Vicente Herrera Márquez
Cuando me mates otra vez,
no abandones mi cuerpo al arbitrio del tiempo,
ni lo olvides en la escarcha del invierno.
Cúbrelo con hojarasca de mil otoños
y hojas del cuaderno de mis últimos poemas.
Rellena la tumba con tierra de tu jardín
y de los caminos que juntos recorrimos.
Con nieve de lo más alto del Ande milenario
y algas alimenticias de nuestro mar bravío.
Con arena caliente del desierto atacameño,
y tierra gélida de la estepa del austro patagónico.
Con polvo de carbón de las minas de Arauco
revuelto con greda de Pomaire y Quinchamali.
Esparce una mezcla de chuchoca y harina tostada,
con coirón de las pampas y yerba de mate cebado.
Esparce sobre ella copihues de la tierra araucana,
y también rojas flores de ceibo de tierras argentinas.
Planta alrededor flores silvestres de todos los colores,
riégalas con el vino que toma el pueblo de América del sur
y con el sudor de los trabajadores de esta tierra fecunda.
También derrama sobre ella una lágrima tuya,
y aunque no lo sientas, haz un esfuerzo y mirando las nubes
que sin rumbo ni destino va arreando mi amigo viento,
regálame un beso y susurra un: “Te quise mucho”
y así con todo eso, definitivamente, tranquilo y contento,
al polvo volveré.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario