Me miro al espejo
y no me veo viejo,
camino rápido y
no me siento viejo,
sólo que por
instantes un poco cansado.
En algún momento
puede que me sienta olvidado,
cuando en días
nublados pienso en cariños idos,
y muchas noches
añoro el roce tibio de una piel suave.
Padezco
alergia al sol, el polen y las plumas,
y me molesta el
ruido de la calle y el silencio del insomnio.
Soy un caminante
sediento buscando una fuente o un cántaro
y me siento campo
estéril si mi garganta no la riega el vino.
También un animal
hambriento cuando no como asado,
y enfermo de
nostalgia cuando no hay arroz con leche,
una buena porción
de flan o helado de bocado.
En los días
grises vago como lobo solitario en la estepa nevada,
y soy un pobre
poeta marginado cuando me abandonan las musas
Pero…
Pero me siento
abundante cuando aparecen letras para escribir
y alegre cuando
alguien de lejos me escribe o me hace un guiño.
Me entusiasmo con
un brindis de buen vino y ojos vivaces.
Como hasta
hartarme cuando me invitan y la ocasión lo amerita,
y soy un lobo
inquieto con luna llena, cuando huelo aroma de mujer.
Me pongo
romántico si me sonríen y poeta atrevido si me dan un beso.
Me excito como
gallo de pelea si una mujer me acaricia con su mirada.
Corro y brinco
como toro de lidia en ruedo, si tomo viagra.
Pero igual… pero
igual me cuido, me cuido y no exagero,
para que dure el
tiempo propicio, antes de llegar a viejo,
mejor dicho: un
poco más viejo.
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