lunes, julio 31, 2006

Andando el camino

Vicente Herrera Márquez

Andando, caminando caminos
trazados, de todos visibles
o huellas escondidas muy mías.
Andando cantando canciones,
que suenan en miles de bocas
o los versos que escribo por ti.
Andando viviendo vivencias,
de futuro incierto de un mundo real
o mi presente, de un amor irreal
Andando soñando quimeras,
amando inconsciente a un ser ideal
o nutriendo a mi ego mezquino.
Andando gritando consignas,
repetidas que fácil atraen adeptos
o proclamas que rompen esquemas.
Andando escribiendo tratados,
explicando la razón del ser
o sin pudor mintiendo verdades.
Andando palpando con piel,
de la envidia con saña, mordiscos
o caricias de manos sinceras.
Andando sintiendo presiones,
que me impulsan en loca carrera
o me aplastan sin tener piedad.
Andando corriendo este mundo,
buscando experiencia en senderos
o esperando una meta alcanzar,
andando y andando... se me fue la vida.

domingo, julio 30, 2006

Cartardía

Vicente Herrera Márquez

Espero impaciente tu carta,
esa que rescribes con calma,
y además rebuscadas palabras
en los cien resquicios del día,
y mil otras, quizás hirientes,
en los pliegues de la noche.

Ya no estoy ni durmiendo,
cada noche es larga agonía,
que tan solo espera otro día.
Te ruego que envíes esa carta,
no esperes que hoy sea ayer
o que haya pasado mañana.

Puede que me equivoque
y lo que escribes tan lento,
sin pensar que yo me muero,
no sean rencor o reproches,
y tan solo te des el tiempo
para tenerme impaciente.

Mañana tarde, muy tarde,
el cartero encontró mi casa,
trajo un sobre con mi nombre.
No pude saber que escribiste,
momentos antes que llegara,
morí esperando esa carta.

martes, julio 11, 2006

¿Será el invierno?

Vicente Herrera Márquez

La luz esta más difusa,
hay grises en los paisajes.
Veo contornos mimetizados
y solo figuras que juegan
a esconderse de mis retinas.

No hay perfume en el aire,
las flores están marchitas.
Se fue el olor de azucenas
y el aroma de las lavandas
se pierde en la inmensidad.

No siento el gusto del vino;
la miel hoy no sabe a néctar;
ácido es el mate amargo;
salobre el agua del pozo
y amargo el sabor del pan

No oigo el piar de pichones,
ni el paso del viento ulular.
Esta silente el canto del gallo.
No se escucha ningún grillo,
tampoco campanas al despertar.

Mis manos están heladas.
Los dedos torpes no sienten
ni siquiera frio o calor,
ni palpan por mas que buscan
la suavidad de tu piel.

Siento pesado el camino,
me cuesta mucho avanzar.
Los hitos se ven distantes,
las referencias se esconden
y no las puedo encontrar.

¿Qué me estará pasando?
¿Será una jugada del destino?
¿Será el cansancio de la jornada?
¿Será que se acaba el camino?
¿O acaso, será el invierno?

Adios Patagonia

Vicente Herrera Márquez

Quería con ansias volver,
para cambiar los durmientes
a la vieja vía del tren.
Para barrer nieve y años
de la tumba de mis padres.
Para recordar los maestros
Que me dieron las palabras.
Para soplar los molinos
con mas fuerza que el kóshkil.
Para comer las grosellas
del huerto de los Leuquén.
Y para tapizar con flores
el jardín de una mujer.

Patagonia, tierra añorada,
quise volver a abrazarte,
pensando que me querías.
De tus brazos me fui imberbe
sin disfrutar tu amor,
creí que querrías ser mía,
por eso busqué venir.
Ilusa vanidad, me equivoqué.
Y aquí estoy solo sin rumbo
en un cruce de la pampa,
ignorado hasta por la brisa
que fue compinche de antaño,
la que llevaba mis cartas
por el hilo del volantín.
Aquí estoy a merced del viento,
igual que el pasto del campo,
con una gran diferencia,
el coirón esta firme, arraigado,
yo soy una brizna en el aire,
que nunca ha echado raíz.

Vine, estuve, te vi y me voy,
en ti ya no quiero morir.
Adiós Patagonia, adiós.

