Para escribir poesía no
hay que inventar palabras sin sustento,
no hay que navegar
mares ignotos buscando islas encantadas,
tampoco viajar por el
firmamento escogiendo nombres extraños
ni recorrer perigeos de
estrellas perdidas en constelaciones
ignoradas.
No hay que entreverarse
con faunos libidinosos en los montes del
Olimpo
o copular con deidades
y diosas mitológicas de dudosa reputación.
Menos buscar en los
laberintos intrincados de nuestro subconciente,
ni dotar de nuevo
abecedario al ego que cree que el idioma no le basta.
Las metáforas
rimbombantes desfiguran la poesía que nace en el alma
y las palabras sin
sentido o las frases y oraciones incongruentes
ensucian los versos que
en el fondo sólo quieren llegar al yo de ti;
sólo buscan penetrar el
laberinto de sentimientos y pasiones,
hacer concientes las
divagaciones de la inconciencia
y estar presente en la
metamorfosis de las ideas y ocurrencias.
Por último, para
escribir poesía solo se requieren sentimientos,
sin olvidar que para
darle sentido y pasión a los versos
además de letras se
requiere de los signos del lenguaje escrito.
Para eso es necesario
aprender la importancia del punto y de
la coma
y colocarlos, tal como
las letras, en el justo lugar que corresponda.
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