jueves, septiembre 28, 2006

Viento que avientas vientos

Vicente Herrera Márquez

Viento que elevas cometas,

detente y enséñame a volar,
quiero viajar por el mundo
a conocer los caminos,
que mi amada transitó.

Viento que silbas arpegios,
quiero aprender a cantar,
darle notas a mi garganta,
para entonar melodías,
que le gusten a mi amor.

Viento que mueves molinos,
hazme girar como ellos
y mientras giro en el vals
espero que me busque,
para conmigo bailar.

Viento que ruges con furia,
en tus momentos de calma
quiero una brisa yo ser,
para mecer los cabellos
de mi adorada mujer.

Viento que avientas vientos,
aviéntame un ventarrón,
para ventear las ventiscas
que dejó la ventolera
de una brisa que pasó.

miércoles, septiembre 27, 2006

Zamba de sur y viento

Vicente Herrera Márquez

En las rendijas de la luz
se camufla la oscuridad,
y en estepas y mesetas
el viento canta al amor.
Torrente de luz tu mirada,
arrullo y trueno tu voz

.
Temprano muere el verano
las aves con rumbo al norte,
se enfría la pasión de enero
la calandria calla el trinar.
Calor derramaron tus ojos,
tu palabra canción de amor.

Con la nieve del invierno
se marchita la esperanza,
con el granizo y la escarcha
se congela tu mirada.
Y en los recodos del viento,
se va apagando tu voz.

Yo escribo mi destino

Vicente Herrera Márquez

Soslaya el punto final,
afánate en llenar el espacio,
que se extiende en el camino
y no le des tiempos al tiempo
que al final es uno solo.
Cuando nacemos es hoy,
cuando soñamos ahora,
cuando vivimos presente
y cuando morimos es hoy.
Recuerda que cuando muramos
más de alguien exclamará:
Hoy murió fulano de tal.

A la muerte le doy la espalda,
pues, si la miro de frente
es seguro, me va a ganar.
Quiero llegar donde ella
y no que me venga a buscar.
Aunque camine derecho,
prefiero dar vueltas y vueltas
o caminar en zigzag;
que no me espere y se olvide
hasta que yo decida llegar.
Imposible es perder el rumbo
si uno solo es el terminal,
que esta al final del camino

y nadie lo va a cambiar.
Formas hay de alejarlo:
Una es ir buscando desvíos,
¡Cuidado! Pueden ser largos
o ser engañosos atajos
para llegar mas luego al final.
Perder el rumbo es opción,
pero la vida es redonda
y el norte esta en todo lugar.
Si ponemos lento el andar
ten plena seguridad,
ella vendrá, y el tranco te hará apurar.
Aunque tarde o temprano muramos,
es mejor no esperar el día,
ni andar poniendo trampas corriendo
para engañar al destino.
Tampoco dar dos pasos al frente
para ir borrando uno atrás.
Los caminos pueden ser muchos,
pero el destino uno solo,
muchos dirán que esta escrito,
pero prefiero pensar,
que con mi pluma y cuaderno
el mío lo escribo yo.

Vengan a verme

Vicente Herrera Márquez

Jóvenes soñadores que quieran venir,
mañana o el lunes los voy a esperar.
No busquen ideas con falsos halagos.
Traigan ideas, me interesa aprender.
No pidan consejos, pues yo no los doy,
no soy sabio, ni santo y nunca seré.
Es cierto soy viejo, pero nada más.

Los hijos, las hijas si el tiempo permite,
y del tráfago diario pueden escapar,
de treinta por doce, vengan un día.
Caminando o con ruedas crucen las calles,
no pulsen el timbre, la puerta esta abierta.
Si es día del viejo traigan a los niños,
siempre que quieran con el tata estar.

Y los amigos y compañeros de ayer,
si pueden, y quieren, me vienen a ver.
No importa si traen, no traen, que traen,
vengan con recuerdos y ganas de hablar.
El que pueda un poco de queso o jamón,
en mi mesa siempre van a encontrar
una jarra con vino y un trozo de pan.

Perfume de ciudad

Vicente Herrera Márquez

Abro mi ventana, falta un cuarto a las dos de la mañana.
Me acarician los vapores, tibios, que suben del asfalto.
Son vapores de la lluvia que ha caído por dos días,
que al mezclarse con sudores y el humo de camiones,
mas olores de comidas y el aroma a orina de rincones,
impregna el aire de las calles con perfume de ciudad.

Se escucha una gata que pregona su agosto adelantado,
llamando insistente al peludo vagabundo de tejados.
Más allá llenan el silencio los quejidos liberados
y suspiros cadenciosos de una hembra complacida.
Un vagabundo explica el mundo, a un semáforo apagado,
y un borracho llora alcohol en los brazos de un farol.

