miércoles, septiembre 14, 2011

Quiero parir poesía

Vicente Herrera Márquez

Quiero dejar de ser embrión y romper la cáscara del huevo,
quiero nacer en el lenguaje y empaparme de los verbos,
nutrirme con prosodia y sintaxis del idioma,
y vestir traje sencillo confeccionado con material de abecedario.

Quiero crecer aprendiendo a construir puentes con palabras,
a elevar castillos abstractos y reales con madera del árbol de poemas,
a ser bandera con signos de paz en el campo de la guerra,
a ser mies en la pradera, pan en la mesa, arrullo de ternura
y a impregnar de sentimientos oraciones por la tierra y por la vida.

Y cuando crezca y aprenda quiero engendrar letras
en óvulos sensibles de las poetisas más grandes de la vida,
con esperma literaria de este aprendiz descendiente de Neruda.
Para con esfuerzo y dolor parir palabras en nueva poesía,
dolor de parto por dar vida o dolor impreso en la memoria
de los genes de las letras engendradas.
Hoy quiero ser escribiente libre y no escritor atrapado en una red
que se ruboriza si una mujer le llama poeta por correo
y eleva sus versos al sitial de vates consagrados.
Hoy quiero sentir la sensación y la emoción de ser poeta
y quiero hacerlo pariendo poesía.

lunes, julio 11, 2011

No llamen a mi puerta

Vicente Herrera Márquez

No me interrumpan, estoy escribiendo.
No llamen a mi puerta, no pulsen los números del teléfono.
No pregunten por mí a los vecinos, ellos no saben si estoy o no estoy.
No averigüen si me encierro en la casa o ando por el mundo vagando.
Olviden por un tiempo que existo y que vivo.
¿Por qué?
¡Porque hoy volvió!
¡Sí! ¡Ella volvió!
Y no quiero que al abrir la puerta el viento la tome y la lleve otra vez.
Ahora la quiero aquí, conmigo, pues aquí debe estar.
Estuvo alejada algún tiempo después que sin avisar se esfumó.
Hoy volvió, cuando ya la espera tocaba a su fin.
Por eso pido, déjenme a solas con ella para conversar el tiempo alejado
y después con calma, con furia y con rabia la quiero abrazar.
La voy a aprovechar mientras pueda retenerla y quiera quedarse,
no la dejaré descansar, la disfrutaré, la querré tener noche y día
y aunque quiera dormir en mi pecho, mi ímpetu retenido no la dejara.
Con fuerzas inhumanas le voy a estrujar el goce del tiempo perdido
y además mientras yo pueda será mi mujer aunque tenga que violarla.
Si la situación lo requiere la encerraré en una jaula,
la ataré desnuda a mi cama, la tendré prisionera aunque clame libertad.
Por eso aseguro, esta vez no huirá y aunque lo intente, escapar no podrá,
pues el tiempo que lejos anduvo fui un paria sin razón,
fui analfabeto vagabundo sin sendero ni meta que alcanzar,
fui un bohemio que la buscaba como loco entre quimeras y alcohol,
fui guitarra sin cuerdas y canción de silencios
y fui prosista de estrofas inconclusas asiduo huésped del canasto de papeles.
Hoy la tengo prisionera, hoy es mi cautiva, y hoy la haré mi esclava.
Hoy es la hembra deseada que en algún momento me olvidó.
¡Hoy es mía, mía, mía, mía, solo mía y para siempre mía!
Hasta que me dé su última palabra o hasta cuando yo exhale el último suspiro.
En ese momento libre será, de par en par tendrá la puerta abierta,
en el camino siempre habrá brazos abiertos que la querrán cobijar.
Pero hoy, mañana y hasta que dure mi mañana se queda conmigo,
amarrada a mi pluma, sujeta a mi teclado e impresa en mi cuaderno,
atrapada en la memoria de mi computador y en mi alma de poeta.
Por eso les pido no me interrumpan, estoy escribiendo.
Hoy es mía, solo mía... mía, mía, la esquiva inspiración.

El retorno de las letras

Vicente Herrera Márquez

Las letras llegan cuando ella se va,
vienen escondidas en humo de tabaco y vapor de ron.
Algunas piden calma, otras quieren gritar,
no faltan las que me culpan,
mientras algunas que no entienden quieren cantar.

