domingo, noviembre 13, 2005

Amortiempo

Vicente Herrera Márquez

Te quise en el soplo de tu aliento.
Te quise en la candidez de tu mirada
Te quise en los momentos de un abrazo.
Te quise cuando estabas, solo a un paso.

Me quisiste en las caricias de tus manos.
Me quisiste en la lectura de mis versos.
Me quisiste en los pasillos del encuentro.
Me quisiste en los senderos del ensueño.

Nos quisimos en la edad de la locura.
Nos quisimos en los tiempos sustraídos.
Nos quisimos de soslayo a las miradas.
Nos quisimos en él laberinto del engaño.

Te quiero a pesar del paso de los años.
Te quiero en la distancia meridiana.
Te quiero en mi sosiego con cordura.
Te quiero en los vaivanes de la vida.

Te quise, me quisiste y nos quisimos.
Nos quisimos en la carne y en el ser.
Te quiero en el espacio del presente.
¿Mañana te querré?
Eso... eso realmente no lo se.




Grabada en mi piel

Vicente Herrera Márquez

En los senderos del recuerdo, quedan huellas de tu andar.

Tu respirar cálido, todavía, alimenta la fuerza de mi aliento.
Los paisajes recorridos, añoran el candor de tu mirar.
Y en mis labios se siente como ayer, aún, el dulzor de tu panal.

Segundos, minutos; años, lustros; vienen, pasan y se van;
borran pasado, blanquean las sienes, no tienen piedad.
Otros ojos, otros besos, otros cuerpos me prodigan su calor;
pero por más que lo intentan, de aquí dentro, no te pueden arrancar.

Dejaste mi existencia marcada con el trino de tu nombre.
Mi piel la impregnaste, para siempre, con la esencia de tu olor.
Tus caricias aún las siento, como fuego, hoy grabadas en mi piel;
y tu voz como un murmullo, me arrulla en los momentos de dolor.

El tiempo se consume, inexorable, la vida se extingue y se corroe,
y van dejando en el camino un reguero de ilusiones, triunfos y fracasos.
Otros intereses reclaman, obligan y demandan, con fuerza, mi quehacer;
pero por más que lo exigen, de aquí dentro, no te pueden arrancar.

¿Estarás cerca? ¿Estarás lejos? ¿Habrá en tu vida, un minuto para mí?
No importa donde estés, no importa cómo, ni con quién;
ni tampoco interesa, si tu mente, o tus cuadernos guardan vestigios de mi amor.
Si importa que te quiera, que te lleve en mi equipaje y que seas mi fanal.

Me acuerdo de aquel tiempo, que a escondidas, le robamos segundos al reloj.
Cuando a pesar de lo imposible, con besos ajenos sellamos nuestro amor.
Y con lumbre que quitamos de otros fuegos, encendimos un infierno destructor.
¡Que horas! Aquellas que robamos en nuestro, ciego, arrebato de pasión.

Quisiera que en sueños tú me cuentes, compañera invisible de mi vida,
si en algún segundo has recordado, los versos, que hace un siglo te escribí.
Hoy en mi vieja carabela y al garete, libre de amarras, mi pluma es para ti,
porque aunque con fuerza lo intente, de aquí dentro no te puedo arrancar.
.

Mareas

Vicente Herrera Márquez

En la quietud de la tarde,

cuando comienza a oscurecer,
en el remanso de tus aguas,
soy un barco de papel,
que navega suavemente,
por los pliegues de tu piel.
Pero cuando la noche llega,
y la calma de tu cuerpo,
cual océano embravecido,
se comienza a encabritar,
en las crestas de tus olas
me transformo en un corcel.
Con el paso de las horas,
del ocaso hasta la aurora,
cubiertos por un manto sideral,
navegamos, zozobramos;
la tormenta, nos transporta
por corrientes de placer.
Cuando comienza la mañana,
da paso a la calma, el vendaval.
Los cuerpos fatigados,
complacidos se van a descansar,
esperando, nuevamente,
en la quietud de la tarde
ser un barco de papel,
y en la noche tormentosa
ser de nuevo tu corcel.