Cuando cierro la ventana, justo a las dos de la mañana,
corro las cortinas y me escondo en mi reducto sin olor.
Enciendo la pantalla que en colores muestra el mundo,
veo lo mismo que en la calle, tal vez con más color.
Veo al vagabundo y el semáforo, al borracho y el farol.
Pero no es lo mismo, pues carece del perfume de ciudad.

Giros en espiral

Vicente Herrera Márquez

Simiente, semilla, origen,

abre tu claustro y rasga corazas,
germina en capullo y explota en flor,
bebe del cántaro agua y brinda tu piel al sol.

Ser, embrión, descendencia,
rompe la cáscara y alza el vuelo,
irrumpe con bríos desafiando a la vida,
nutre tu espíritu y cuerpo con rebelde savia.

Fruto, alimento, conciencia,
genera sistemas y crea estructuras,
crece y madura escribiendo en códigos,
establece orden y dale espacios al mal y al bien.

Conocimiento, valor, razón,
ya todo es viejo y viene lo nuevo,
si aprendiste no sirve ya todo es caduco,
ahora descansa y según lo ganado espera el final.

Simiente, semilla, origen,
abre tu claustro y rasga corazas,
germina en capullo y explota en flor,
bebe del cántaro agua y brinda tu piel al sol.
…………………………
Semilla, fruto y semilla,
abre, irrumpe, crece y muere,
así comienza y termina otro giro,
así, otra vuelta y otra, en la ronda sideral.

Quiero esto, eso y aquello

Vicente Herrera Márquez

Quiero dibujarte en la luz de mis ojos.
Quiero ser imagen en los tuyos también.
Quiero entonarte canción en mis labios.
Quiero ser sonido en los tuyos también.
Quiero ser olor de hombre en tu cuarto.
Quiero en mis sábanas oler tu fragancia.
Quiero sentirte en mi cuerpo, caricias.
Quiero que mis manos esculpan el tuyo.
Quiero sentirte en mis labios ardiente.
Quiero me sientas que quemo los tuyos.
Quiero mi sueño soñar en tu sueño.
Quiero tus sueños en mi inquieto dormir.
Quiero tus manos sentir en mi cara.
Quiero las mías, ávidas, recorriendo tu piel.
Quiero tus brazos muy fuerte apretando.
Quiero que los míos te abracen desnuda.
Quiero que tu cuerpo se funda en el mío.
Quiero que el mío te muestre que es tuyo.
Quiero me quieras y me sientas muy dentro.
Quiero quererte, sentir y sentirte sintiendo.
Quiero que tu tiempo lo llenes conmigo.
Quiero que mis horas se colmen contigo.
Quiero cuando mueras guardarte en mi mente.
Quisiera que al morir nunca te olvides de mí.

Olvidado en el olvido

Vicente Herrera Márquez

Temprano me contó el viento,
que de tu libro arrancaste
las hojas que aquel verano,
en noches de amor escondidas,
con pasión te ayudé a escribir.
Me dijo que has desterrado
de una plumada el pasado,
que de tu piel has lavado
los rastros de mis caricias,
y de tus ojos velado
la imagen de nuestro amor.
Que soplos de vientos prestados
apagaron el fuego de mis besos.
Que con silencio has callado
el decir de tus promesas.
Que letra a letra has borrado
aquella, mi frase sincera,
la que siempre me pedías dijera
y mi voz sin parar repetía:
¡Escucha mujer, yo te quiero!

Entendí el mensaje en el viento,
que ya no estoy en tu pensamiento,
y me has dejado, en el olvido olvidado.

Presente y pasado presente

Vicente Herrera Márquez

Aquí vengo remontando, cansado, el camino,
arrastrando, del destino, la carga y los años.
Llevando también la resaca en la espalda
y un atado apretado de sueños tronchados.
Estuve en la cima y la sima y hoy vuelvo,
esperando poder llegar desandando el sendero.

Hoy vuelvo escribiendo y regando mis versos,
que son míos y es todo lo que puedo dejar,
por los mismos senderos que una vez transité
cargado de metas y sueños que nunca logré.
En la vida aprendí a jugar y ganar con palabras,
también aprendí a mentir y a perder con discursos.
Transité por los modos y tiempos del verbo,
en presente y futuro, olvidando el pasado.
Hoy vuelvo viviendo y gozando el presente,
me olvidé del incierto e iracundo futuro.
En tiempos de hoy voy transitando tranquilo,
y escribiendo vivencias de los días de ayer.

