sábado, febrero 07, 2015

¡Esa maldita enfermedad¡



Esa maldita… ¡Esa maldita enfermedad!
Esa que un griego, pensando en poesía la llamó melancolía,
y un siquiatra inglés  la cambió por depresión,
esa que yo, que no soy griego ni inglés,
prefiero llamarla condición.
Condición que vino contigo y que sólo contigo se irá;
esa que de repente es hermosa brisa apacible
y en el cambio de luna es tempestad.
Y sin embargo, en la una o en la otra,
de tu pluma brotan las semillas que escondes en tu alma,
germinan en prosa y poesía,
y en la pantalla o el papel se transforman en árboles;
algunos son naranjos en flor,
otros sauces que lloran,
un álamo altivo y desafiante o un apacible jacarandá;
muchos con frutos de piel tersa, y exquisitos
y otros de ácidas bayas cargadas con zumo de dolor.

Y sin embargo a pesar de muchos,
en contra de otros tantos,
pero a la vista de todos,
de ti, mujer,  me enamoré.
Y enfermé de amor por ti.   
           Y escribí un libro con letras verdaderas
           extraídas  de los más profundos abismos de mi ser.
            
           Pero… llegó el momento de irte.
Más de alguien presumía que tenía que llegar,
incluso yo lo presentía…
Y te fuiste,  con un beso, un no me llames,
y un:  yo te llamo cuando pueda.
Te fuiste… ¿Dónde estás?
Hasta hoy, llamarte, no me animo;
y me doy cuenta que: el cuándo no has podido.
Hoy, lejos, debes estar llorando o sonriendo triste,
escribiendo palabras dulces de días claros
o amargas de días oscuros con nubarrones de tormenta.
Pero igual te… ¡Igual te quiero!
Sí… en silencio y en distancia te sigo amando,
y de repente sin proponérmelo o darme cuenta,
de mi pluma brota una lágrima por mí,
y también muchas veces pinta sonrisas para ti.

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