Calidoscopio

Vicente Herrera Márquez

Veo colores, veo mil prismas,

al rotar el tubo de tiempo y sol.
Te veo saltando, de tez lozana;
ojos brillantes, trenzas, frenillos;
juegos de niños, primer amor.

Pasa una nube, es muy pequeña.
Ahora te veo con pelo largo,
sonrisas, guiños y risas;
bajo el brazo llevas cuadernos;
en una hoja, dibujas un corazón.
Pasa otra nube, se esconde el sol.
Cuando los rayos brillan de nuevo,
olas saladas vienen y van;
en la playa blanca tu pelo al viento;
en la arena caliente tu tez dorada;
te ves hermosa, cual una diosa…

Se oscurece, sucumbe el sol.
En penumbras igual te veo,
vestida de tules y de arrebol;
en tus ojos mirada brillante;
tu cabellera, negro azabache;
tu boca jugosa, la piel caliente;
senos turgentes, tu sexo ardiente…

Se mueven cristales, cambia la luz.
Te veo radiante, de mil colores,
tus ojos verdes, tus labios rojos;
negro tu pelo, tu piel morena.
Un movimiento te veo distinta.
Tu piel es leche, tus ojos mar;
tu pelo trigo, tu boca miel.
Reflejas fuego, cambias matices.
Un giro pequeño, ya eres otra.
Con piel de olivo, ojos almendra;
tu pelo seda, grana tu boca…

Trozos de vidrio de mil colores.
Rostros hermosos, cuerpos airosos;
dibujados a fuego, en cientos de hojas
del calendario que esta grabado,
en los espejos multicolores,
del túnel del tiempo de mis amores.

Regreso

Vicente Herrera Márquez

¡Pueblo!

¡OH pueblo perdido en mis entrañas!
hoy quiero revivirte en mi memoria.
Quiero extraerte del lastre de los tiempos
y acercarte a mi crepúsculo otoñal.
Quiero recrear tus calles soñolientas,
ver los álamos encorvados por el viento;
escuchar el tañido del bronce campanil
y la risa inocente, alegre y cristalina,
de Rebeca y Matilde jugando con Beatriz.
Quiero enmarcar con huellas de los años
todos los rostros, hermosos, de mi gente;
los viejos que aun transitan sus veredas
y también los de aquellos que no están.
También quiero atrapar en mis recuerdos
lo momentos tristes y alegres, de niñez,
y de púber inocente, mi platónico, primer amor.
Se que mi pueblo, y su nombre allí estan;
crece, vive y late a la vera del camino.
Y aunque no eres mi pueblo, mi querido pueblo,
el de calles pedregosas, que de niño recorrí;
pido que escuches, un momento, a este hombre:
marinero, poeta, vagabundo y soñador;
que con voz gastada en inútiles discursos;
sienes escarchadas por todos los inviernos;
los pies cansados, hinchados de caminos;
espalda doblada por el peso del libro de los años;
con sus ojos, marchitos, ahítos de paisajes;
el espíritu abatido, colmado de truncas esperanzas,
y el corazón hecho trizas repartido en mil amores.
Vuelve a ti a reclamar el espacio que dejó,
cuando lleno de ilusiones, tras el brillo se alejó.
Hoy sus músculos abatidos, solo quieren descansar,
cubiertos por el polvo de los huesos de sus padres,
y así después de años, lugares y distancias,
encontrar y al fin llegar, al principio de su andar.

Lamentos

Vicente Herrera Márquez

Aquel beso furtivo

de nuestro primer encuentro,
lo guardo como un latido
y aflora como un lamento,
desde mi pecho oprimido
cuando escucho tu voz ausente,
diciendo: adiós, amado mío.

Y aquel pañuelo tuyo,
bordado con hilos plateados
de lágrimas de despedida,
que siempre llevo en mi alforja
de viajero del olvido,
también el me recuerda
aquel: adiós amado mío.

La tristeza de tu mirada,
del momento que partiste,
aun me persigue candente
y la siento como un torrente
que quiere acallar el trueno,
violento, que en mis oídos
grita: adiós amado mío
………………………….

Tu te fuiste, tú dijiste adiós,
la distancia, talvez, la puse yo
quizás nunca te quise detener.
El beso y tu mirada…, son lamentos.
Y aquel pañuelo que guardo,
no es mas que la mortaja,
de otro amor que yo maté.

