sábado, febrero 07, 2015

Tú eres mi tiempo



El tiempo es un arlequín que juega con los sentidos y las percepciones sensoriales del poeta, que viaja en el viento siguiendo el rumbo que marca la veleta construida con punteros de reloj.
Lejos, cerca, a un costado, al otro lado; en la cima o en sima; en algún lugar del mundo que se mueve al ritmo del tic tac acompasado, está el destino cierto del poeta enamorado.
Alguien allí  lo está esperando en una  primavera boreal dibujando nubes con olor a almendras o en un otoño austral coloreando con pinceles de arrebol las hojas otoñales del liquidámbar.
Ella espera mientras dibuja en una hoja de su cuaderno una esfera bordeada de horas, minutos y segundos, y un cuadrante digital con números, que aunque pasan veloces, marchan con suma lentitud.
El tiempo cómplice y amigo del inicio del viaje se va transformando en enemigo, cuando el camino largo se hace más largo y el reloj no apura el tranco, durmiéndose entre meridianos  con su compás cansino y lerdo.
Mientras el poeta ansioso escribe, habla, clama y grita en el viento:
¡Reloj, no hagas lento el tiempo de mi calendario apurado, porque ese tiempo es mío e insensible me lo estás quitando!            
Y a ti, mujer te pido que mientras llego continúes perfumando con almendras la primavera y coloreando el otoño en las hojas del liquidámbar, porque pronto estaré a tu lado para escribir con letras claras y grandes que:
Tú eres mi tiempo

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