Letras difusas y veleidosas que se dispersan cuando las busco,
para atiborrar carillas con palabras que digan cuanto la quiero,
para pedir perdón si en algo me equivoqué,
para rogar furioso que no se vaya,
para escribir un verso con su nombre y una caricia,
para garabatear con llanto el retraso de su partida,
para hacer creer a otros que si lloro es por Navidad,
por un recuerdo o porque un año viene y otro se va.

Hoy aparecen cuando no las quiero.
Pero llegaron, no era el momento, pero llegaron,
vengan, vengan letras que vienen cuando ella se va.
Cuando las quise no se asomaron, ni siquiera la o se mostró redonda.
Hoy llegan, algo voy a escribir, ya vendrá el momento del decir distinto
pero hoy todas tendrán que mostrar dolor.
Escribiré mil y una o más palabras aunque algunas nunca podré,
sé escribir amor, sé escribir te quiero, pero no he logrado aprender,
y tampoco quiero, escribir adiós.

domingo, mayo 29, 2011

Pequeñas y simples palabras

Vicente Herrera Márquez

Me estas llamando página del cuaderno olvidado.
Me incitas de día, interrumpes mi sueño en la noche.
Apareces en el recuerdo y te asomas en la esperanza.
Quieres que siga escribiendo esas páginas que faltan,
quieres que agregue letras al alfabeto ya escrito,
como lo hacía ayer, en junio, en abril o el año pasado.
Pero dime página insistente ¿Qué quieres que escriba?
¿Un poema trivial? ¿Una crónica rosa? ¿O un tratado de vida?
¿Una oda al desgano? ¿Un reto al destino? ¿O un lamento de amor?
No sé qué escribir. No sé.
No encuentro motivo, pretexto o razón,
y sin embargo los hay, y vaya que los hay.
De todo podría con versos y prosa llenar calendarios.
Pero…
Las palabras que vienen enredan las letras con hilos de olvido.
Son oraciones que pujan pero no las pare una pluma sin tinta.
Son versos con humo y café, que se ahogan en vino de hoy y besos de ayer.
Son preguntas que quieren respuestas.
Son te quiero que ansían destino.
Son lamentos que quieren consuelo.
Son susurros que precisan oídos que los atrapen antes que el viento.
Son gritos ahogados que emergen y se encuentran con labios cerrados.
Son solo palabras, pequeñas y simples palabras.
¿Para qué las voy a escribir?
Si tan solo son… sencillas palabras de amor.

sábado, mayo 07, 2011

Flor prematura

Vicente Herrera Márquez

Fue un soplo de vida,
un soplo que duró un instante.
Fue relámpago de vida y trueno milagroso.
Fue flor que se abrió antes del tiempo de florecer.
Fue una Violeta milagrosa que unió corazones en plegaria,
y con su presencia corta hizo latir vidas y conjugar esperanzas.

La vida se presiente, la vida se palpa, la vida se siente,
hasta se puede pintar y también ponerle sabor.
Y ahora pregunto:
¿La vida se ve?
Díganme que no, que no se ve y con rabia les respondo:
¡No les creo! Pues yo además de sentirla y palparla, la vi.
Sí, la vi y me sobrecogió, me sentí pequeño, muy pequeño.
Me sentí polvo del aire, solo fui suspiro y lamento.
¡Pero vi la vida!

Allí en el vientre artificial vi la vida pequeña y grande
y vi las ganas de vivirla.
Vi la fuerza grande de una pequeña
y vi la fuerza inmensa de una madre.
Pero ni la grande, ni la inmensa fuerza, fueron suficientes,
los diminutos pulmones no fueron capaces,
el pequeño corazón no pudo vencer los caprichos del destino.
Las plegarias no alcanzaron a doblegar los designios de lo desconocido.
El Dios de los creyentes, de entre la multitud que pide,
no alcanzó a oír a tiempo los ruegos de una madre y los reclamos de un padre.
Tampoco la ciencia sabia y los doctores pudieron completar lo que la naturaleza no quiso.

Faltaban tres meses de vientre materno,
tres meses de desarrollo natural ,
tres meses para gestarse en flor,
aún así nació, y era una muñequita,
era una hermosa flor,
que a todos les trajo algo y a todos les dejó mucho.
¡Dejó tanto! En una semana larga, llena de esperanza.
¡Dejó tanto! En la semana corta que vivió en un vientre artificial.

Y a mí, simple mortal, abuelo e insignificante poeta,
esa flor, Violeta pequeñita, me mostró el misterio de la vida.