Rieles

Vicente Herrera Márquez

Amigos de antaño, pequeños ilusos,
en mi viaje los revivo y los recuerdo.
Bandada de purretes, hermanos del viento,
entre flores de cardo y espinas de calafate.
Trepando fardos de lana, soñando horizontes,
jugando en los patios de la estación.
Recuerdo que un día con calor de enero,
ayudando a ovejeros a embarcar animales,
nacieron las ansias de querer viajar.
Con cien remolinos de polvo en el aire,
agitando un pañuelo y un beso a María,
como las ovejas, en tren, me fui por los rieles,
a beber distancias y andar esperanzas,
a sembrar letras e hilar palabras,
para que los años las pongan en versos.
Los tiempos pasaron, los trenes se fueron.
Transpiré caminos, derramé semillas.
La herrumbre implacable corroyó el acero.
Caminé las sendas que anduvo Neruda.
La nieve y la escarcha degradaron durmientes.
Coseché amor y amistad, prolongué mi apellido.
Pagué con cariño, amargura y olvido también...

Andenes y estaciones se los llevó el viento.
Extinguí mi fuego con cuerpos candentes.
La sierpe de acero agoniza en las pampas.

Amigos de antaño, románticos viejos,
de cerviz doblada desafiando al viento.
Después de beber el zumo de todas las vides
y libar el néctar de muchas Marías
busco en la maraña de rutas del mundo
la vía de hierro que, al pago, me lleve otra vez..
Con mi valija repleta de puros poemas, y
las manos abiertas, gastadas, vacías,
por la misma senda brillante de acero,
un día, cualquiera, a Las Heras quisiera volver.
Y con calor de enero o lluvia de abril,
en un andén remozado, abrazar a René,
a Vicente, al Caco, a la Lyla, y al turco Chaín.
También en un patio de la vieja estación,
festejar con asado al palo y vino en porrón.
Y que estén con nosotros los niños de hoy,
agitando pañuelos, saludando la vuelta del tren.

Las palabras escritas por mi pluma...

Vicente Herrera Márquez

Las palabras escritas por mi pluma por momentos son lamentos;
en ocasiones -trazan oraciones hirientes pero nunca de rencor;
muchas -veces -expresan -con dolor o alegría, -sentimientos;
otras -tantas -gritan -por -las -calles, reclamando libertad;
recrean -las -nostalgias, -también -siembran esperanzas.
Le -rinden -tributo -al -sabio y al que quiere saber más.
A lo perfecto e imperfecto, los dos son complementos.
Le -cantan a -la noche, -a la luna, al día y al viento;
a -la -calma, a -la tormenta, -al rayo y a la lluvia,
a -la -nieve, -a -la -tierra, a los pájaros y al sol;
a -lo hermoso y -a lo feo, en todo hay poesía.
A los que nacieron dentro -de estas tierras,
a -los -que llegaron -de lejos por el mar;
al hombre -que -sueña -y que trabaja;
al obrero, -al -minero, al campesino,
al -maestro, al -poeta y al cantor;
al viejo, -al -joven y a los niños;
a las mujeres que son madres,
a -las -mujeres -hermosas;
a las -dulces -amantes;
a -la blanca -muerte,
a -la -negra -vida,
a -los -sentidos
y -al -amor.
Al -amor,
Amor.

Gracias ondina del viento

Vicente Herrera Márquez

Gracias ondina del viento,
gracias por darme de tu tiempo un momento.
Gracias por ser en distancia
mis cinco sentidos y mostrarme la estepa silente,
que se viste de novia con tules de nieve.
Gracias por traer a mis ojos el paisaje presente,
que se mece en balancines de acero.
Gracias por recordarme el silbido cansino del viento
y su bronca cuando se enoja también.
Gracias por mostrarme las calles de antaño,
luciendo modernas carpetas de asfalto.
Gracias por llevarme a los campos
cubiertos de dura gramínea y por cerros
que marcaron tres sueños míos de ayer.
Gracias por cobijarme en tu alero,
darme una jarra de agua y animar mi cansancio,
en los descansos del viaje virtual.
Te agradezco lo inmenso del tiempo pequeño,
que en días de otoño, desde lejos, te vine a quitar.
Gracias por mostrarme lugares que siempre soñé,
pero nunca pensé, algún día, volver a encontrar
Gracias amiga por haber sido la guía y los pasos,
que me encaminaron por calles de hoy, en este, mi viaje
al polvo, la nieve y al viento que nunca más podré repetir
Gracias... gracias amiga y... adiós.

