domingo, junio 24, 2007

El amor que yo te doy

Vicente Herrera Márquez

El amor que yo te doy,

tiene la distancia de venir andando,
suma los caminos de mis pies cansados,
resta descuentos y esperanzas truncas,
se despoja de caricias que dejaron marcas
y con mirada limpia, sin mirar atrás, busca tu cariño.

El amor que yo te doy,
es de adulto que parece niño,
es de poeta de palabras mínimas.
Pretende venir del espacio y de otros confines,
pero es bueno, muy simple y sencillo
y tan solo pretende entregarte verdad

El amor que yo te doy,
tiene la presencia de mi cuerpo entero,
te entrega las caricias que han aprendido mis manos
y te trae besos guardados por tiempo en mis labios.
También trae el arrullo de palabras dulces
y un torrente de estrofas repletas de amor.

El amor que yo te doy,
puede ser el último que entregue mi corazón gastado,
quizás es el prólogo del final de mi novela
y puede ser el acto culmine de la comedia de mi vida,
que ha encontrado en el teatro de la historia
el final y la heroína que siempre busqué para la trama.

Nuestras noches

Vicente Herrera Márquez

Te siento algunas noches, cuando entras en mi cama,

y acurrucándote en mis brazos me cuentas tu dolor.
Me hablas de caminos recorridos,
de amores que se fueron y de marcas que dejaron.
Recuerdas pasajes familiares que arrancaron esperanzas
y en maniobras solapadas te quitaron libertad.
Me cuentas lo azaroso del camino de la vida,
de los escollos que has tenido que salvar
y la dificultad de entender la descendencia,
que critica, maldice y actúa con crueldad.

Otras noches llegas alegre
y con tu risa espantas las tristezas enquistadas,
en la funda de mi almohada cuando pienso en soledad.
Disipas mis dudas con palabras precisas
y alejas fantasmas que rondan mi mente y mi cama.
Te cuento que abrazo un cojín que tiene tu nombre
en las horas que tu a mi lado no estas y estas en tu cama,
te digo que tiene dibujado tu cuerpo, tu boca y tu sexo
y eres tú, en las noches que otros brazos te abarcan,
pero con besos me convences que no debo pensar.

Y hay noches que llegas voluptuosa,
a llenar las horas con deseo y con pasión.
Me desnudas, te desnudo, desnudamos a la noche.
Nuestros suspiros y quejidos ahogan el canto de Serrat
y la luna en la ventana, sonrojada, se esconde en una nube,
dejando a nuestros cuerpos navegando en las penumbras
y mis labios a oscuras buscando el camino del placer,
mientras tus manos impacientes van estrujando mi pasión.
Cuando Selene vuelve a aparecer somos dos, somos uno,
somos todo, somos tu y yo, entregados al amor.

También hay noches que sufro por tu ausencia
y muero un poco cuando el frío me dice que no estás.
Se hacen largas las horas y duele el pensar en tu verdad,
apresada en otros brazos y prisionera de otros besos,
amarrada a circunstancias que obligan los papeles,
como también principios y compromisos de moral.
Son noches que matan esperanzas y producen desazón,
dejando en la boca sinsabor y en el alma soledad,
que cierra los caminos y oscurece el día y la razón
dejando en el balance del amor una cuota por pagar.

Pero hay noches que soslayamos los problemas,
y nos dibujamos en senderos bordeados de libertad,
venciendo escollos y rompiendo barreras insensibles
que no entienden los códigos inentendibles del amor.
Recorremos tu geografía y mis espacios siderales
buscando respuestas en los rincones escondidos,
y las encontramos y nos dicen adelante avancen sin temor.
El amor rompe todas las barreras y no le interesa lo legal
y cuando es verdadero con razones también vence a lo moral
y en los caminos del hombre, aunque duela triunfará.