La noche, cuna y mortaja

Vicente Herrera Márquez

La noche puede ser bella,
como también puede ser cruel.
Una ventana placer de una novia
y una puerta calvario y dolor.
Es esquina que vende sexo
y es dinero que compra amor.
Es romance de conventillo
y es lujuria con frigobar.
Es nido que incuba odio
y es fértil germen de amor.
Es cóctel de contubernios
y también panfleto de libertad.
Puede ser breve como suspiro
o tan extensa como tortura.
Por la noche se incuba la ira.
Con vino es musa del escritor.
De noche se gesta la muerte
en las sombras de un zaguán.
Por otro lado renace la vida
en una sala blanca con flores
o en un pasillo de hospital.
En horas es cuna de alba,
y otras mortaja de atardecer.
Noche, insomnio, pena y dolor.
Soledad, lujuria, copa y licor.
Esperanza, vida, deseo y amor.
Una novela anuncia el final
y otra historia esta por nacer.

Letra olvidada

Vicente Herrera Márquez

Tu piel fue fuego en mis labios.
Tu boca jugosa apago mi sed.
Tu pecho fue forma en mis manos.
Cintura y caderas camino sinuoso,
visión que incitaba llegar al placer.

Tu juventud lozana de enero,
disipó cúmulos grises de abril.
El pensamiento enredó los sentidos.
Mi deseo y el tuyo opacaron discursos,
aprendidos en clases de amor y moral.

Pero el tiempo que fue pasión,
si bien se escribió en la historia,
tras inviernos que apagan fuegos
sin quererlo, de a poco se fue borrando
y hoy es tan solo, una olvidada canción.

Estampa patagónica

Vicente Herrera Márquez

Vestido con piel de tehuelche,
el guanaco en lo alto del cerro
vigilante escudriña la inmensidad.
Un aguilucho, como saeta, cae en picada,
de nada sirve, el tucu-tucu ya se escondió.
Un ñandú macho en cortejo bate sus alas,
sacudiendo el viento con sus plumeros.
Una piche cava en tierra, su guarida para parir.
Una bandada de corraleras aletea sobre el arreo,
que ovejeros y perros van empujando,
para ganar en carrera hasta la estación
a la nube de polvo que va detrás.
Flecha de avutardas vuela hacia el norte,
un remolino, cono invertido, dibuja el cielo.

Cientos de aves, enormes, de cobre y fierro,
balancean su cuerpo, como los chorlos para comer.
Gusanos fríos, sin cuero, sin pelos ni plumas,
con dientes de diamante, ávidos de profundidad
desde torres trepanan, del indio, la historia,
buscando, de la roca, en el fondo viscosidad,
que para el hombre es la energía para vivir.
En cambio el guanaco, el ñandú, la mara,
el espino, el molle y la mata negra;
el zorro, el piche, el tucu-tucu y la bandurria;
el coirón, el algarrobo y el calafate;
el aguilucho, el carancho, las avutardas y la perdiz;
el tero, el chorlo, las corraleras y los pichones,
no necesitan de la tierra su sangre negra y espesa,

solamente de Patagonia pueden vivir.

El aroma del aromo

Vicente Herrera Márquez

El aroma del aromo me trae olores guardados,
perfumes de primaveras y amores de juventud,
mezclados con verde hierba y flores multicolores,
maceradas en ardiente sudor de una piel caliente;
que hoy en la distancia mis manos palpan y sienten.
Distancias de muchos años, alargadas con vivencias,
que van relegando a rincones recuerdos del pasado,
pero que reviven cada año cuando florece el aromo.

La calle donde hoy vivo esta bordeada de aromos.
Cuando camino por ella te siento a mi lado pequeña,
siento que mis manos con fuerza aprietan las tuyas.
Mi mirada se funde en tus ojos para revivir el paisaje,
que tengo muy guardado en los archivos del tiempo.
Cuando huelo aquel aroma vuelvo a la plaza de antaño,
y cuando cierro los ojos, siento en mi boca tus labios.
Por eso me gusta mi calle cuando florece el aromo.


Espero vivir cien años y siempre en la misma calle,
aunque tenga que transitarla con ruedas y con ayuda.
Esperare pasen agostos con ansias de adolescente,
sabiendo que al recorrerla, tu presencia yo sentiré.
Tus manos, tus ojos, tu boca, tu aroma serán recuerdos,
recuerdos de juventud, que siempre estarán latentes,
guardados y atesorados como bellos sueños dormidos
que reviven cada año, cuando florece el aromo.