Mensaje al viento Kóshkil

Vicente Herrera Márquez

Soy la pequeña y susurrante brisa, que a las veletas no las inquieta;
soy del valle o la montaña, según de donde venga, depende donde vaya.
Soy la ráfaga mensajera de los vientos, que la rosa recorre sin cesar;
la que viaja por Cáncer, Capricornio, también Meridiano y Ecuador.
Soy la portante de mensajes, de los vientos que arrasan o acarician;
de los cálidos y ululantes y también de aquellos fríos y bramantes.
Soy confidente de los suaves y húmedos Céfiros y Auras por igual;
también del Monzón con el Siroco, además del Cierzo y el Mistral.
Conozco y soy aliada del Pampero y los Alisios, Tramontana y el Simún.
Saben de mí las tormentas boreales, las australes tempestades y
los vientos borrascosos, horadantes de roca en el norte y en el sur,
que con cinceles de hielo, acantilan costas y fiordos en muro colosal.

Viniendo del norte y del oeste, escalando montañas y trepando volcanes,
señor de llanuras y mesetas: Kóshkil, viejo, fiero y grande ogro patagón,
hoy paso a saludarte y darte un mensaje que en mis ondas traigo para ti.
Sabiendo de mí paso por tus tierras en demanda del Antártico glacial,
desde Arauco, allende el colosal Ande, el Puelche tu hermano viento,
que baja de la montaña y azota al pueblo mapuche en su camino al mar;
ayer, tarde de julio, con sol de invierno, muy airado, de un soplo lo redactó.
Llevadlo dijo: lo más pronto, por las corrientes, que sepa el viento del sur :
Hoy en mis tierras, con canas añosas, se encontraron dos hermanos.
Había distancias que no las andaban, caminos que no transitaban.
Pero si se acordaban de un viento fuerte, que hace una vida, los separó.
Y ese viento, vientos del mundo, quiero que sepan que fue el Kóshkil.

No estaban tan lejos, sabían de ellos, a un tercio de día, no más que eso.
Distancia de años, voces silentes, encuentros truncos, cariño inerte.
Quizás fue el viento, que hace ya tiempo, por dos caminos los arrojó.
No hubo lágrimas, ningún lamento, ningún reproche, ningún tormento.
Los dos pensaron que fue aquel viento que el carácter duro les modelo,
Recordaron, que de muy niños, el regazo materno el viento se los quitó.
Mas adelante al pobre padre, también con saña, un día de otoño, se lo llevó.
Ese maldito viento que a dos retoños, por patagonia, solos, echó a volar.
No te preocupes, viejo perverso, no te maldicen ellos, lo hago yo.
Yo soy tu hermano y tengo derechos, pues, hijos de Eolo somos los dos,
y todos los vientos, muy bien sabemos, por esta brisa que comunica,
que tú no quieres a los que llegan, ansiosos, de echar raíces en tu región.

Pero no importa viento Kóshkil, ellos no te maldicen, ni te reprochan.
Quizás te añoran y talvez quisieran sentir en su cara tu ventarrón.
Mas te agradecen que hayas curtido su cuero, cual del piche, caparazón;
que con tu soplo, modelaras facciones, escultor soberbio de vibrante voz;
y en carrera, cual maras, por las llanuras, a sus pies les dieras celeridad.
Que con tu frió cortante convirtieras sus manos en herramientas de modelar.
Te agradecen que a sus ojos los dotaras para ver de cerca y en lontananza;
que a sus oídos dieras, aunque en trueno resonaras, silencio para escuchar;
y a sus cuerdas vocales y gargantas brioso caudal de voz que derramar.
Que abrieras sus pensamientos a todas las posturas, ideas y creencias;
enseñaras a sus mentes, a idealizar quimeras y también vivir la realidad;
y que dieras a sus pechos capacidad y resonancia, para gritar libertad.


Se acordaron, entre risas, de las boinas y pelotas que hacías tu rodar;
y aquel barrilete hermoso, de mil colores, que les quitaste una navidad.
Recordaron el calafate, la mata negra, amarilla, la corralera y el avestruz.
Con cariño, la gente buena, que en los momentos de mas penuria, los cobijó.
Nombraron a las maestras, todos los nombres, Julia del Carmen sobresalió.
Añoraron los fríos inviernos, la nieve, también la escarcha y la cerrazón;
en el día corriendo por cañadones y en la noche rascando los sabañones.
También se acordaron del mate amargo, el puchero, la polenta y el pororó;
noches heladas, calentadas con brasas de leña y alumbradas por un candil.
Con nostalgia, se acordaron de aquel pan dulce y la sidra por navidad;
y el Día de Reyes que celebraban, con juguetes, que a todos los niños pobres
Evita, todos los años, les regalaba y en tren llegaban al correo o la estación.

