lejanas a mi tierra pero cercanas en mi lengua castellana.
Estaciones que me esperan con andenes repletos de versos de poetas amigos.
Los amores que en el mundo quedan por vivir y caricias que aún puedo sentir.

Vientos de España


Vicente Herrera Márquez

Fuiste tú la que abriste, de tu casa, la puerta
permitiendo que bebiera el agua fresca de tu fuente,
la cual aplacó la sed que traigo de la largura del camino.
Fueron tus amigos quienes con halago inmerecido
complacieron el ego de este errante enamorado vagabundo.
Fueron de ojos de España y Cataluña, mediterráneos,
las miradas que dieron poesía a mis letras australes.

Fuiste tú, mujer, la que tiene mirada de gitana,
la que recitó los versos que dibujan palabras con mi pluma,
y la que uno a una me llevaste a estrechar sus manos francas.
Fueron ustedes, amigos, contertulios de esa mesa,
los que sin conocerme me brindaron el color y calor de su vino,
trayendo a mi mente el tiempo de niño cuando aprendí a volar.
Fueron caricias y besos virtuales que sentí en mi piel
en el parador del viaje por esas tierras lejanas, maternas.

Fuiste tú, mezcla de viaje comenzado en tierras sin mar
prolongado por continentes pequeños de caribeño oleaje,
la que en tu puerto de sueños aceptó mi velero anclar.
Fueron ustedes argonautas buscadores de palabras en letras
los que al leer mis escritos me elevaron y nombraron, sin serlo, poeta.
Fue el calor de muchos abrazos y ese beso furtivo, robado,
los que dieron alimento para el alma y placer para el ego,
dándome fuerzas para prolongar el camino escribiendo al amor.

Ven, caminemos juntos


Vicente Herrera Márquez

En un cruce de palabras desconfiadas y caminos sin destino,
tus labios y mis labios quedaron sedientos de los tuyos y los míos.
Tus manos y mis manos quedaron vacías de tus contornos y los míos.
Tu mirada y mi mirada ciegas quedaron sin el reflejo de tu imagen y la mía.
Tu libro y mi libro de memorias quedaron con páginas de versos inconclusos.
Por eso hoy vengo mordiendo las palabras dichas que me tocan y te digo:

Ven, te invito.
A transitar por el camino que olvidamos recorrer,
a completar las horas del tiempo que dejamos de vivir,
a escribir los versos que le faltan a nuestro poemario,
a encender fogatas para que iluminen nuestra playa apagada,
y a dibujar las corcheas en el pentagrama de la sinfonía inconclusa.

Ven, te invito.
a que seas mi compañera por el resto del viaje,
a juntar las manos con fuerza para cruzar el valle del temor,
a conversar nuestros temas con las palabras calladas,
a dibujar trenes y corazones con los pinceles olvidados,
y a marcarle los minutos y segundos al reloj que queda por correr

Ven, te invito.
A que busquemos los deseos escondidos en los rincones de las pausas,
a embriagarnos con el sumo espirituoso destilado del sudor de nuestra piel,
a que demos calor a las sabanas ateridas por el frío de la ausencia,
a buscar en los recovecos del alma los motivos que aplacaron los deseos,
y a encontrar los te quiero escondidos en las cartas con escritura disfrazada.

Ven, te invito.
A que juntos enfrentemos los vaivenes de la vida en presente y por venir,
a quemar la leña que habíamos juntado para calentar los inviernos que no fueron,
a beber el vino tinto de deseos que guardamos en la cava de las esperanzas,
a vivir la abundancia, la realidad y la carencia que tengamos que enfrentar,
y a vencer escollos, piedras del sendero y dardos de miradas solapadas.

Ven, te invito.
A que juntemos nuestros labios en un beso que mitigue la sed acumulada,
a que nuestras manos vuelvan a sentir la caricia y el calor de nuestras manos,
a que nuestras miradas sigan siendo reflejos de vida en la noche y en el día,
a completar los capítulos en blanco y seguir escribiendo el libro de la historia,
y a continuar el camino que interrumpimos en un cruce sin sentido de la vida.

Ven, ven, te invito, caminemos juntos.