Mar y continente

Vicente Herrera Márquez

Hay circunstancias que separan
y compromisos que amarran,
algunas puertas que se abren,
muchas están entornadas
y otras que siguen cerradas.
Hay cortinas entreabiertas
que esconden ojos que observan
y entre puertas y ventanas
muchas rendijas espiando.
Hay distancias tan extensas
como océanos y continentes,
son mares con mil temores
y montañas de papeles.
Hay lazos y una frontera,
lazos con nudos ciegos
y una frontera legal.
Y entre distancias y nudos
no queda mas que esperar.
La espera puede ser larga,
tanto como de aquí al olvido
o tan corta como decir:
ahora y comenzar a correr.
Habrá que esperar algún tiempo
hasta que llegue el momento
en que faltará solo un día.
Y ese dia puede ser largo,
como tener mas horas que un mes,
pero sin mucho pensar presiento,
que la espera tendrá un final
y será en tu cama o la mía,
pero al ocaso del día
en una seremos dos.

domingo, junio 17, 2007

Mi destino en tu balanza

Vicente Herrera Márquez

Si algún día en horas de invierno no tengas qué hacer,
hojea ese libro que escribo en las horas que restan del día.
Cuando tus ojos recorran las huellas que dejan mis letras,
encontraras en muchas palabras mi forma de ser.
Podrás leer mi niñez, mi juventud, mi alegría y mi dolor;
mis esperanzas de antaño y mis soledades de hoy;
mis risas, mis llantos, mis juguetes y mis juegos de azahar;
aquellos juguetes sencillos y pobres con los que aprendí
y esos juegos del destino, con los que jugué y perdí.
Encontraras mis romances, mis amores, mis poemas dulces;
proyectos, inicios, fracasos y los hijos que también perdí.
Conocerás del ímpetu que tuvieron mis músculos jóvenes
y del desgano que invade el transcurrir de mis años lentos.
Te darás cuenta que en la vida frente al poder grite verdad,
pero a la hora de beber el triunfo también mentí.
Veras que no doy consejos, pero si predico y mucho predico,
mas nunca practico, igual que el cura de aquel refrán
Nunca en mis escritos, ni entre líneas, leerás insultos,
a menos que yo mismo, en forma directa, me los diga a mí.
Lee mis últimos versos y en todos encontraras tu nombre
veras un: Te amo, escrito con letra clara de puño muy firme
y te aseguro que todo en la vida me enseño a no mentir.
Cuando tu mente recoja y traduzca lo que leen tus ojos,
pon todo en la justa balanza que equilibra la vida,
observa a que lado se carga y mi destino lo decides tu.

En un boulevard del centro

Vicente Herrera Márquez

Desperté soñando que hoy te vería,
que hoy encontraría a la mujer que vive en mis sueños.
salté de la cama, tome una ducha y me di un café.
A medio vestir, salí corriendo, tan solo con un calcetín.
El metro repleto, me hizo un espacio y me dejo subir.
Un millón de personas y cien estaciones me vieron pasar.

En un boulevard del centro te busque entre la gente,
trajiné en las vitrinas y pregunté a los espejos.
Busque tu nombre en afiches y portadas de libros.
Mire maniquíes vestidos con ropas de invierno
y acaricie otros que tenían tan solo calzón y sostén.
Imagine muchas cosas, incluso que tú me buscabas a mí.
Vestí mil cuerpos con botas y jeans ajustados,
pensando que así te gusta tu figura lucir,
a otros les puse peluca color rojo marrón
y mientras lo hacía gritaba tu nombre.
Pinté tus ojos y labios en la cara de mil mujeres,
creo que nunca en la vida a tantas miré
y mientras lo hacia cantaba tu nombre.
En orejas contaba aros y en frentes buscaba años,
no buscaba una joven, no buscaba una anciana,
tan solo quería encontrar una huella marcada
que dijera muy claro: quien buscas yo soy.
Tu nombre murmuré muy cerca de oídos,
esperando que un par de ojos mirara al oírlo decir.
Como loco te encontraba y entre la gente te perdía,
y sin importar el frío y la lluvia del invierno
susurraba, cantaba, gritaba tu nombre mi amor.

Sentí que me rodeaban, alguien me tomo de un brazo,
contento pensé que eras tú, alguien me tomo del otro
y también, ya en el limbo, pensé que eras tú.
La gente miraba, todos hablaban y todos reían.
Un guardia me tomo las manos y me regalo dos pulseras.
Dos policías me ayudaron a una limusina subir.
Una mujer hermosa vestida de blanco me tomo las manos,
en su bello rostro estaban tus ojos y también tu sonrisa.
Con emoción te salude: Hola mi amor ¿Cómo estás?
Tanto que tardaste en llegar, me estaba volviendo loco.