Por eso soberbio viento del sur, todos los vientos del mundo te lo pedimos:
Mueve veletas, gira molinos, silba entre ramas de molles y espinos
eleva cometas, arrea guanacos, reseca las pampas, arrasa mesetas.
Destruye estructuras caducas y añejas, derrumba los muros de la arrogancia;
con suavidad mece las cunas y con violencia remece inconciencias.
No derribes al débil, respeta a los niños y techos que cobijan pobreza.
Mas nunca, te pido, hermano querido, dividas caminos, separes hermanos
Para que siempre, nadie, te diga maldito y todos te nombren: viento bendito.
Y aquí termina el mensaje que el Puelche, enojado, me pidió traer.
Si tú quieres por aquí vuelvo y respuesta a tu viento hermano, puedo llevar,
si no sigo por las corrientes, llevando y trayendo mensajes a todos los vientos;
de norte a sur, del oeste al este; siendo, para ellos, el heraldo de todo avatar.

Narcisario

Vicente Herrera Márquez
Un pequeño homenaje a un lustrabotas soñador.





El viento sopla sibilante y el vendaval arrecia.
Rondan fantasmas, en la noche comodorense.
Del cementerio se levantan y fluyen hacia el centro,
las almas de atrevidos e insignes inmigrantes;
son almas soñadoras, allí vienen los padres de mi padre,
que desde allende el ancho mar y la alta cordillera,
en barcos y en carretas llegaron a estas tierras;
trabajaron, dejaron descendencia y sembraron libertad.
En el cerro, envuelto por oscuros nubarrones,
se reúne, altiva, una comparsa de almas milenarias.
Son inmensos, ataviados con pieles de guanacos;
guerreros, cazadores, soberbios trashumantes.
Son tehuelches y mapuches, los Hombres de la Tierra.
También mis ancestros, allí están los padres de mi madre,
que con lanzas, arcos y flechas se disponen a bajar,
en fila por senderos estrechos, al ritmo del cultrún.
Las libélulas eléctricas de nocturnas luminarias,
rasgan las sombras y horadan la noche del vendaval,
y al reflejarse en el brillo plateado de tu casco
son rayos que iluminan un sinfín corso de almas,
que contigo en andas suben y bajan por San Martín.
De lo alto del cerro, furioso, te nombra el viento.
Sirenas de barcos, tristes, lo hacen, también, del mar.
Son tus amigos: el cerro, el muelle, la loma, el mar;
son las esquinas, las marquesinas y las vidrieras.
Todos están de luto y todos te vienen a despedir.
Sentado en tu vieja esquina, la esquina del lustrador,
observo el corso de almas, que te viene a recibir;
mientras mis manos hurgan en el fondo de tu cajón,
buscando algún testamento que diga a quien le dejaste
esa gran fortuna, que te dio el cerro, el viento y la calle
aquella que no compra, no vende, no pesa ni brilla,
pero todo el mundo anhela y se llama libertad.
Pasara tiempo, morirán los viejos, crecerán los niños.
Se multiplicaran los molinos, se sumaran vientos.
Cuando el Chenque, su cumbre, baje a nivel del mar,
socavado por manos mestizas que con miles de palas
el orgullo ancestral del cerro por el golfo derramaran.
Desafiando a Neptuno, imbatible y recio, allí estarás,
con cepillo y pomada negra lustrando las rocas del malecón.
Cuando los años, inviernos y hombres pasen
y el mar reclame, lo que el hombre y cerro le arrebató
aún muchos, en Comodoro, con nostalgia, se acordarán
del viejo iluso de barba blanca, con dedos teñidos por el betún,
que daba brillo en la esquina, de Belgrano con San Martín
y escondía quimeras, bajo su casco brillante, de plata y mar.


En un río de vino tinto

Vicente Herrera Márquez

En un río de vino tinto quiero aplacar mi sed
y en ese caudal, torrente de mosto oscuro,
ahogar, quisiera, toda la pena
que ha dejado tu desamor.

En un río de vino tinto quiero lavar mis labios
del rojo de los tuyos, con sumo color rubí
y borrar para siempre los besos
que aún se marcan mi piel.

En un río de vino tinto quiero hundir el recuerdo
de tu mirada y el verdemar de tus ojos,
que no supieron mirarme
como te miraba yo.

En un río de vino tinto quiero opacar mis pupilas
Espejos de cristal cansados de contemplar,
los surcos que en mi marcaste
labrados con tu desdén.

En un río de vino tinto espero sofocar las llamas,
apagar las brasas que todavía crepitan,
y transformar en ceniza y polvo
la hoguera de la pasión.

En un río de vino tinto quiero alcanzar las olas,
olvidarme de ti y morir en un mar de sal,
habiendo purgado en alcohol
el pecado de querer.