Poema de amor

Vicente Herrera Márquez

¡Te quiero tanto!
Y quiero quererte más
¡Te amo tanto!
Y se que te amaré más

Soy

Vicente Herrera Márquez

Soy palabras en el aire y el intruso inoportuno
que seduce con susurros y no entrega corazón.
Soy momentos cada tanto que se suman en presente
que no dejan rastros de pasado ni perfumes de mañana.
Soy caricias que se pierden en el viento, soy un soplo
que ni siquiera puede en el aire un remolino dibujar.
Soy el beso que se esconde a la vuelta de una esquina
sin dejar huellas ni dulzor en una boca de mujer.
Soy la voz que se pierde en el ruido de la calle
suplicando por agua que beber y migas de cariño.
Soy espera de esperanzas y posibles imposibles
que se vale de artilugios para metas alcanzar.
Soy obrero que teje y trepa por andamios de ilusiones
persiguiendo en las cornisas ese sueño tan esquivo.
Soy el iluso navegante que enfila contrario a la corriente
creyéndose el Ulises a quien espera una mujer.
Soy retazos de alegrías que se ahogan en tristeza
cuando escucho oraciones que comienzan con un no.
Soy muy poco de lo mucho que pretendo aparentar
creyendo que mintiendo fácilmente triunfaré.
Soy el analfabeto ávido de letras unidas en palabras
que digan a mis oídos lo que mis ojos quieren ver.
Soy el erudito que exige las reglas del lenguaje
sin saber que en el amor no existe ni el punto ni la coma.
Soy el labriego que siembra surcos y los deja sin regar
ignorando que en un yermo, nada, ni el amor florecerá.
Soy el iluso que cree que una flor por si sola hace amor
sin pensar que sin cariño ni mil rosas lograrlo lo podrán.
Soy el fantasma contrahecho de Don Juanes olvidados
que pretende con poemas sin sentido conquistar.
Soy la mentira que para sobresalir se disfraza de verdad
y acomoda las encuestas de la vida a su antojo por ganar.
También soy un pobre enamorado envuelto en traje de poeta,
que corro contra el tiempo y busco como loco entre la gente
los ojos pintados marrón claro que un día de febrero me miraron
y los labios entregados que con besos en mi boca se quedaron.
Pregunto gritando quien sabe donde esta la dueña de mi amor,
aquella que en las noches, un te quiero con un beso me decía,
la misma que en esencia llegaba y en mi cama se escondía
en noches de invierno buscando calor y regalando su cariño.
Soy un tonto que la busca porque nunca la supe retener,
no me detuve a ver en su mirada las caricias de su alma,
ni a escuchar en sus palabras la verdad que me entregaba.
Tampoco supe leer en sus versos la tristeza y el dolor,
que son sus compañeros inseparables desde siempre
y van a su lado apretando el alma y estrujando el corazón.
Soy todo lo que he dicho y soy un loco poeta enamorado
que la buscaré, gritando su nombre por todos los caminos.

Cuidado con las pausas

Vicente Herrera Márquez

Distancias, pequeñas e inmensas,

que acortan y alargan el tiempo de amar.
Silencios, momentos de palabras silentes,
testigos que pasan, y los calla el tiempo.

Pausas, que detienen los pasos de amantes,

insensibles no sienten ni cuenta se dan
que pasan, pasan y pasan las horas,
también que suman los días que van
a la vez que restan los días que faltan.

Por eso amor, no te detengas en el camino,
a preguntarle al viento que hacer.
Si tu me quieres querer, quiéreme sin pensar,
porque entre distancias, silencios y pausas
es posible que el tiempo te pueda ganar.


Ven, acércate

Vicente Herrera Márquez

Ven amor, ven, no te detengas,
irrumpe en mi espacio cantando, disipa las nubes de dudas,
hagamos de la vida un pentagrama y entre los dos escribamos el amor.

Quiero colmar de verbos con sentido los reglones que vacíos han quedado.
También llenar las páginas de nuestro libro que parecen hojas de silencio,
delinear un prólogo que perdure sin dejar espacios a epílogos y finales,
escribir no solo por adornarlas con palabras resonantes y asonantes,
sino que para estampar en ellas los te quiero y te amo que he callado
por temor que parezcan simples sonidos que se emiten como ecos repetidos.

Quiero cubrir en tus labios los espacios que por días sin besos se quedaron,
dibujar en tu piel miles de caricias que imaginadas en el aire se perdieron,
pintar en tus retinas las flores y colores de paisajes que olvidamos recorrer,
modular en tus oídos los susurros que por momentos largos no dijeron,
acariciarte no solo por complacer y darles calor a mis manos atrevidas,
sino, que para brotar arpegios de tus cuerdas contenidas, ansiosas de vibrar.

Quiero sentir corriendo en toda la extensión de mi columna un río de placer,
provocar en tus montes, valles y llanuras temblores y torrentes de pasión,
prolongar en minutos extensos los segundos y los minutos en horas sin reloj,
hasta lograr el momento placentero en que ambos alcancemos el final.
Ven acércate amor, juntos abramos espacios y juntos llenemos los tiempos,
quiero fundir mi cuerpo al tuyo buscando la comunión de nuestro amor