La distancias,
insensibles, no
quieren acortarse.
Las horas,
impacientes, extienden sus minutos.
El pensamiento,
racional y sordo,
no escucha al corazón.
El sistema,
implacable,
oprime los sentidos.
El dinero,
envilecido,
condiciona la existencia.
La vida,
ignorante, se
olvidó de sus criaturas.
Las pasiones,
a miles de
kilómetros, buscan otros cuerpos
Y el reloj,
indiferente,
sigue marchando,
displicente y
ciego, ronroneando su tic-tac.
El amor,
nuestro y
verdadero, que podría ser real,
lo entorpece las
incongruencias de la vida.
Por eso sólo
digo:
¡Ayyyy amor,
cuánto te quiero!
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