jueves, enero 25, 2007

El tiempo no alcanza

Vicente Herrera Márquez

Creía que a mi garganta tan clara en otros momentos,
para reclamar y gritar, se le había olvidado el sonido,
que ya no podía transformar un poco de pena en llanto
y no era capaz de expresar la angustia y el dolor del alma.
Pero hoy nuevamente de ella están brotando lamentos.

Creía que mis ojos mustios, que muchas veces lloraron,
no querían mostrar tristeza o ya no tenían lágrimas.
También llegué a creer que mis manos que hacían versos,
ya no eran aquellas de antes y habían olvidado hacerlo.
Y hoy sin darme cuenta estoy escribiendo y llorando.

Creía que el corazón se había vuelto, frío, insensible,
tan duro como una roca y como afilada daga cortante,
por acumular sueños muertos y desengaños vividos.
Hoy me sorprende sentirlo, porque reclama y se agita
y empieza a latir muy fuerte, cuando se acuerda de ti.

Sentía mis pies pesados, cansados, sin ganas de dar un paso,
como con miedo a pisar y dejar marcado algún rastro.
Pensaba que era el invierno y el tiempo de andar más lento,
no quería avanzar y esperaba que la distancia viniera a mi.
Ahora que te sienten lejos, quieren correr donde estés.

Pensaba que en solitario sería fácil volver a tramar historias
para que alguien las descifrara y supiera leer mi soledad.
Sí, aquella que presentiste y embriagaste con tu presencia.
¡Ay amor! ¡A pesar del poco tiempo, fue mucho lo que me diste!
Por eso, si queda por escribir historia, solo contigo lo haré.

¿Fue romance, capricho, juego, encantamiento o amor?
¿O quizás solo un encuentro de extraviadas soledades
que en un parador del tiempo, compartieron el mismo pan?
No importa lo que haya sido, no voy a dejar de amarte,
porque el tiempo que me queda… no alcanza para olvidarte.

Mi tiempo, mi cuaderno, mi voz...

Vicente Herrera Márquez

A ti, que varaste después de una tormenta
en los confines del mundo, del tiempo y el destino.
A ti, que siembras esperanzas en la estepa agreste
y desafías altiva los embates de la hostil soledad.
A ti, que leíste palabras escritas en arrugado papel,
esas que en botella de olvido y embriaguez ,
una noche de esperanza arrojé al mar virtual.
A ti, mujer que me tendiste tu par de manos blancas
y me arrebataste de un vórtice de viento y desamparo.
A ti, que aliviaste mi cansancio y me hiciste revivir,
haciendo renacer en mi abandono las ansias de escribir.
A ti, que fuiste ígneo fanal para mis ojos nublados,
cuando vagaba sin rumbo en la rosa de los vientos.
A ti, faro en lontananza que resistes los embates
de ponto embravecido y viento huracanado.
A ti, que me guiaste con el rayo luminoso de tus ojos,
y la llamada en susurro acariciante de tu voz.
A ti, por todo lo inmenso y bello que me diste
te ofrezco lo que soy y acepta también mi capital,
que no es mucho, es tan solo lo que la vida a mi me dio;
no lo guardo en ningún cofre ni en papeles de valor;
no es gran cosa, pero es tuyo y es todo lo que ves:
Es mi tiempo, de años ya vividos, mi hoy y días por venir.
Son mis ojos, mis oídos, mi olfato y mis caricias;
son mis palabras, mis silencios y el murmullo de mi voz;
son mis manos, mis brazos y mis hombros;
es mi cariño, es mi amor y un bagaje de poemas.
Es mi cuaderno en el que escribo versos con tu nombre.
Es mi verdad y mis mentiras, es mi realidad y sentimientos.
No es nada más que mi vida, eso es todo, y es todo para ti.