Duele el silencio

Vicente Herrera Márquez

Toco a tu puerta, esperando que se abra,
espero verte, la puerta esta cerrada.
Pregunto al viento, mi cómplice de cuitas,
no me responde, también sopla en sordina.
Espero una palabra, tu boca esta callada.
Espero un guiño, una mueca, una mirada,
mis ojos escudriñan, de ti no encuentran nada.
Duele el silencio, tu silencio duele.

Daña aquí dentro tu cruel indiferencia.
Hiere tu distancia y tu falta de presencia.
Más hieren tus ausencias de respuestas.
Tortura el silencio de tu risa y tus enojos,
también del susurro, que mi nombre deletrea.
Lacera los oídos la falta de oraciones,
y lastima la carencia de un saludo o despedida.
Duele el silencio, tu silencio duele

No es solo el silencio de sonidos conocidos.
Es la ausencia de decires por pluma dibujados.
Es la retirada de ademanes expresivos.
Son huidas de posibles encuentros de miradas.
Amiga, levanta las barreras del castigo,
perdona mis acciones y palabras ofensivas.
Porque duele el silencio, tu silencio duele.
Duele en el sueño, la vigilia, la piel y la razón.

El viento, la nieve y las heladas del invierno,
ahogan los sonidos y escarchan las palabras.
Aquellas hilvanadas en febrero del verano,
y que estiraron el calor hasta mayo del otoño,
palabras que callaron en el apogeo del solsticio.
Ay amor, si supieras como duele tu silencio,
quizás cantarías con fuerza, contra el viento,
y gritando romperías, del hielo, los cristales.

martes, septiembre 26, 2006

Arriero de viento austral

Vicente Herrera Márquez

Retando la cerrazón que opaca la luz del sol,
rasgando polvaredas que hieren la piel curtida,
con la distancia adelante y los recuerdos atrás,
el arriero de viento austral se bebe los vendavales,
cruzando pampas de espinos y coironales.
Empuja rebaños de sueños truncos y de animales,
siempre buscando el norte en la cruz del sur.
Avanza jornadas de leguas en pampa incierta
y entre las pilchas, el pilchero carga su propia cruz.
Por cada nombre, a cada uno llama a sus perros,
sus confidentes, sus compañeros y amigos fieles.
Sus ayudantes que apuran y quizás no piensan,
no añoran el principio ni van esperando el final,
ellos arrean las ovejas y el jinete se ocupa en pensar.

Recuerda ojos oscuros, sonrisa blanca en piel morena,
risa inocente, labios ardientes color rubí
y un pelo negro que sus dedos enredan,
torpemente urdiendo australes sueños de amor…
Piensa en los gavilanes que acechan en las ausencias
rondando el rancho donde esta sola su compañera
y piensa que tras un requiebro puede partir.
Largo se hace el camino, siempre el destino esta lejos.
Larga se hace la espera, entre mates y pensamientos.
Ella piensa que al final del arreo, cansado de tanta pampa,
después de haberse bebido el polvo y su sequedad,
en otro rancho, con otro mate, el hombre sacia la sed
y en otros ojos y en otras trenzas, se esta enredando
el centauro de tantas leguas, el arriero de viento austral

Amantes de luna en menguante

Vicente Herrera Márquez

Fuimos postreros estertores de finales de un verano.
Estertores de dos cuerpos que vagaban solitarios,
dibujando soledades en las arenas de Ipanema.
Solo fuimos amantes del menguante de una luna,
ni tu nombre ni mi nombre se grabaron en recuerdos.
Fue nuestro propio carnaval sin guirnaldas ni caretas,
labios conjugados, brazos apretados, muslos distendidos,
en noches calientes con ritmo de samba y bossa-nova,
que duro tanto como mengua o crece la cara de la luna
o tan poco como dura la vibrante pasión del carnaval.
Fuimos corso, fui Rey Momo y tú fuiste la comparsa
de contornos tentadores cubiertos con tu piel anochecida.
Fui tu amante anónimo, vagabundo de otras tierras,
que con el frenético y cimbreante ondular de tus caderas,
olvide la soledad que cargaba como parte de equipaje.
Después de tres noches con sus días de atlánticas caricias,
retozando complacidos en lecho con sabanas de arena,
muy de amanecida, no se si fue un llamado o fue locura;
desnuda corriste hacia la luz que en el este se insinuaba
y sin detenerte te fuiste perdiendo entre olas encrespadas,
hasta alcanzar la luz y fundirte con el sol en un abrazo.
Solo otra vez en la orilla, en arena mojada dibujando,
Pensando, acongojado, que no supe llenar tu soledad
en ese corto y loco carnaval de la playa de Ipanema.