Mujer

Vicente Herrera Márquez

Tierra: eres simiente, principio, vida, río, montaña y mar.

Eres Pachamama, eres mujer.
Madre: eres vientre, gestora, leche, regazo, calor y pan.
Eres mamá, eres mujer.
Nana: eres voluntad, paciencia, ayuda, brazos, compañía y más.
Eres importante, eres mujer.
Maestra: eres guía, camino, conciencia, libro, razón y luz.
Eres sabiduría, eres mujer.
Hermana: eres generosa, egoísta, celestina, cómplice, enemiga y par.
Eres confidente, eres mujer.
Compañera: eres yunta, camarada, descanso, puerto, caleta y bar.
Eres alegría, eres mujer.
Novia: eres esperanza, promesa, dulzura, caricia, sosiego y paz.
Eres inocencia, eres mujer.
Esposa: eres casa, hogar, valiente, madre, padre y hermana.
Eres fortaleza, eres mujer.
Hija: eres espejo, noche, juego, día, consuelo y cariño.
Eres vida, eres mujer.
Amiga: eres apoyo, fanal, compromiso, esto, aquello y todo.
Eres inmensa, eres mujer.
Amante: eres ternura, silencio, viento, locura, pasión y sal.
Eres hembra, eres mujer.
Muerte: eres tormenta, final, tranquila, violenta, brutal y cruel.
Eres mortaja, eres mujer.

Agonía

Vicente Herrera Márquez

En la oscuridad del cuarto,

se oyen arpegios de una triste melodía.
Un cuerpo agonizante,
descansa inerme en el lecho de la muerte.
Lo consuelan en silencio
mil promesas de un amor que se alejó.
La lluvia en la ventana
pone un ritmo de segundos en descuento.
Y un coro de tormentos
llora, grita y clama por el alma trastornada,
que en un hálito de lucidez,
laceró, con un puñal, su ya lastimado corazón.
Las llamas de la hoguera
crepitan, retorcidas, buscando el infinito.
Una ráfaga perdida
apaga, en estertores, el último pabilo.
Por la puerta entreabierta
se escuchan voces, quejidos y lamentos.
Son los fantasmas
que esperan en las sombras de la noche,
ansiosos la llegada
del espíritu del inerte suicida abandonado.
Un trueno iracundo,
retumba en el aire, estremece y pone aviso,
que en un relámpago,
a horcajadas, viene la muerte enguadañada,
a segar los últimos latidos,
del rojo corazón, de aquel pobre enamorado.

En los escaños del tiempo

Vicente Herrera Márquez

En los escaños del tiempo:
descansa, reposa, se solaza, se duerme la ambición.
Por los vericuetos del espíritu:
se esconde, se camufla, se enreda, se pierde la ilusión
En las gradas de la vida:
se esfuerza, se cansa, se esfuma, se agota tu vigor.
Fuiste rebelde y vehemente apasionado,
hoy eres un viejo que para muchos ha perdido su valor.
Se te turba la conciencia, se entorpece ya tu andar.
Te atiborras de calmantes, que mitigan tu dolor
La mente se te nubla y se sosiega tu pasión.
Pero a pesar de todo, de esto, de aquello, de muchos,
Viejo, eres tú, quien puede este mundo recrear.
A pesar de todo eres todavía activo y actor;
participante y participativo; pensante y soñador.
Piensa que eres joven y arrogante, no te eches a morir.
Renueva la esperanza con ardor.
Ayuda al joven que desborda en su vigor.
Aconseja al hombre que madura.
Levanta al viejo que quiere fenecer.
Enseña al niño y al joven que debemos dejar
de inventar dioses y crear religiones, so pretexto de matar.
Y que no deben caer las torres, volar los trenes,
ni arrasar fronteras, ni hollar países, so pretexto de vivir.
Ayuda a salvar al Hombre y deja que a Dios lo salve el Rey.
Soy tan viejo como tú, pero estoy en el camino
cansado, encorvado, torpe, pero estoy.
Arriba y adelante viejos del mundo,
aún tenemos mucho que hacer.